
EL PARTIDO VERDE NO HA MADURADO.
Si la política fuera una batalla por obtener una victoria moral de alto nivel, el senador Bernie Sanders y el Partido Verde (Green Party) de los Estados Unidos, podrían lograr un absoluto control de los tres campos en que se expresa el poder político estadounidense. Lamentablemente, eso no está sucediendo en este país.
Tal como lo ha señalado Bernie Sanders, la candidata presidencial del Partido Verde, Jill Stein, se ha transformado en un símbolo progresista y su campaña política ofrece una gran alternativa. Aparte de los partidos mellizos, el Demócrata y el Republicano, donde el neoliberalismo y el velo blanco nacionalista, están al acecho para atacarse mutuamente, permanecen sentaditos a la espera de un milagro, tanto el Partido Independiente, con su candidato presidencial Gary Johnson, de quien no se habla mucho en los medios de comunicación, como también el Partido Verde. Este último está demandando una transición de un 100% hacia la energía renovable para el año 2030, ha expresado su rotundo rechazo al Acuerdo Trans-Pacífico (TPP), a la vez que lucha por implementar un salario mínimo para todos los trabajadores, de $15 dólares por cada hora de trabajo. Estos son cambios que pueden realmente hacer una gran diferencia en las vidas de la clase media en los Estados Unidos, al tiempo que buscan salvar el planeta que se ve enfrentado a un verdadero un colapso ecológico.
Desafortunadamente, esos cambios no vendrán, ni por la intervención de Jill Stein, ni tampoco por la acción del Partido Verde.
Los liberales estadounidenses que piensan que Jill Stein es la candidata apropiada, en realidad debieran tener preocupaciones mucho más serias. El problema no es que ella tenga algunos puntos de vista más realistas, sino que el Partido Verde tropiece y caiga en las mismas trampas políticas presidenciales, que son las que plagan al Partido Demócrata, colocando demasiado énfasis en la presidencia y en el proceso electoral, incluso en la neumonía que en este momento está sufriendo Hillary Rodham Clinton, mientras se descuida la organización más profunda que se necesita en estas arenas. El resultado, para el Partido Verde, donde sus líderes políticos están más interesados en hacer lo correcto, en vez de posicionarse en una situación de poder a nivel nacional, no se vislumbra por ahora muy promisorio.
Recuerdo haber leído lo que el marxista italiano Antonio Gramsci escribió en el pasado: «Es necesario dirigir fuertemente la atención ciudadana hacia las condiciones presentes, si uno realmente desea transformarlas». Por eso, veo que Jill Stein no tiene oportunidad alguna de ser electa. En el año 2012, en su candidatura presidencial sólo obtuvo el 0.4% de los votos. Quizás la razón sea el estado de su propio partido político. En el mes de Noviembre del 2015, el plan de recolección de fondos del Partido Verde tuvo muchas dificultades financieras. Uno de sus líderes señaló: «Tenemos muy poca unidad sobre cualquier propósito o algún plan de desarrollo, y mucho menos al tratar de atraer o retener mucha gente nueva en nuestro partido». Esto muestra que el Partido Verde no cuenta actualmente con un plan que pueda construir un poder de gobierno y, a pesar de que esto ha sido mencionado hace mucho tiempo atrás, existe muy poca evidencia que demuestre que hayan cambiado las cosas. Para la campaña de Jill Stein, la política es una batalla ideológica y no de poder.
Ella lo ha dicho claramente: «Es difícil tener una campaña revolucionaria dentro de un partido con ideas contra-revolucionarias». Pero esa realidad también se está observando dentro del Partido Republicano que, a través de su candidato presidencial, se está viendo que más radical y reaccionario que nunca.
Para ser justos, debo también indicar que el Partido Verde ha tenido sus logros locales, porque cuenta con 137 legisladores en 16 Estados del país, incluyendo concejales municipales y miembros de las juntas directivas de escuelas públicas. Pero eso no es donde este partido tiene sus ideas centrales, que es colapsar las diferencias entre Donald J. Trump y Hillary Rodham Clinton. En una declaración a la prensa, Jill Stein expresó: «Para permanecer parados rechazando el silencio delante de las corporaciones depredadoras, y de un sistema político capitalista, debemos construir un movimiento electoral de gran fuerza, para que no se nos mantenga ignorados, como lo están intentando en la actualidad».
El 53% de los ciudadanos estadounidenses desea que el sueldo mínimo aumente a $15 dólares por hora trabajada. El 43% de la población de esta nación apoya el movimiento conocido como «La Vida De Los Negros Importa» ( Black Lives Matter), debido al abuso de poder en contra de las comunidades afro-americanas en los Estados Unidos. La preocupación sobre el recalentamiento global está llegando al nivel más alto de los últimos 8 años. Encarar el injustificado maltrato, incluyendo asesinatos por parte de la policía a nivel nacional, y las catástrofes climáticas que se están viviendo en varios Estados de este país, son tareas que la población considera impostergables. Ahora, más que nunca, la política de izquierda desesperadamente necesita ganar las elecciones presidenciales de esta nación.
La campaña del senador Bernie Sanders contribuyó a dejar en claro que el movimiento de izquierda es más popular y poderoso en las últimas décadas de lo que se creía, por lo que hoy existe una gran posibilidad de elegir a cientos de líderes progresistas en oficinas del gobierno norteamericano, colocando un serio desafío en los cargos estatales, en los concejos municipales e incluso en el Senado, en funciones que han estado siendo ejercidas por largos años por miembros del «statu quo», es decir, los personeros tradicionalmente vendidos al mejor postor.
Ahora los movimientos populares están logrando cambiar, aunque lentamente, el clima político del país, lo que se está volteando contra el Partido Demócrata, en dirección de una sociedad más justa. Tanto Donald J. Trump como Hillary Rodham Clinton cuentan con una nueva alternativa, pero esta no vendrá de Jill Stein el próximo mes de Noviembre.
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