
La ciudad del silencio
El Silencio es la ausencia total de sonido, por consiguiente la ausencia de una persona seria a su vez la “ausencia del que habita una ciudad”. El Cementerio, entonces, es un “espacio del silencio”, ese lugar no habitado, donde nuestros muertos reposan eternamente a la manera de una Necropolis moderna. Sin embargo, estos lugares se han transformado a lo largo de la historia en lugares significativos, no solo el lugar donde celebramos rituales funerarios y donde dejamos partir a quienes ya no nos acompañan, sino, también, según sea nuestro imaginario o nuestras creencias buscamos preservarlos en esta realidad en diversas expresiones culturales. Por consiguiente el cementerio se convierte entonces, no solo en un lugar para los muertos sino a la vez, un lugar para los vivos.
De esta “ciudad del silencio” nos hablan los magníficos templos imperiales destinados a las ofrendas y al culto de un difunto o familia real, o monumentos funerarios de grandes dimensiones como el Mausoleo de Qin Shi Huang, quien fuera el primer emperador de la China unificada de la dinastía Qin del año 200 AC, con más de 2 km cuadrados de extensión, más 30 años dedicados solo a su construcción, y que fuese reconocido por el descubrimiento de los Guerreros de Terracota. La dimensión del amor eterno se puede descubrir en el magnifico palacio del Taj Mahal, en Agra, India construido para la esposa favorita del emperador musulmán Shah Jahan entre los años 1628 y 1658, hoy uno de las tumbas mas visitados del mundo al igual que el conjunto funerario de las Pirámides de Guiza, patrimonio de la humanidad que se remonta al periodo del Imperio Antiguo de Egipto en los años 2500 A.C.
Desde las notables edificaciones como El Panteón de Roma, Italia, del año 118 D.C de estilo arquitectónico clásico y que se convirtiera en referente para el mundo católico a pesar de su origen griego de carácter monumental, hasta pequeños entierros colectivos señalados con simples estructuras megalíticas (piedra) como los dólmenes y menhires, o un conjunto de crómlech compuesto de círculos de piedras como el caso del conjunto prehistórico de Stonehenge ubicado en Amesbury, Inglaterra, datado en el siglo 20 A.C.Todos ellos permanecen presentes en nuestro cotidiano y memoria colectiva como lugares de profundo sentido de presencia y atemporalidad.
Más cerca, en nuestra propia ciudad, destaca entre otros, el Cementerio General de Concepción que nos habla de nuestra identidad y no solo de nuestras penas. Mantiene en su interior interesantes mausoleos y tumbas de valor patrimonial que nos recuerdan una aristocracia penquista de fuerte origen europeo, ilustrados y militares; también de criollos católicos y disidentes. Nos habla también de la precariedad y de la partida de familias enteras que han abandonado sus tumbas y nos han legado a sus familiares. Al recorrer sus patios algo golpeados en cada uno de los terremotos que hemos sufrido a lo largo de nuestra historia, nos permite también comprender nuestra humanidad y fragilidad que, de diferentes formas y formatos, nos da cuenta de un lugar de oración y reflexión, de silencio pero también un espacio único de aprendizaje de nuestra memoria, un auténtico reflejo de la sociedad que hemos construido.
El Cementerio de Concepción esconde historias y personajes notables e insospechados de nuestro pasado como el General de la Cruz o Pedro del Rio Zañartu. Asimismo, aparecen mitos y leyendas como el de Petronila Neira. Presente, también, pero más oculto y doloroso, está el patio de niños además de las zonas donde se han encontrado restos de detenidos desaparecidos. El cementerio es entonces “un museo abierto”, que entre calles arboladas y avenidas, plazuelas y esculturas de mármol y otras de yeso, nos relata quienes fuimos y también quienes somos hoy, y la oportunidad que tenemos todos de transformarlo nosotros mismos en “un lugar de encuentro”, en nuestra propia “ciudad del silencio”.
Qué hermosa y delicada reflexión la suya soledad… el comienzo de su artículo es maravilloso.
Tan hermosa como su nombre