LA TOMA DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA
Este 11 de Agosto de cumplen 50 años de la histórica Toma de la Universidad Católica por los estudiantes, que significó un profundo cambio en esa casa de estudios y un hecho que conmocionó a toda la sociedad chilena de esa época.
Los estudiantes venían postulando por años la necesidad de hacer profundos cambios en la Universidad Católica, la que aparecía anclada en el pasado, en momentos en que los procesos políticos y sociales demandaban cambio a nivel de toda la sociedad. Una gran efervescencia recorría el país, donde grupos siempre marginados del pueblo, los trabajadores y campesinos, presionaban por sus derechos, exigían una mayor participación, ampliar y profundizar la democracia.
Los jóvenes tenían puesta su mirada en los procesos de cambios iniciados con la Revolución Cubana, la receta anticomunista de la Alianza para el Progreso del Presidente Kennedy que forzaba a los países latinoamericanos a realizar reformas estructurales, la lucha del pueblo de Vietnam desafiando el poderío bélico del imperialismo, los testimonios de un compromiso vital por sus ideales, con los ejemplos del Che Guevara, Martin Luther King y el cura Camilo Torres.
El año 1964, al asumir el Presidente Eduardo Frei Montalva, con la bandera de la “Revolución en Libertad”, la sociedad chilena se conmocionaba con temas como la Reforma al derecho a propiedad, la Reforma Agraria, la Chilenización del Cobre, la Sindicalización Campesina y la promoción popular con la organización de jóvenes, mujeres y pobladores.
La Iglesia Católica se estremecía hasta sus cimientos a nivel mundial, con los aires renovadores del Concilio Vaticano II convocado por el Papa Juan XXIII. Y ese año 1967, el Papa Paulo VI planteada en su Encíclica “El Desarrollo de los Pueblos”, la necesidad de construir un desarrollo centrado en el hombre y donde no era legítimo que el crecimiento fuera en beneficio de unos pocos y en perjuicio de las grandes mayorías. El Episcopado Latino Americano reunido en Colombia, hablaba sobre la Misión de las Universidades Católicas en América Latina y la necesaria readecuación de ellas para que respondiera a las necesidades de su tiempo.
En esta marea de aspiraciones e inquietudes se habla de la necesidad de construir una “Nueva Sociedad”, de formar a un “Hombre Nuevo”. Los estudiantes señalan las reformas para levantar una “Nueva Universidad”, que sea realmente moderna, donde se realice docencia e investigación de alto nivel, que no sea clasista ni sectaria, sea participativa, humanista e íntimamente ligada al desarrollo del país. Los estudiantes al mismo tiempo, convocados por la FEUC, se comprometen masivamente en trabajos de verano apoyando a los sectores más pobres de la provincia de Arauco.
Frente a los planteamientos de los estudiantes, el Rector, el Obispo Alfredo Silva Santiago, no presentaba ninguna permeabilidad a los cambios y los estudiantes perdían la confianza en la voluntad de la autoridad para efectuar las reformas que se demandaban.
En el año 1967 la Federación encabezada por Miguel Ángel Solar, plantea una nueva etapa en el camino de la lucha de los estudiantes por la reforma. Se señala que la crisis integral por la que atraviesa la UC tiene su origen en una grave deficiencia de dirección en la máxima autoridad y por lo tanto lo que se requiere es el cambio de personas. La tarea de ahora será luchar por “Nuevos Hombres para la Nueva Universidad”. Los estudiantes en Junio de ese año votan en un plebiscito que les consulta “Si quieren o no el cambio de autoridad” 3.221 alumnos manifiestan su aprobación y 545 se expresan por el No.
Una salida a la situación, se plantea para el día 9 de Agosto, fecha de término del período del pro rector de ese tiempo. Los estudiantes señalan que en ese cargo se podría nominar un nuevo pro rector con amplias atribuciones para encabezar un proceso de reformas. Llegó el 9 y no pasa nada. La FEUC convoca entonces para el día 10 de Agosto al Consejo General de todos los dirigentes de los Centros de Alumnos. Allí se analiza la situación y se aprueba la huelga indefinida por 63 votos contra 9. Los estudiantes permanecen en la casa central, cierran las puertas con cadenas y así el día 11 de Agosto la UC amanece tomada por los estudiantes.
