Hablemos de contextos
Resulta extraño que la izquierda no quiera asumir el emplazamiento que generalmente realiza la derecha para debatir el contexto previo a la dictadura militar. Es como si tuviera complejo, miedo o temor a debatir los acontecimientos o el proceso histórico que se vivió en el país con anterioridad al 11 de septiembre de 1973, particularmente el tema de la denominada violencia política.
La tesis de la derecha, el relato histórico de sus historiadores, cronistas, ensayistas y diletantes, entre ellos Patricia Arancibia, Gonzalo Vial o Gonzalo Rojas, tiende a circunscribir, mejor dicho reducir, la violencia política al discurso y accionar de la izquierda chilena; en otras palabras, quienes promovieron la violencia en el Chile reciente tienen nombre y apellido: socialistas con sus Congresos del 1965 y 1967, el MIR y los comunistas.
Por lo tanto, lo que vino posteriormente, durante el gobierno de la Unidad Popular, no fue otra cosa que un “régimen” que promovió la violencia política a través de diversos medios, sean estas las tomas de fundos, industrias, los enfrentamientos, la descalificación al otro y algunos actos de transgresión al “orden” establecido. En vista de lo anterior, la tesis sobre la responsabilidad de la izquierda en los orígenes de la violencia política en Chile se instaló y asumió como un relato verdadero, único e incuestionable.
Sin embargo, lo que omiten, por cierto intencionalmente, estos relatos históricos es el papel desempeñado por las derechas y su relación con la violencia política, el papel de las elites, por ejemplo económicas (empresariales) o bien de aquellos sectores nacionalistas que desde temprano, como dice Verónica Valdivia, fueron a la caza de las Fuerzas Armadas.
En otras palabras, sería bueno y necesarios que habláramos de contextos y sobre todo de la violencia política en Chile, que demás está decir no se circunscribe a los años sesenta y setenta, sino que tiene larga data. Podríamos partir por el proceso de construcción de Estado en Chile y las medidas represivas que impulsó el Ministro Portales a sus opositores. Para no detenernos en el siglo XIX, avancemos hacia fines de aquel siglo y comienzos del XX. Que decir de la matanza de la Escuela Santa María de Iquique. Lo ocurrido hacia mediados de siglo con la aprobación y aplicación de la Ley de Defensa de la Democracia, y el historial represivo contra el movimiento popular. No fue precisamente la izquierda el sector político y social que impulso aquella violencia contra los trabajadores.
Pero si queremos circunscribir el debate a los años sesenta y setenta, podríamos hablar de las muertes del General René Schneider o del edecán Arturo Araya. A lo cual se suman los actos de sabotaje, acaparamientos, atentados a puentes, caminos, oleoductos, todos ellos tienen un denominador en común: la mano de las derechas. Pero no es todo, efectivamente la sociedad chilena transitó desde mediados de siglo XX y hasta el golpe de Estado de 1973 desde la agudización del conflicto político hasta la violencia política institucionalizada. En otras palabras, actos, acciones y momento de violencia política siempre han estado presente en la historia nacional; sin embargo, lo que se vivió a contar del 11 de septiembre de 1973, no tiene parangón alguno.
Desde el momento mismo en que los militares intervinieron se desplegó una violencia política institucionalizada, es decir, la Junta Militar convirtió la institucionalidad en un gran dispositivo del terror, con el objetivo de reprimir, asesinar y hacer desparecer a miles de compatriotas y en esa tarea, tanto previa, azuzando a los militares, como posteriormente colaborando con ellos, estuvieron estos sectores de derecha, los mismos que hoy exigen, sin pudor, que se hable de contexto.
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