«Aquellos o aquellas que creen que la política se desarrolla través del espectáculo o del escándalo o que la ven como una empresa familiar hereditaria, están traicionando a la ciudadanía que espera de sus líderes capacidad y generosidad para dar solución efectiva sus problemas.»

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Ética, moral y política: Uno, el caso Piñera.

En artículos anteriores hemos ya abordado el tema de la ética y la moral en política; sin embargo, por su importancia y trascendencia para el devenir de nuestro país, creo vale la pena detenernos nuevamente a reflexionar sobre este triángulo en que la ética, la moral y la política conviven en permanente tensión.

La ética, se enfoca en el estudio de los actos que los seres humanos realizan voluntariamente y con libertad absoluta; la ética, delibera acerca de por qué ciertas conductas deben ser consideradas buenas o malas, justas o injustas, correctas o incorrectas. La ética, plantea que la felicidad es el fin último del ser humano, y se consigue a través de un actuar motivado por la perfección. Es a través de ella que podemos guiar nuestros actos, para que nos hagan más felices y virtuosos.

La moral, constituye un conjunto de principios y valores que establecen el orden de lo justo y lo correcto en la conducta del ser humano; desde este punto de vista, la moral gobierna todas las conductas humanas sin importar su finalidad, estableciendo las normas que, en un momento histórico determinado, una comunidad considera como modelos de un comportamiento virtuoso.

La política, en palabras de Dowse y Hughes, constituye una práctica social asociada a una actividad humana específica, dirigida a la formación y gobierno del orden colectivo más general de un grupo humano; y esta práctica se manifiesta a través de la utilización y distribución del poder y la estructuración y formalización de redes de autoridad, lo que comúnmente ocurre a través del Estado.

Estos conceptos abstractos coexisten en un difícil equilibrio en la acción política. En el ejercicio de la función política nos encontramos a diario con situaciones y decisiones que ponen a prueba la coherencia ética y moral de un político y su capacidad y asertividad para tomar decisiones que, atendiendo a los intereses superiores del país, cumplan a cabalidad, y no solo en apariencia, con las exigentes expectativas ético-morales que se tienen de quien ejerce esta función.

Desde este punto de vista, un buen político, es aquella persona genuinamente comprometida a dedicar su vida al servicio público, entendido este como el oficio de buscar lo mejor para el país y sus ciudadanos.

Un líder político debe entonces tener una vocación de servir y un compromiso absoluto con el servicio público, poniendo siempre los intereses del país por sobre los intereses personales, políticos o económicos. Un líder político debiera exhibir siempre y en todos los ámbitos un comportamiento regido por la austeridad, ética, integridad y honestidad. Un líder político debiera demostrar en todo momento un compromiso democrático y una profunda convicción cívica. Un líder político debiera ser confiable y capaz de responder responsable y seriamente por las acciones y errores propios y de quienes conforman su entorno.

¿Y qué podemos decir del expresidente y actual candidato presidencial Sebastian Piñera y su manejo del difícil pero indispensable equilibrio que debe existir entre ética, moral y política? ¿Qué opinión nos merece su comportamiento político a la luz de los conceptos de ética y moral antes descritos?

Dejemos que los hechos, al menos los de más reciente data, hablen por sí mismos: la investigación a LATAM (ex LAN) por supuestos pagos de coimas cuando el expresidente era aún director de la aerolínea; los posibles vínculos que el candidato presidencial pudiera tener con el Holding Penta, y la investigación que hoy se realiza en contra de este último por potenciales delitos económicos y de financiamiento ilegal de la política; las relaciones que podrían existir entre SQM, Bancorp, Vox Populi y miembros de la familia del candidato y la investigación por financiamiento ilegal de campañas políticas; la promesa de un fideicomiso ciego voluntario que hoy nos informamos no fue más que un fideicomiso tuerto; el caso Exalmar, sexta pesquera más grande del Perú y uno de cuyos accionistas era el expresidente, que hoy se encuentra bajo investigación por posible uso de información privilegiada.

Estos hechos arrojan lo que al menos podemos describir como un manto razonable de duda acerca del comportamiento político del hoy candidato Sebastian Piñera en su relación y compromiso con las exigencias ético – morales a las que hemos hecho mención.

Observamos una voluntariedad antojadiza en la interpretación y apego a requerimientos ético – morales que no debieran estar sujetos a interpretación alguna.

Constatamos también, una estrategia implementada en forma constante por ciertos medios de comunicación en que pareciera que, por la vía del acostumbramiento y cansancio, el expresidente es finalmente evaluado con una barra menos exigente que la que se aplica a sus pares; se le tiende a disculpar con expresiones como “pero es que él es así”, o “es solo otra Piñericosa”. Sin embargo, esta caricaturización de la responsabilidad ético – moral que un líder político tiene, en que las transgresiones a las exigencias de integridad y transparencia son presentadas casi como una travesura, es inaceptable.

En este tema no hay matices. No aceptemos la banalización de una cuestión de la más alta transcendencia y menos su utilización y manipulación al servicio de intereses electorales. No permitamos que la insensibilidad moral a la que hace mención Zygmunt Bauman se transforme en un comportamiento aceptado, menos de quienes esperan guiar el futuro de nuestro país.

Ningún líder político está por sobre los estándares éticos y morales que se exigen para el desempeño de funciones públicas. No importa el origen ni el poder económico que se tenga; la obligación de actuar siempre con apego a estos estándares es aplicable para todos quienes aspiran a dirigir los destinos de la nación. Nadie está exento de ellos, y ningún político que aspire ocupar cargos de representación popular puede pretender presentar como legítimo el realizar acciones directamente o a través de su círculo más íntimo, que están al filo de lo moral y éticamente aceptable.

No bajemos la guardia; exijamos a todos quienes aspiran a ocupar el sillón presidencial, la observancia de los más altos estándares éticos y morales en todos los aspectos de su vida y la de su entorno, sin excusas ni justificaciones pueriles.

Chile no se merece menos.

Maroto, Canadá.

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1 Comentario en Ética, moral y política: Uno, el caso Piñera.

  1. Maroto, muy bueno tu artículo, pero me gustaría que la misma vara con que mides a el ex Presidente, sea usada para medir a otros líderes políticos. Que pasa con nuestra Presidenta y el caso Caval , que pasa con el financiamiento de su campaña y por ultimo algo que parece una nimiedad, pero es realmente doctora esta señora, nadie lo sabe.
    Luego que pasa con el actual candidato de la izquierda y ultra izquierda sr Guillier, su actuar en el caso Spiniak, donde sin asco y casi en un reality expuso su condición de homosexual de un juez de la República, obligándolo a salir del clóset en directo ? Si eso no es una falta a la ética y a la moral, que es?
    Creo que la vara para medir las actualizaciones públicas de nuestros «líderes » efectivamente no es igual para todos,según la vereda de donde se mire es más larga o más corta, lo único que quiere la gente común y sin pertenecer a ningún partido, es que la prensa y los lideres de opinión como tú, sean más objetivos y más independientes de sus tendencias políticas.
    Por eso deberías escribir una columna, refiriéndote a los candidatos de otros sectores.
    Atte , tu amigo Piton

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