
INTOLERANCIA, UN FENÓMENO PELIGROSO
Desde Canadá.
En un artículo escrito a principios del 2018 nos referimos a la importancia de la tolerancia para la convivencia ciudadana y señalamos que ella es un valor de orden moral y social y una virtud humana de gran relevancia.
Desde el punto de vista moral, la tolerancia implica el respeto profundo hacia la individualidad del otro; respeto que exige reconocer las diferencias y comprender y aceptar las singularidades, ya sea que estas tengan su origen en aspectos sociales, culturales, religiosos o políticos. Desde el punto de vista social, la tolerancia es además un valor primordial, que nos permite construir las condiciones apropiadas para fomentar una coexistencia pacífica y promover una convivencia dialogante entre los seres humanos.
La tolerancia es también una virtud humana que en términos amplios puede entenderse como la capacidad de reconocer y aceptar la diversidad de opinión social, étnica, cultural y religiosa; es la capacidad y el compromiso individual de saber escuchar, aceptar respetuosamente a los que nos rodean y valorar sinceramente las distintas formas de entender y acercarse a la vida.
En este contexto, la tolerancia política o civil es un requisito esencial para una democracia sana que, basada en el respeto fundamental a los derechos humanos, se manifiesta en asumir con generosidad que todos, cada uno desde su propia perspectiva, actúan de buena fe e intentan aportar para construir un mundo mejor. La tolerancia es la fortaleza intelectual que nos permite aceptar que pensamos distinto o aspiramos a sociedades con matices o prioridades diferentes; es la capacidad de escuchar y disentir con respeto, sin descalificaciones apresuradas y burdas, ni violencia física o psicológica; es la humildad y sabiduría para entender que mas allá de nuestra opinión, no somos nosotros los llamados a juzgar una actitud o acción determinada, ni a responder con violencia frente a la provocación, sino que son las instituciones que como sociedad nos hemos dado las llamadas a determinar lo que esta permitido o no hacer.
Lamentablemente, los acontecimientos de los últimos años nos parecen indicar que el mundo se mueve en la dirección contraria.
La intolerancia parece ser hoy un fenómeno de moda que, aprovechándose de la ventana de oportunidad creada por la crisis política, social, y económica que afecta a vastos sectores de nuestra sociedad, se expande de país en país, manifestándose en la ascensión al poder de gobiernos fanáticos e intransigentes y el surgimiento de movimientos populistas de extrema derecha con discursos cada vez mas polarizados.
El mapa político mundial ha cambiado y la presencia amenazadora de un nacionalismo excluyente, es ya no sólo un recuerdo del pasado, sino que una realidad política en el contexto internacional actual. En Alemania (Partido Alternativa para Alemania), Finlandia (Partido Finns), Suecia (Partido Demócratas de Suecia), República Checa (Partido Libertad y Democracia Directa), España (Partido Vox), Francia (Frente Nacional), Austria (Partido de la Libertad), Hungría (Partido Fidesz), Polonia (Partido Ley y Justicia), Italia (Liga Norte Salvini y Movimiento 5 Estrellas), Chile (Acción Republicana), Estados Unidos (Trump), Brasil (Bolsonaro), Rusia (Putin), Filipinas (Duterte), Turquía (Erdogan), e India (Modi), van surgiendo uno tras otro los ejemplos de movimientos, partidos y gobiernos, que enarbolando banderas marcadas por el ultranacionalismo, la anti-inmigración y la negación de la diversidad, y con discursos radicalizados, autoritarios y discriminatorios, van adquiriendo mayores cuotas de poder e influencia política.
Recientemente Angela Merkel, líder de la centro derecha alemana, señaló que Alemania tiene la responsabilidad como país de hacer frente a la amenaza que representan los movimientos de extrema derecha, tanto a nivel nacional como internacional. Su llamado es a las generaciones salientes a re-comprometerse con la responsabilidad moral de seguir enseñando las lecciones de la historia y a las nuevas generaciones a no ceder terreno al populismo. “Tenemos que decirles a nuestros jóvenes lo que la historia nos ha traído” y los horrores que la intolerancia ha causado. “Es por esto que estamos a favor de la democracia, y es por esto que siempre tenemos que situarnos en el lugar del otro. Es por esto que nos levantamos en contra de la intolerancia; y es esta la razón por la que no aceptaremos nunca ninguna violación a los derechos humanos. Esta tarea se ha hecho cada vez más difícil, pero igualmente requiere ser llevada a cabo”.
El llamado de Merkel a rescatar la tolerancia es de plena actualidad y aplicación global y es además consistente con el análisis hecho por Levitsky y Ziblat al estudiar las razones por la que las democracias mueren. Según estos autores, la polarización puede destruir la democracia. “Cuando diferencias socio-económicas, raciales o religiosas dan lugar a una polarización y partidismo extremo, en que la sociedad se divide a si misma en campos políticos cuyas visiones del mundo no son consideradas sólo diferentes sino que mutuamente excluyentes, es muy difícil mantener un ambiente de tolerancia”.
Profundizando en el tema los autores antes citados señalan que la tolerancia es una de las normas no escritas fundamentales que dan vitalidad y garantizan la buena salud de un sistema democrático. La tolerancia es entendida según ellos como la idea de que en tanto nuestros rivales políticos se mantengan dentro de las normas constitucionales y legales, aceptamos que igual tienen derecho a existir, competir por el poder y gobernar. Podemos estar en desacuerdo con ellos; es mas, podemos considerar sus planteamientos como totalmente inconducentes, pero sin embargo, los aceptamos como legítimos. Visto de otro modo, la tolerancia mutua según Levitsky y Ziblat es la voluntad política colectiva de estar de acuerdo en que estamos en desacuerdo; y cuando las normas de tolerancia mutua se debilitan, la democracia se hace difícil de sostener, dando lugar a las justificaciones propias de movimientos radicales y autoritarios.
En el mundo hoy, y Chile no es una excepción, observamos cada día con mayor frecuencia, como la intolerancia se manifiesta en las autoridades de gobierno, la clase política, la jerarquía de la iglesia, rectores de algunas universidades, y la ciudadanía en general. Ya no se trata de casos aislados, sino que de una tendencia cada vez más marcada a no considerar y aceptar la diversidad de pensamiento como un componente que esencialmente enriquece y fortalece la democracia y cuyo límite es ella misma. Como señalara el sacerdote Félix Palazzi, la tolerancia se construye no sólo en el reconocimiento genuino de la dignidad del ser humano y su libertad de pensamiento, sino que también en su servicio a la verdad, la igualdad y la justicia; y son estos elementos los que constituyen su esencia y su límite a la vez.
En la medida en que no reaccionemos a tiempo y hagamos un esfuerzo sincero por recuperar nuestra capacidad de ser tolerantes sin dejar de ser críticos, abandonando la tozudez, los fanatismo y el extremismo político, la convivencia social seguirá degradándose con nefastas consecuencias para la democracia como sistema y para nosotros como sociedad.
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