«En último término, la democracia es una cultura de vida. Si sus valores de respeto y tolerancia no los inculcamos  desde la familia y la escuela, estaremos dejando que la barbarie y la violencia se impongan»

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MIGRANTES

Mario Bustamante Conejeros

Profesor de Historia y Geografía Miembro del Directorio Fundación Educacional Cristo Rey Arzobispado.

Los migrantes viven episodios dramáticos.

No es sencillo romper cadenas afectivas, cuando una familia determina irse a otro país con la esperanza de mejores horizontes, rompe lazos familiares, amistades, culturas, proyectos. Pero la esperanza de mejores horizontes es más fuerte y deciden dar el paso al éxodo familiar. Son más de 6.000 kilómetros para los haitianos y sobre 4.500 para los venezolanos. Toda una odisea.

Pero los mejores horizontes no aparecen. Las culturas nacionalistas son más fuertes que los ideales de integración e inclusión. En momentos de crisis como los actuales “somos nosotros” y ello no incluye a los migrantes. Si hay que responder con medidas paliativas ante la crisis laboral, los migrantes no cuentan, no pertenecen al grupo de “nosotros”.

Era frecuente ver a muchos haitianos en trabajos de servicios o funciones de comercio informal. Hoy, no. La sociedad los invisibilizó. “Son ellos” que deben enfrentar sus problemas sin los puntales familiares, amistades o vecinos solidarios.

Por eso algunas toman la dramática determinación de volver. Si antes en sus países la estadía resultaba insoportable, ahora esta alternativa ha resultado un infierno social, económico y cultural. El asilo contra la opresión es un hermoso verso, pero difícil de hacerlo carne en el que vive el asilo.

En un país contaminado por la desconfianza en “el otro”, es complejo abrir los brazos al migrante.

La sociedad chilena desconfía de todo y de todos. Con razón y sin razón este virus está latente en nosotros. Gobierno desconfía de la oposición y viceversa; se desconfía de la justicia, de las fuerzas armadas, de la iglesia, de las fuerzas de orden, de las instituciones financieras, de los medios de comunicación, de los profesionales, de los pueblos originarios, de los jóvenes, de los sindicatos, de los empresarios, de los comerciantes.

¿Qué nos queda?

No damos fianza a nadie, y a veces tampoco a nuestras familias.

¿Estaremos preparados para dar fianza a los migrantes?

Europa y los países asiáticos están saliendo de la crisis sanitaria, porque confían en las indicaciones de sus autoridades y actúan con disciplina. Pensemos en Japón con alta población, estrecho territorio, alta proporción de población de la tercera edad. ¡Resolvió el problema de la pandemia!

Cuál es el secreto: la disciplina y la confianza. Dos valores que en Chile se han perdido en gran medida. Incluso en los colegios se eliminó la palabra disciplina.

No existen los encargados de disciplina de los cursos y los inspectores no están a cargo de la disciplina. Hay un encargado de convivencia con protocolos anodinos que no marcan ninguna conducta, por ende, no son educativos.

Cuando termine la pandemia en Chile la pregunta es:

¿Será Chile un buen destino para una familia migrante? ¿No será que la pandemia del nacionalismo nos está contaminando?

En Europa las elites gobernantes no quieren abrir sus puertas a la migración e impulsan políticas públicas para erradicar a los migrantes ya establecidos. EEUU no sólo levanta muros, sino que implementa iniciativas para erradicar a hijos de migrantes que han nacido en Norteamérica.

El argumento de los europeos de ayer, es que eran una raza superior. Ahora esto no se repite, sino que se dice que son una cultura superior.

¡Cuántas limitaciones está mostrando nuestra sociedad con esta pandemia!

Es una oportunidad para mejorar en salud, sobre todo en prevención; en educación para incorporar la tecnología y limpiar el currículum; en vivienda para entregar recintos más habitables y ergonómicos; en espacios públicos para hacer diseños que generen habitabilidad con el medio ambiente; sistemas previsionales y políticas laborales que se anticipen a los cambios de mercado. 

Nuestro país ha tenido buenos administradores del Estado, pero malos gestionadores de políticas de Estado. La gestión implica un buen diagnóstico técnico y una planificación de mediano y largo plazo y actuar en consecuencia. Chile administra el poder por un tiempo electoral, para asegurar que ese poder continúe por más tiempo favoreciendo al grupo de beneficiaros del poder. Esto vale para todos.

Escuché de un político suizo decir que en Suiza la política es un hobby y que los cargos políticos duran un año, sin reelección y reciben un sueldo mínimo durante su gestión.

Aquí la cultura “del nosotros” es más fuerte.

¿Podremos cambiar?  No sé. Lo que sí sé es que debemos hacer un gran esfuerzo como país para cambiar. No avanzamos con puros idealismos y aspiraciones personalistas.

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