«La concentración de riquezas, el poder del dinero, por sobre todo, el dinero fácil, en su accionar destruye la historia, la educación, cultura , los valores de una sociedad que desee permanecer limpia y sana.»

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EDITORIAL: PATRIA MÍA….¿PATRIA NUESTRA?

De nuevo, el país está de fiesta. Banderas por doquier, guirnaldas tricolores, ceremonias rituales cívicas, militares o religiosas, actos escolares con pergenios vestidos de chinas o de huasos, alocuciones inflamadas de orgullo, prédicas dando gracias a Dios por lo que somos como nación.

La patria es un concepto ancho que surge de la filiación que tenemos con nuestros padres. Eso, en lo esencial. Pero, desde que los seres humanos se repartieron el suelo del planeta, también está ligado al territorio en que se nace. Vínculos afectivos, laborales, políticos, hicieron posible que las personas  asumieran la opción de ligarse voluntariamente en el decurso de sus vidas  a nuevas patrias.

Pero ¿Qué es lo que nos hace realmente ser una patria, ser una nación?

Fundamentalmente, el hecho de ser una comunidad humana que,  estando asentada en un territorio, a pesar de las diferencias de toda especie que pueden haber entre sus miembros, comparte una realidad concreta y tiene un sueño  de futuro.

En el mundo contemporáneo globalizado, ya no son  ni el pasado, ni el idioma, ni la religión ni la cultura lo que nos une, sino el tener en común una vivencia y un sueño. En simple, se trata de ser capaces de convivir juntos para construir  juntos.

Los arrebatos nacionalistas llenos de orgullo, prepotencia y groserías; la exaltación bullanguera tras un éxito deportivo; la injuria, el irrespeto y el menosprecio en el trato con quienes llegaron hasta acá buscando una senda para reconstruir sus vidas, no constituyen patriotismo.

La fragmentación social que nos conduce a sentirnos a unos superiores a los otros; la segmentación territorial que se expresa en barrios para ricos y ghettos para pobres; la educación segregada; la consolidación creciente de grupos religiosos según clases sociales; la prepotencia y el orgullo conque quienes tienen dinero miran a los demás; y varios etcéteras más, son los síntomas visibles de una sociedad enferma. Todos estos factores han ido creando una disociación creciente y han generado agresividad y resentimiento que se expresan hasta en la destrucción física del patrimonio común.

Chile es, hoy, una sociedad fragmentada.

Toda tarea política que no sea capaz de definir un ideal compartido fundado en el respeto a la dignidad de todos, con  un sentido de justicia y de equidad, serán infructuosas. Las estadísticas no sirven de nada  si los resultados del esfuerzo común no alcanzan a cada uno de nuestros compatriotas.

Si somos capaces de dialogar, si somos capaces de respetarnos, si somos capaces de asumir nuestras propias y personales responsabilidades, estaremos contribuyendo a la construcción de un país más humano.

Así, algún día dejaremos de hablar de “mi patria” para decir, sin titubeos, “nuestra patria”.

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