
Libertad, pluralismo y democracia
El debate producido entre la candidata presidencial Beatriz Sánchez y el ex ministro de la dictadura Sergio Melnick ha puesto nuevamente en el centro del debate un tema que hace años se debió abordar, no solamente desde un plano ético (no confundir con moral), sino también en el terreno político. En otras palabras, el término de la dictadura y el inicio de la transición a la democracia tuvieron, entre otros códigos, pasar por alto, dejar en un segundo plano, omitir o derechamente silenciar lo que fue o había sido la participación y responsabilidad de los civiles en los 17 años de régimen autoritario. No se trata de sindicar a todos los civiles, más bien el punto dice relación con aquellas personas que ocuparon cargos de responsabilidad política, institucional y en el aparato estatal, por ejemplo intendentes, gobernadores, alcaldes, rectores o ministros. Es decir, todas aquellas personas que de una u otra forma estuvieron directamente respaldando la gestión y acciones que impulsó la dictadura de Pinochet.
Hace rato debió plantearse este debate respecto al papel de los civiles en un régimen que violó sistemáticamente los derechos humanos, conculcó libertades, impulsó la censura, persecución y represión contra los opositores. Es más, como algunos incluso al día de hoy defienden aquellas prácticas bajo el argumento que el país estaba en una “guerra interna”, bajo constante amenaza o simplemente que el escenario que se vivía en aquellos años, llevaron a tomar esas medidas.
Han pasado ya varios años y resulta lamentable y condenable que alguien pueda seguir amparando, justificando o contextualizando los secuestros, torturas, asesinatos y desapariciones de compatriotas. Por eso, este debate tiene un componente ético en el sentido de pensar el comportamiento de las personas, sus acciones, discursos, incluso sus silencios, concretamente respecto a este tipo de situaciones que tienen que ver con el respeto a la dignidad del ser humano.
No sirve mucho decir que se valoran los logros económicos (cuestionables por cierto), incluso tener el desfachatez de decir que un dictador lucho para reconstruir la democracia y por otra simplemente “lamentar” lo ocurrido. Hoy, cuando nadie te sigue, detiene sin orden judicial, te exilia, relega o tortura, resulta muy fácil transformarse en demócrata, hablar de pluralismo y respeto a la libertad de expresión, pero por un mínimo de ética cabría preguntarse si eso mismo se defendió en plena dictadura.
Por eso este debate no debe situarse en el plano de la (eventual) superioridad moral, más bien debe llevarse a un terreno ético y político. Aquel campo en el cual los hombres y mujeres den cuenta de su pasado, asuman sus errores, horrores, silencios y omisiones.
Cuando una sociedad es capaz de mirar críticamente su pasado, condenar sin ambigüedades los crímenes cometidos, asumiendo las responsabilidades personas e institucionales (no me refiero a responsabilidades judiciales, sino políticas), entonces estaremos en condiciones de seguir avanzando hacia una cultura del respecto a los derechos humanos.
El ex ministro de Pinochet, así como tantos otros tienen todo el derecho de tener tribuna en los medios o por ejemplo enseñar en las Universidades, aquello, entre otras cosas, gracias quienes en su momento lucharon y dieron la vida por la libertad en Chile. Por eso mismo, no es malo interpelarlos ética y políticamente sobre su papel en aquellos años cuando lo que menos había era libertad, pluralismo y democracia.
Claro y preciso, un muy buen aporte para la reflexión colectiva.
El debate de ideas no sólo es bueno…si no, útil y necesario!