«Si la humanidad desapareciera, el mundo se regeneraría en 50 años. Si los insectos desaparecieran, el ecosistema colapsaría en unos pocos meses.»

Edward O. Wilson.

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La escuela: un arca de Noé

Paola Tapia López

Profesora Educación General Básica Mención lenguaje. Máster en Investigación de la didáctica de la lengua y la literatura. Doctora en Investigación de la didáctica de la lengua y la literatura.

Después de haber abierto el año pasado las escuelas en plena pandemia en la que se desarrolló el curriculum de forma remota, estas han sufrido, aprendido y han mejorado con la crisis. Ya están de nuevo en acción, enriquecidas por la experiencia. Me he alegrado mucho por ello ya que, como en su momento dije, una pantalla no es una escuela.

Los docentes trabajaron de manera humilde, sacrificada y persistente en una tarea que es la más delicada, difícil y arriesgada que se le ha encomendado al ser humano en la historia: trabajar con el corazón y con la mente de nuestros niños y jóvenes.

La escuela es la única institución que pueden salvar a las personas del diluvio de la ignorancia, la desigualdad y la injusticia.

Quiero, en estas líneas, rendir un tributo de admiración, gratitud y afecto a quienes cada día acudieron apasionadamente a las escuelas para realizar su tarea de enseñar y educar. No siempre son reconocidos, respetados y apoyados como merecen. Ni por la política, ni por las familias ni por los propios alumnos.

He pasado toda mi vida vinculada a la escuela, una buena parte como estudiante y otra como profesora, pero lejos lo más difícil ha sido sacar adelante una escuela en crisis sanitaria, pero a la vez esta ha sido una gran oportunidad de realizar un quiebre y replantearnos una nueva modalidad de enseñanza, razón por la cual surge la pregunta “¿Qué hace una escuela como tú en un mundo como éste?”

Cada comunidad educativa tiene características comunes y, al mismo tiempo, ninguna es exactamente igual a otra. Con la misma normativa, parecido curriculum y similar estructura, cada una es diferente a todas las demás. Ahora bien, todas tienen unos rasgos compartidos. Veamos algunos para entender la práctica profesional de los docentes y la actividad de los escolares.

– La escuela es la gran mezcla social: los niños comienzan la socialización en el marco de una comunidad en la que aprenden a convivir en la diversidad. Y en ella aprenden a relacionarse y a convivir, a respetarse y a compartir el conocimiento y la realidad. En ella se conocen, dialogan y se ayudan.

Todos pueden acudir a ella sin distinción de su clase social, de su etnia, de su religión, de su situación económica. Es la casa común, es el lugar de encuentro, es la plaza mayor de la infancia y de la juventud.

– La escuela corrige la desigualdad: A través de la institución escolar las personas pueden romper la condena de la pobreza y de la penuria cultural de la que parten. Gracias a la escuela yo he podido pasar de una familia humilde a estar escribiendo este artículo.

– La escuela enseña la igualdad de género: En la escuela convive variedad de género, pero ese simple hecho no es suficiente para hacer eficaces los propósitos de la igualdad.

En la escuela se lucha contra la filosofía sexista que emana de los textos, las formas de comportarse y de hablar presididas por el patriarcado, que rompe las expectativas discriminatorias sobre las niñas y que propicia el aprendizaje responsable del género.

– La escuela enseña a pensar: La escuela no enseña lo que hay que pensar sino a pensar. En ella domina la argumentación, el análisis y la exploración. La escuela es el reino de la exigencia intelectual, del espíritu crítico. Resulta decisivo saber cuáles son las causas y los efectos, tanto en la realidad social como en la vida particular.

– La escuela es una institución contra hegemónica: La escuela no está en el vacío, ni en la estratósfera, ni en una campana de cristal. Está en el mundo. La cultura neoliberal que nos envuelve contradice la mayor parte de los principios que defiende la escuela porque se sustenta en el individualismo, la competitividad, el relativismo moral, la obsesión por la eficacia, la privatización de bienes y servicios, el imperio de las leyes de mercado, la hipertrofia de la imagen, el capitalismo salvaje… La escuela ha de ir contracorriente, aunque sea más difícil que dejarse arrastrar. La corriente arrastra solo a los peces muertos.

– La escuela es el escenario del aprendizaje: En la escuela se aprende a conocer la cultura, el arte, la lengua, la historia… Se aprende a descubrir el mundo, ayudados por especialistas en la enseñanza, los alumnos estudian, comprenden, aprenden y comparten el conocimiento del mundo.

– La escuela es una institución inclusiva: En su afán de enseñar a convivir, recibe a personas con una infinita diversidad. Se honra y se enriquece al recibir a personas con diferentes discapacidades, sabedora de que es una riqueza y no una lacra ayudarlos a aprender y a desarrollar sus capacidades. Es inclusiva también porque atiende a cada uno y a cada una según su personalidad.

– La escuela es una institución en la que se busca la felicidad: La inteligencia es la capacidad de ser felices y de ser buenas personas. La escuela es el espacio de los afectos, en el que las personas se sienten respetadas, queridas y ayudadas a desarrollarse en todas las dimensiones del ser. La escuela es el reino de lo afectivo.

– La escuela es una institución que aprende: La institución educativa no es solo una institución que enseña; es, sobre todo, una institución que aprende. Para ello hace autocrítica y se abre a la crítica de las familias y de la sociedad.

Esta escuela que defiendo y que deseo para nuestra sociedad ha de ser la niña mimada de la ciudadanía. Porque a todos nos interesa que exista y que funcione. Porque de ella depende la transformación y el verdadero progreso de la sociedad, un progreso asentado en valores. Porque en ella se forman las personas que van a construir una sociedad más democrática, más justa, más hermosa y más habitable.

Conocerla, apoyarla, amarla, ayudarla es la mayor exigencia democrática de un país. Lo cual no significa aplaudir todo lo que hace sino pensar y exigir que sea la mejor escuela posible. Nos lo jugamos todo en ello.

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