
LA PERVERSIÓN DE LA DEMOCRACIA
René Fuentealba Prado, abogado.
Winston Churchill, en una frase histórica, expresó que la democracia era el peor de los sistemas buenos de gobierno y el mejor de los sistemas malos. También se ha afirmado, en su defensa, que es preferible un sistema en que se cuentan las cabezas que uno en que se cortan las cabezas. Otros han dicho que, a pesar de todos sus defectos, la democracia es el único sistema que lleva en sí mismo la capacidad de corregir sus errores. Sin embargo, el régimen democrático, que permite igualar a todas las personas al tomar las decisiones de la comunidad política, pese a su aceptación casi generalizada en Occidente, está bajo permanente amenaza.
La democracia liberal, definida en simple como el gobierno de la mayoría con el debido respeto a los derechos de la minoría, implica asumir ciertas convicciones de carácter moral entre las que destacan el leal sometimiento a las reglas del juego, por una parte, y la amistad cívica como expresión de respeto por los derechos y las opiniones de los demás, por otro lado.
Aceptar las reglas del juego significa asumir las normas que regulan el gobierno de una sociedad determinada en cada uno de sus niveles, respetándolas en su carácter sustantivo y no quedándose en su aspecto meramente formal. Con bastante frecuencia se encuentran casos en que los detentadores del poder se inclinan ante la letra de la Constitución y de la ley pero buscan mañosamente la manera de burlarlas para conseguir sus objetivos. Así sucedió en Chile bajo el gobierno de la Unidad Popular en que se recurrió a los “resquicios legales”, usando decretos-leyes antiquísimos, dictados bajo gobiernos de facto y que siempre se entendieron como derogados y no vigentes, evitando de esta manera la asunción de acuerdos políticos y conduciendo al país a un despeñadero sin fondo que terminó en lo que terminó. Otro ejemplo encontramos en la vecina Bolivia, cuyo presidente, habiendo perdido el plebiscito que hacía posible su reelección, ha manifestado su voluntad de repetirlo hasta que lo gane. La diputada Camila Vallejos nos ha sorprendido, ahora, con su pueril argumentación de que el régimen venezolano no puede ser señalado como dictadura porque fue elegido democráticamente. Con ese criterio, tampoco habría merecido este calificativo el régimen de Hitler.
La democracia lleva implícita, también, la exigencia de respeto a los derechos del ciudadano. Por esa razón, al consagrarse el derecho universal de sufragio se ha establecido que éste debe ser libre, secreto e informado. Nuestro país, además de haber vivido una larga tradición de sufragio restringido (limitándolo a quienes acreditaran ser dueños de determinado patrimonio o que gozasen de cierta renta) sufrió también una oprobiosa conducta al consagrar un sistema electoral que hacía posible la compra de conciencias a través del cohecho. Sólo en 1957, con el famoso acuerdo de “saneamiento democrático”, fue posible introducir la “cédula única” que ponía fin a estas malas prácticas, obvio que con la oposición de los sectores que hasta esa época habían sido sus directos beneficiarios.
Sin embargo, al término de la dictadura militar-gremialista nuevamente apareció en el horizonte el fantasma del dinero como forma de manipular las voluntades ciudadanas. Aunque durante dos decenios era muy fácil darse cuenta de lo que pasaba, fue la confesión del ya difunto Hugo Bravo la que puso en evidencia todo el aparataje urdido mediante facturas y boletas falsas para financiar ilegalmente la actividad política, con el agravante de que quienes debieron haber denunciado estas nefastas prácticas terminaron implicados en los mismos procederes.
Diversas normas dictadas en el último tiempo han pretendido superar la corrupción y eliminar al máximo posible la incestuosa relación entre el dinero y la política. Pese al rechazo pertinaz de algunos sectores, se consagró el límite al gasto electoral y el financiamiento público de la actividad. El Instituto Libertad y Desarrollo llegó al extremo de decir que restringir el gasto electoral atentaba contra la esencia de la democracia. Aunque no se logró todo lo querido, en general se avanzó bastante.
En estos días dos bloques políticos preparan su participación en las elecciones primarias del 2 de julio. El llamado Frente Amplio, para sus dos precandidatos, ha logrado recaudar vía Servel una suma cercana a los 20 millones de pesos en pequeños aportes. La alianza Chile Vamos se ha acercado a los 400 millones: Manuel José Ossandón se ha autoaportado 80 millones, siete ciudadanos han hecho aportes por 12 millones cada uno a Sebastián Piñera y éste se ha metido la mano al bolsillo y se autoaportado 200 millones. Por su lado, el ex UDI y hoy candidato presidencial independiente, José Antonio Kast, pese a no participar en estas primarias, se autodonó 90 millones.
En nuestra opinión, hoy por hoy el dinero sigue siendo la suprema expresión de la perversión de la democracia
Interesante articulo, que nos permite reflexionar , aprender, y sobre todo concluir que nos queda mucho camino para seguir mejorando nuestro sistema democrático. Pero junto con esto, quedo pensando en la amistad cívica y el leal sometimiento a las reglas del juego, cómo hacer para ir recuperando estas convicciones? En este sistema tan individualista están muy desmedradas, certero golpe de la Dictadura y del modelo implantado; en la vida cotidiana muchas veces prima más bien la desconfianza y el propio bienestar en primer, segundo y tercer lugar. Sin embargo creo que si estas convicciones existieran , los desafíos que conlleva el sistema democrático serían más llevaderos , porque estarían asentados sobre miradas de confianzas en vez de desconfianzas, seríamos menos «yo» y más «nosotros» .
Como se puede apreciar en este artículo, muy realista por cierto, vemos que no sólo en los Estados Unidos, país extremadamente capitalista, el factor dinero es el que prevalence a todo nivel, y naturalmente la corrupción es notoria. Chile está demostrando, con los ejemplos mencionados en este material explícito, que los millones de pesos andan a la deriva, mientras el pueblo sigue pagando, a través de sus contribuciones impositivas, los sueldos de los gobernantes, y de los politiqueros que se autodeterminan cantidades enormes de dinero, que podrían beneficiar a quienes realmente lo necesitan. De esta forma, nunca saldremos del sub-desarrollo como nación.