
Los que van quedando en el camino
En los tiempos que corren, uno no se puede descuidar. Las personas se distraen por algunas horas y ¡zas! les cambian el Gabinete. No se trata de ser soberbios pero, si nuestros lectores se toman el tiempo necesario para releer la columna publicada la semana pasada, pudieran llegar a pensar que teníamos información privilegiada de Palacio. En verdad, no es así. Simplemente tratamos de hacer un ejercicio razonable frente a una realidad que era evidente. ¿Qué va a pasar ahora?
Sorpresivamente, el presidente Piñera realizó un cambio de Gabinete el jueves 9 por la tarde. Dos ministros y medio dejaron su cartera. En Educación, sale Gerardo Varela (que será recordado sin duda por la alta densidad de sus torpezas comunicacionales) y entra en su remplazo Marcela Cubillos, ministra de Medio Ambiente hasta ese instante; sale también la ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Alejandra Pérez, y es reemplazada por el converso Mauricio Rojas, hasta ese momento speech writer del mandatario, y, en un error comunicacional que se prestó para todo tipo de comentarios es destituida la Subsecretaria de Redes Asistenciales del Ministerio de Salud, Gloria Burgos, para ser sustituida por quien ejerció el mismo cargo durante el Gobierno Piñera I , Luis Castillo Fuenzalida. Por su parte, Carolina Schmidt asume Medio Ambiente, cargo que ya desempeñó anteriormente.
Por supuesto, llama la atención que un político que estuvo virtualmente en campaña durante cuatro años, haya cometido errores graves al efectuar las nominaciones correspondientes. Tampoco se puede dejar de observar que el mandatario no haya tocado el “área económica”, la que pasó, en cien días, de ser una de sus grandes ventajas comparativas a constituirse en uno de sus mayores dolores de cabeza al generar hasta fuertes reproches de las poderosas cúpulas empresariales del país.
Las decisiones presidenciales claramente no han estado fundadas en los sucesivos errores ministeriales (en tal caso habrían sido despedidos los ministros Santelices y Valente) sino en los resultados de las encuestas. Si bien CADEM y ADIMARK, que son definitivamente afines a la actual coalición oficialista, coincidieron en una sensible caída de la aprobación de la gestión del Presidente, fue CRITERIA- RESEARCH la que dio el golpe más fuerte el marcar una caída de 11%.
El problema es que los países no se pueden conducir ni por “las encuestas” ni por “la calle”. Un jefe de Estado tiene el deber de precisar las metas y objetivos de su mandato y llevarlos eficaz y eficientemente a buen puerto. Medidas como las adoptadas implican el reconocimiento de errores ya cometidos pero, y ahí está lo grave, demuestran que el Mandatario continúa girando en torno a los mismos nombres y no considerando en debida forma las consecuencias de sus determinaciones.
Sería absurdo desconocer, por ejemplo, que la destitución de Alejandra Pérez obedeció a las presiones del senador RN y precandidato presidencial, Francisco Chahuán, quien ya había preanunciado que, si fuera por él, “la sacaría a patadas”. La gestión de la Secretaria de Estado era mala ya que se dedicó a destituir funcionarios y llegó a tener cuatro jefes de gabinete en 100 días, pero su reemplazante, el chileno-sueco Mauricio Rojas, si bien es una persona hábil, tendrá problemas tanto por su proclamada poca cercanía con el país como por su relación con la “Fundación para el Progreso”, de Nicolás Ibáñez y Axel Kaiser, con nulos lazos con el mundo de las Culturas.
Marcela Cubillos, UDI, cónyuge del senador y también precandidato presidencial Andrés Allamand, asume la cartera más problemática. Aunque la prensa afín ha procurado vestirla con el ropaje de experta en Educación (por haber formado parte da la Comisión respectiva de la Cámara de Diputados) es incuestionable que no reúne la experticia necesaria para el cargo. En un tiempo en que la alianza oficialista ha cuestionado duramente muchas de las reformas de Bachelet, es posible que la abogada Cubillos pueda manejarse bien desde el punto de vista de la gestión administrativa de su cartera pero, salvo que integre un equipo asesor de excelencia (que no se ve por dónde), parece indiscutible que no confluyen en ella ni el conocimiento ni la experiencia necesarios para entrar al área chica que es “la sala de clases”, “el aula”, e ingresar al tema fundamental: mejorar “la calidad” de la educación, campo en el cual han sido notoriamente deficientes los sucesivos gobernantes. Al ciudadano común le queda la sensación de que hay un cierto menosprecio por “LA EDUCACIÓN”, con mayúsculas, sin que la autoridad perciba la dramática urgencia de abordar este aspecto trascendente de la formación ciudadana.
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