«Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo»

Eduardo Galeano

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EDITORIAL. Ni Fu, ni Fa.

Equipo laventanaciudadana.cl

Periodismo ciudadano.

La llegada de un nuevo año, generalmente trae una ola de optimismo, de esperanzas, de bueno deseos. En el fondo del alma, cada persona de bien desea que las vicisitudes y peripecias vividas en el período que termina, no se repitan, que se imponga un modo de convivencia más fraterno, más positivo, que seamos capaces de ver en cada otro ser humano un hermano que tiene derecho a nuestra solidaridad, a nuestro respeto por su dignidad.

Con lo compleja que a fin de cuentas viene a ser la generalización y concretización de una actitud colectiva de esta naturaleza, no es posible dejar de considerar que estas respuestas generales solo pueden darse si cada uno de nosotros es capaz de tomar conciencia en cuanto a que cada quien asuma su propia responsabilidad. 

Resulta doloroso constatar, en la vida diaria, que nuestro país se ha transformado en una sociedad absolutamente desquiciada, incapacitada para comprender que todo acto de agresividad y violencia no hace más que generar respuestas de igual o peor calibre para llevarnos a un doloroso punto de no retorno. Frente a los hechos y situaciones que nos preocupan y desvelan, actuamos como si no entendiéramos que los procesos colectivos no son otra cosa que la consecuencia de conductas personales exacerbadas sin límites.

El filósofo cristiano Agustín de Hipona, resumió todo muy bien en una de sus más conocidas reflexiones: “Decís que los tiempos son malos. Sed vosotros mejores y los tiempos serán mejores. Vosotros sois el tiempo”.

Lo antes señalado, fija el marco dentro del cual está condenada a desarrollarse nuestra existencia al determinar con nuestros propios actos el ambiente humano, social y cultural que condicionará no solo la vida propia sino también la vida de nuestros hijos, de nuestras familias, de nuestras comunidades.

El principio básico, en el cual se sustenta la democracia, radica en el respeto indubitado a la dignidad de cada persona, afirmación que de por sí implica no solo salvaguardar las condiciones físicas y materiales de su existencia sino aceptar su derecho a ser y a pensar distinto.

En nuestro Chile, hoy se hacen presentes los síntomas de un desquiciamiento preocupante que está corroyendo los fundamentos mismos de la vida nacional. La agresión cobarde y destemplada, ha pasado a ser una conducta sostenida que se expresa a través de las FUNAS, con el fin de lograr el amedrentamiento de la víctima escogida y de impedirle el ejercicio legítimo de sus derechos.

Ayer fue el ataque al hermano del propio Presidente de la República; luego, las tontas amenazas de “rodear” la Convención Constituyente si el organismo no actuaba según la voluntad de ciertos sujetos; el acordonar el Congreso Nacional por parte de bandas organizadas capitaneadas por delincuentes; los ataques sin freno por parte del “team patriota” acusando de traidores a diversos parlamentarios; hasta la “cicletada” organizada y promovida a través de las redes sociales para amedrentar familias y barrios.

Un frío análisis de estos y otros hechos (que bien puede extenderse hasta las llamadas “barras bravas” o hasta las columnas de comentarios de la “prensa seria”) permitiría demostrar palmariamente que en materia de agresión, amenazas, extorsión, para someter y acallar, los extremismos de izquierda y de derecha terminan coincidiendo y encontrándose. El FASCISMO se encuentra en ambos lados y tal como sucede con el estalinismo sus acciones prácticas son coincidentes.

El peligro está a la vuelta de la esquina y necesitamos denunciarlo con vehemencia y sin titubeos.

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1 Comentario en EDITORIAL. Ni Fu, ni Fa.

  1. Si. Sin rodeos. Ya pasó el tiempo de eufemismos para justificar lo injustificable.

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