La Toma de la UC aparece como un símbolo para todos aquellos que impulsaban las reformas en el país y una acción que plasmaba anhelos y valores de toda una generación estudiantil. Hasta allí llegaron a entregar su apoyo y solidaridad, los estudiantes de todas las otras universidades, los secundarios, los trabajadores, pobladores, artistas, profesionales, académicos, la Central Única de Trabajadores.
La derecha ve con estupor la toma y reacciona violentamente. Jaime Guzmán, llama a formar un “Comando de Defensa de la Universidad” y recolecta firmas. Para la derecha esto es algo inaceptable. Es producto de los mismos que andan agitando y organizando a los pobladores, los que andan creando sindicatos campesinos, los que les quieren quitar los fundos con la Reforma Agraria, y ahora le quieren quitar lo más sagrado, “su” universidad. Por eso, El Mercurio desata toda una campaña de desprestigio y descalificación al movimiento estudiantil y los acusa de estar infiltrados por los comunistas. Los estudiantes le responden colocando un gran cartel en el frontis de la Casa Central de la Universidad: “Chileno: El Mercurio miente”. Frase que quedará en el recuerdo de la mayoría de los chilenos, como la pública descalificación al diario que nadie había osado cuestionar en su “objetividad y ecuanimidad”.
Pasados 11 días, el conflicto es solucionado finalmente por la intervención del Cardenal Raúl Silva Henríquez, quien nominado por la Santa Sede como mediador, nombra como pro rector al profesor y arquitecto Fernando Castillo Velasco, con la tarea de convocar a un Claustro Pleno para designar las nuevas autoridades, donde los estudiantes tendrían un 25 % de participación. El Rector y otros miembros del Consejo Superior presentan su renuncia por verse superados por los acontecimientos y por no compartir la salida al conflicto dada por el Cardenal Silva Henríquez.
El movimiento estudiantil sale victorioso y fortalecido. La fuerza de los cambios entra así en la UC y se inicia un profundo proceso de reformas. El triunfo estudiantil repercute también a nivel nacional apoyando las posiciones más progresistas en el ámbito político y fortaleciendo a todos aquellos sectores que están por ampliar y profundizar las reformas estructurales en el país.
Los aires de reforma llegan también a otras universidades. Ya en junio de ese año los estudiantes de la Universidad Católica de Valparaíso habían efectuado una toma e iniciado un proceso de reforma. Al año siguiente los estudiantes se toman también la Universidad de Chile, demandando su transformación. Ese mismo año, en Mayo de 1968, todo el mundo es impactado por la lucha del movimiento estudiantil francés exigiendo cambios profundos en la sociedad y sus míticos rayados en los muros de París, con frases como: “seamos realistas, pidamos lo imposible”.
Sin duda que el movimiento estudiantil de la UC fue valioso y digno de apoyo.
Sin embargo, cabe recordar que esa lucha generalizada por la Reforma Universitaria empezó años antes, en 1965, en otras universidades chilenas, destacándose la Universidad de Concepción.
Todos estos movimientos, dentro de ciertos límites, además de ser amplios, pluralistas y profundos, se destacaban por el sentido de seriedad y responsabilidad de los grupos estudiantiles (de diversas tendencias políticas, pero con más énfasis en los grupos de izquierda).
La solidaridad de la población y de los trabajadores se hizo sentir. Recuerdo que en la U. de Concepción, llegaban a las asambleas estudiantiles hasta comitivas de mineros del carbón para entregar su apoyo por el futuro del país e de sus propios hijos que ni soñaban en tener acceso a la educación universitaria. Esto emocionaba y fortalecía el movimiento de los estudiantes.
En las manifestaciones de calle, a veces había violencia policial, pero no había vandalismos, ni incendio de vehícuos, de tiendas comerciales, etc.
Los movimientos de los estudiantes chilenos en general parece que no tuvieron el destaque que la prensa mundial le dió a los de París, de 1968 (años más tarde). Parece que allá si uqe hubo algún vandalismo, las consignas eran más de «la moda» juvenil mundial (muchas ni fueron creadas en París), sin grandes profundidades ni gran unión con los movimientos de los trabajadores, como lo había en Chile.