«La verdadera grandeza no es tener poder, sino saber renunciar a él.» Gore Vidal

 

 

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LA NATURALEZA COMO UN SUJETO DE DERECHO: FUNDAMENTOS (Parte 1)

Alberto Peña Cornejo

Ingeniero Forestal. Universidad de Chile.

RESUMEN

El Pueblo de Chile, en un acto sin precedentes históricos, ha hecho valer su potestad como Poder Constituyente y ha tomado la decisión de redactar una Nueva Constitución, que reemplace aquella ilegítima Constitución impuesta sin vigencia del Estado de Derecho, por una dictadura que pretendió perpetuar una visión hegemónica y no representativa de todo el pueblo chileno.

Todas las anteriores constituciones de Chile se elaboraron bajo el marco de lo que se denomina “filosofía mecanicista”[i], que  constriñe el rol de la Naturaleza a una simple proveedora de bienes y servicios a través de los denominados “recursos naturales”, definidos así dentro del mismo marco epistemológico. Bajo ese marco se definió lo que significa moderno, desarrollo, crecimiento, derechos; todo bajo un prisma exacerbadamente antropocéntrico, consecuente con lo que el conocimiento a ese entonces había construido, difundido, enseñado y finalmente consolidado en los diversos ámbitos de la sociedad mundial y chilena[ii].

Sin embargo desde la instalación de la filosofía mecanicista, también el conocimiento había seguido avanzando y algunos grandes pensadores, tales como Blaise Pascal, Immanuel Kant, Alexander von Humboldt, Ernst Haeckel, George Perkins Marsh, entre otros, venían poniendo en duda esta concepción sólo mecanicista de la Naturaleza. En el siglo XX nuevos pensadores como Lynn Margulis, James Lovelock, Humberto Maturana, Francisco Varela, Morris Berman, Fritjof Capra, Claudio Naranjo, Gastón Soublette, Ziley Mora, por destacar algunos, vinieron a complementar y ampliar el trabajo de sus antecesores, para concluir que la Naturaleza corresponde más bien a un ‘holobionte’  (término planteado por primera vez por Lynn Margulis) y que dialoga muy bien con las propuestas de Lovelock sobre la Teoría Gaia. Es decir, se está instalando un nuevo paradigma respecto de la relación entre la Humanidad y la Naturaleza, eliminando la visión mecanicista y antropocéntrica de ella.

En ese contexto, la elaboración de la Nueva Constitución, debería recoger el avance del conocimiento, abandonando la visión mecanicista y antropocéntrica de la Naturaleza, e incorporando los nuevos epistemes que surgen del nuevo paradigma que se está instalando.

ANTECEDENTES

Ha llegado el momento de cambiar el paradigma que ha regido nuestra percepción acerca de la relación entre la Humanidad y la Naturaleza. Tal como nos señalaba el doctor Rodolfo Gajardo Mitchell en 2006[iii]:

Es una certidumbre real que muchos de los conceptos, referentes y paradigmas que en el pasado fueron útiles en la Sociedad Chilena, tanto para su expansión económica y territorial como para el desarrollo de una cultura nacional, han perdido en mucho su potencial inspirador. Los cambios provocados por el despliegue del conocimiento científico y por el cada vez más complejo ideario sociológico y cultural, en la economía, en los modos de vida y en los equilibrios planetarios, han llevado a la obsolescencia a buena parte de aquello que nos fue enseñado como que era permanente. Ha ocurrido así también en el ámbito de la conservación de la Naturaleza, donde es urgente un reconocimiento a su valor supremo como Herencia Natural de la Nación. Esto es porque constituye el conjunto de paisajes que forma el idioma común de nuestro entorno y representa el patrimonio físico y  biológico que los chilenos hemos recibido como herencia de la Naturaleza y de la vida y del esfuerzo de nuestros antecesores”.

En el fondo, decía, se requiere de una nueva epistemología para actualizar nuestros conceptos, ideas, referencias, y en definitiva cambiar el paradigma imperante que nos ha traído hasta las postrimerías del siglo XX con un fuerte pasivo ambiental, mismo que hoy está poniendo en riesgo la sobrevivencia de la propia Humanidad. 

Hasta ahora y desde hace mucho tiempo hemos definido o hablado de la Naturaleza sólo desde la perspectiva de una fuente proveedora de recursos naturales, para algunos infinita y para otros finita, pero siempre referida a las nociones instaladas en nuestra percepción del valor de uso y del valor de cambio, categorías que a su vez son definidas desde una visión absolutamente antropocéntrica, incluso cuando últimamente se ha agregado que, además, la Naturaleza provee satisfactores culturales y espirituales que, siendo un avance en la percepción logrado por la ampliación del conocimiento, no deja de ser una mirada desde nuestra perspectiva como seres humanos.

Si se presta atención a los vocablos “recursos naturales”, veremos que su propia definición constriñe a la Naturaleza a un mero rol de proveedora[iv]; por ejemplo Anzil (2006) señala que: “los recursos naturales son parte de la naturaleza, por ende da lugar a cualquier explotación o aprovechamiento por parte del hombre para, de una u otra manera, poder satisfacer sus necesidades. Estos recursos pueden clasificarse en renovables y no renovables”. Según Cabrerizo (2016), recurso natural es todo aquello que la humanidad obtiene de la naturaleza para satisfacer sus necesidades de bienes y servicios, de manera directa (materias primas) o indirecta (recursos naturales culturales que proporcionan servicios ecológicos indispensables para la continuidad de la vida)”.

Una más amplia explicación la entregaba Andrea Verónica Mastrangelo[v]: El concepto de recurso, al igual que su clasificación en renovables y no renovables, proviene de una concepción moderna del vínculo hombre – naturaleza – sociedad. La idea que la naturaleza es exterior al hombre es un eje de las representaciones sociales populares y científicas del occidente ideológico, con arraigo y genealogías posibles que provienen desde la comprensión teológica cristiana del Universo hasta algunas teorías científicas de los siglos XV al XX (fisiocracia, marxismo, desarrollismo, entre otras)”.

Es muy importante, además, la idea que plantea Mastrangelo acerca de que se concibe a la naturaleza como algo exterior al hombre, a lo que se adiciona el hecho de algunas religiones la ponen al “servicio” del hombre y a éste como amo y señor de ella, completándose de esta manera la letal creencia de que es posible expoliar la naturaleza, sin que ello reporte efectos negativos sobre la Humanidad. Una clara definición de lo anterior, paradójicamente está planteada por quien podría considerarse el padre del paradigma moderno, René Descartes, que escribe así en su Discurso del Método publicado en 1637:

Y que en lugar de la filosofía especulativa ahora enseñada en las escuelas podemos encontrar una filosofía práctica, mediante la cual, conociendo la naturaleza y la conducta del fuego, del agua, del aire, de las estrellas, del cielo y de todos los otros cuerpos que nos rodean, como ahora entendemos las diferentes destrezas de nuestros trabajadores, podemos emplear estas entidades para todos los objetivos para los cuales son adecuados, y así hacernos amos y dueños de la naturaleza«.

Este modo de entender la relación entre Naturaleza y Humanidad tuvo importantes promotores, como muy bien describe y sintetiza Zygmunt Baumann[vi]:

“Desde fines del siglo XVII, el lenguaje utilizado para referirse a la ‘naturaleza’ estaba saturado de conceptos y metáforas militares.  Francis Bacon no dejó nada librada a la imaginación: la naturaleza debía ser conquistada y obligada a trabajar duro para servir los intereses y el bienestar humano.  Descartes comparó el progreso de la razón con una serie de batallas victoriosas libradas contra la naturaleza; Diderot convocó a teóricos y prácticos a ‘unirse en nombre de la conquista y el sometimiento de la naturaleza’.  Karl Marx definió el progreso histórico con la “irrefrenable marcha hacia el dominio total de la naturaleza por el hombre”.

Morris Berman, doctor en filosofía con especialidad en historia de la ciencia, precisaba que: “El paradigma cartesiano es el modo dominante de la conciencia en Occidente desde el siglo XVII a la actualidad. Define como real aquello que puede ser analizado o explicado por el método científico, el atomismo y la filosofía mecánica. El mundo es visto como una vasta colección de materia y movimiento que obedece ciertas leyes matemáticas[vii].

Durante más de dos mil años y acentuado en los últimos quinientos, ha prevalecido un enfoque antropocéntrico y mecanicista para relacionarnos con la Naturaleza. Ello a pesar de las tempranas advertencias que nos hacía, entre otros, Alexander von Humboldt.

En efecto, Humboldt estaba alejándose de la perspectiva antropocéntrica y mecanicista que había regido la relación del ser humano con la naturaleza durante milenios; decía que “todo es interacción y reciprocidad[viii]; misma cuestión plantearía Lynn Margulis un par de siglos después y profundizaría en el tema con su teoría de simbiogénesis[ix] (instalando además el concepto de Holobionte), como la principal fuente de la novedad y diversidad biológica y que además desecha o pone en duda aquella interpretación de la competencia “salvaje” como el único motor de la evolución, planteando que es la colaboración la mejor herramienta de la evolución: “La vida es una unión simbiótica y cooperativa que permite triunfar a los que se asocian”.

Ya en 1845 Humboldt planteaba que “la naturaleza es un conjunto vivo[x]; más tarde, justamente James Lovelock desarrolla su teoría de Gaia y es Lynn Margulis una de las escasas científicas que toma en serio esas ideas cuando Lovelock planteaba que utilizaba la palabra Gaia… “para nombrar el sistema hipotético que regula este planeta[xi].

Recientemente nos enseñaba Humberto Maturana que: Hace mucho tiempo que los seres humanos dejamos de sentirnos parte de un todo y pasamos a aislarnos como individuos, lo que nos llevó a sentir que lo que hacemos no tiene efecto en el mundo. Durante generaciones, hemos sentido que nuestros actos no impactan en el planeta, porque nos educaron así, negando la condición de ser partes de un todo…”[xii]

Y el doctor en física teórica de la Universidad de Viena, Fritjof Capra completaba:

Los nuevos conceptos de la física han ocasionado un profundo cambio en nuestra visión del mundo, determinando el paso de una concepción mecanicista cartesiana y newtoniana, a una visión holística y ecológica que, en mi opinión, es muy parecida a las concepciones de los místicos de todas las épocas y de todas las tradiciones… Por consiguiente, lo que necesitamos es un nuevo «paradigma», una nueva visión de la realidad; una transformación fundamental de nuestros pensamientos, de nuestras percepciones y de nuestros valores[xiii].

Finalmente deberíamos también considerar que también esta concepción mecanicista y antropocéntrica contribuyó fuertemente a generar la percepción de una Naturaleza infinita, una interminable proveedora de “recursos naturales”, la cornucopia inagotable de las leyendas, incidiendo con tal fuerza en el desarrollo de las ideas (tal como nos muestra Zigmunt Baumann) que se nos olvidó tener en cuenta que nuestra querida Tierra tenía una “capacidad de carga” limitada y que no podía sostener en forma equitativa a una población humana que crecería hasta el infinito; este punto que tempranamente fue planteado por el Malthusianismo y el Neomalthusianismo[xiv], había sido abandonado aparentemente dadas sus primeras concepciones, sin caer en la cuenta que el mismo marco conceptual, la propia filosofía mecanicista y la deshumanización creciente estaban en la base del tema de fondo, que determinaba la creencia ciega en que la tecnocracia siempre resolvería los problemas aparentemente insalvables. Entonces, el marco epistemológico de la filosofía mecanicista, unido al antropocentrismo y a una población creciendo en forma desorbitada, simplemente estaban acelerando llevar a la Tierra a su límite de “capacidad de carga”, a los bordes de sus capacidades de resiliencia; así fue que en los años ’80 del siglo XX un nuevo autor[xv] retoma este tema del crecimiento acelerado de la población mundial y lo cruza con los nuevos fenómenos del Cambio Climático, la pérdida creciente de la biodiversidad a expensas de la sobreexplotación y la consecuente desertificación que venían denunciando los naturalistas, como Alexander von Humboldt y sus sucesores, para señalar que: “Nunca antes la humanidad había enfrentado una catástrofe tan devastadora como la que comenzamos a experimentar en la actualidad. Jamás la supervivencia de nuestra especie y la de todos los seres vivos que habitan en el planeta se había visto tan comprometida”.

Señala también que: el surgimiento del homo colossus, caracterizado por la exuberancia y la desmesura. Sostiene que hay una pérdida del sentido de los límites y que robamos vorazmente al futuro mediante extensiones fantasma: del comercio y de las biomasas pesqueras”.

Agregando finalmente: “A fin de evitar deshumanizarnos, al punto de inclinarnos al genocidio, tenemos que dejar de exigir un progreso perpetuo”. Coincidiendo en este punto con lo planteado ya en 1972 por el informe al Club de Roma: Los Límites del Crecimiento[xvi].

Bien podríamos hacer una especie de metáfora señalando que hoy los Cuatro Jinetes del Apocalipsis son: a) el marco generado por la filosofía mecanicista y su concepción de una Naturaleza infinita; b) el antropocentrismo absoluto; c) el crecimiento ilimitado de la población y; d) el Cambio Climático ya transformado en Crisis Climática y la Desertificación subsecuente.

Era necesario repensar todo.

(La Parte 2 de este artículo se publicará en la edición del 26.12.2021)

FUENTE DE IMAGEN  (Foto: Diego Pérez / WCS)

https://www.actualidadambiental.pe/presentan-proyecto-de-ley-que-reconoce-derechos-de-la-madre-naturaleza/


[i]   http://www.revista.unam.mx/vol.5/num3/art19/art19-11.htm  Visitado el 11.12.2021.

[ii] Al decir de Rafael Agacino, dicho marco se transformó en el “sentido común predominante”, refiriéndose a las profundas reformas estructurales que instaló la dictadura, donde impera una racionalidad individualista y de mercado. En: Frank Gadichaud. LAS FISURAS DEL NEOLIBERALISMO CHILENO. Tiempo Robado Editoras. 2015, p. 13. 

[iii] Rodolfo Gajardo M. En: ACTAS DEL PRIMER COLOQUIO SOBRE LA HERENCIA NATURAL DE CHILE. La Conservación del Bosque Esclerófilo en el Paisaje Natural y Cultural de Chile Central. Universidad de Chile. Facultad de Ciencias Forestales. 2006, p. 7.

[iv]https://www.google.com/search?q=definici%C3%B3n+de+recursos+naturales+seg%C3%BAn+autores&oq=definici%C3%B3n+de+recursos+naturales&aqs=chrome.1.69i57j0i512l9.10100j1j15&sourceid=chrome&ie=UTF-8.  Visitado el 11.12.2021.

[v] Andrea Verónica Mastrangelo. 2009. Análisis del concepto de Recursos Naturales en dos estudios de caso en Argentina (https://www.scielo.br/j/asoc/a/XgNdtP7KdZ3mRGMzyPyWz4M/?format=pdf&lang=es)

[vi] BAUMANN, Z. “TRABAJO, CONSUMISMO Y NUEVOS POBRES.”, Ed. Gedisa, Barcelona, 2000. Págs. 22-23.

[vii] Morris Berman. El reencantamiento del mundo. Editorial Cuatro Vientos. 1987.

[viii] Citado en: Andrea Wulf. LA INVENCIÓN DE LA NATURALEZA. EL NUEVO MUNDO DE ALEXANDER VON HUMBOLDT. 2018, p. 88.

[ix] https://mujeresconciencia.com/2014/07/16/lynn-margulis-la-vida-desde-la-cooperacion-microbiana/ Visitado el 11.12.2021.

[x] Ídem, p. 305.

[xi] J.Lovelock, G Bateson, L.Margulis, H. Atlan, F. Varlea, H. Maturana y otros. GAIA. Implicaciones de la nueva biología. Kairós. Tercera edición. 1995, p. 85

[xii] Ximena Dávila, Humberto Maturana. LA REVOLUCIÓN REFLEXIVA. UNA INVITACIÓN A CREAR UN FUTURO DE COLABORACIÓN. PAIDÓS. Abril 2021, p. 70.

[xiii] Fritjof Capra. EL PUNTO CRUCIAL. Editorial Estaciones. 1992, p. 9.

[xiv] Aunque ambos teñidos de una especie de moralidad victoriana y sobre todo el segundo con ciertas ideas cercanas a concepciones fascistas; aunque ambos pretendían centrar el problema en las clases obreras y los pobres, como los responsables de una natalidad descontrolada, proponiendo ambos medidas represoras e incluso eugenesia)

[xv] William Catton Jr. Rebasados/Overshoot. Las bases ecológicas para un cambio revolucionario. Editorial Océano. 2010.

[xvi] http://habitat.aq.upm.es/gi/mve/daee/tmzapiain.pdf Visitado 16.12.2021.

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