«Aquellos o aquellas que creen que la política se desarrolla través del espectáculo o del escándalo o que la ven como una empresa familiar hereditaria, están traicionando a la ciudadanía que espera de sus líderes capacidad y generosidad para dar solución efectiva sus problemas.»

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NEPOTISMO

Maroto

Desde Canadá.

Han pasado ya algunos días desde la fallida designación de Pablo Piñera como embajador de Chile en Argentina; con un poco más de tranquilidad podemos revisar ahora esta situación para intentar sacar algunas lecciones para el futuro.

Según la Real Academia Española, Nepotismo es “una desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos”. El nepotismo es entonces una forma de favoritismo que se da a familiares; numerosos estudios han afirmado que la designación de parientes en funciones de gobierno es en sí mismo un acto de nepotismo, que se ve agravado cuando estos son designados sin contar con las calificaciones específicas necesarias que los habiliten para desempeñar satisfactoriamente las funciones públicas que se les asignan.

Desde la recuperación de la democracia Chile no ha estado exento de situaciones de este tipo; en los gobiernos de la Concertación, Nueva Mayoría, Coalición por el Cambio y Chile Vamos podemos encontrar numerosos ejemplos que, con mayor o menor escándalo califican, ante los ojos de la ciudadanía, como nepotismo.

La designación de Pablo Piñera nos obliga a reflexionar nuevamente sobre este tema.

¿Estábamos aquí frente a una situación de nepotismo? Si bien desde un punto de vista estrictamente legal la respuesta a esta pregunta no es clara y puede estar sujeta a diversas interpretaciones, desde el punto de vista de las expectativas éticas de la ciudadanía, no hay lugar a dudas; la designación del hermano del presidente en un cargo diplomático, sin que este tenga la experiencia diplomática requerida para una función de esta naturaleza, es sin duda percibida como un acto de nepotismo.

Como hemos señalado ya en oportunidades anteriores, nuestra exigencia para con quienes se aventuran en el quehacer político es simple y compleja a la vez. No sólo les pedimos que actúen con apariencia de rectitud, sino que les requerimos que en su actuar y en el de aquéllos que los rodean, observen los más altos estándares éticos y cumplan cabalmente con rigurosos códigos morales. No se les exige la perfección, pero sí se les reclama que en su actuar tiendan siempre hacia ella. Nada más ni nada menos.

La tensión existente entre política, ética y estética es de larga data y la designación de Pablo Piñera es un claro ejemplo de ella; este incidente nos ha mostrado nuevamente como acciones claramente reñidas con la ética, son defendidas por quienes las han promovido y sus entornos, con el argumento estético de aparentemente estar en cumplimiento con la ley. Lo observamos en algunos casos con el presidente Lagos y la presidenta Bachelet y lo volvemos a constatar hoy, a solo un par de meses de haberse iniciado el gobierno del presidente Piñera.

¿Y por qué nuestras autoridades insisten en incurrir en conductas de este tipo? Un rápido análisis hubiera permitido concluir que, dadas las actuales exigencias éticas y de transparencia por parte de chilenos y chilenas, designar a Pablo Piñera como embajador sería percibido negativamente por la ciudadanía y dañaría la confianza en el nuevo gobierno. ¿Qué hace entonces que el presidente Piñera (y otros presidentes de gobiernos anteriores) insistan en decisiones de este tipo?

Ceguera política; la incapacidad de leer adecuadamente el sentir de la ciudadanía en relación con los requerimientos éticos y morales que están presentes en el Chile de hoy. La decisión de nombrar a Pablo Piñera como embajador nos confirma que el presidente Piñera, su entorno y gran parte de la clase política chilena, no han logrado entender aún que la preocupación de chilenas y chilenos por el tema de la corrupción no es una mera inquietud de tinte electoral, sino que una genuina y legítima preocupación por la salud ética y moral del país. La ciudadanía requiere de todos sus líderes un compromiso que se traduzca no sólo en un aparente respeto a la ley, sino que en un actuar regido por los intereses del país y apegado a los más exigentes estándares éticos y morales. No basta con asegurar que no hay asomo de conducta ilegal o ilegítima. Es necesario poder afirmar, de cara al país, que se ha actuado de manera ética y moralmente incuestionable. Si bien la ciudadanía ha permitido en otras oportunidades al presidente Piñera moverse en una ambigua línea entre ética y estética, en este caso dijo basta.

Soberbia; esa sensación de estar por sobre los demás, en este caso la ciudadanía. En numerosas oportunidades hemos visto como nuestras autoridades, en una clara muestra de falta de empatía y respeto por el sentir de chilenos y chilenas, actúan de manera soberbia; encerrándose en una burbuja que les impide ver lo obvio, escuchar a sus asesores y prevenir errores. Como hemos señalado en artículos anteriores, la soberbia se manifiesta a través de un sentimiento de superioridad que conduce a un trato altanero, menospreciando las necesidades y derechos de quienes nos rodean. El soberbio siempre tiene la razón. El soberbio antepone sus intereses personales y los de su familia a los intereses de la comunidad. El soberbio se escucha sólo a sí mismo y a su corte de aduladores. El soberbio es ciego y sordo ante sus errores y carece de toda capacidad de autoconciencia y autocrítica. En este sentido, la designación de Pablo Piñera es más de lo mismo.

Falta de visión de estado; en los últimos años hemos sido testigos de algunas decisiones tomadas por nuestras autoridades que carecen de una genuina visión de estado; son esos pequeños gustos o victorias pírricas que nuestras autoridades se dan, sin ponderar adecuadamente el impacto que ellas tendrán en las instituciones de la república y la pérdida de confianza que causarán en la ciudadanía. La designación de Pablo Piñera no solo infringe un daño político al gobierno, sino que daña a la presidencia de la republica como institución, profundizando la crisis de credibilidad que existe hoy en el país.

Esperemos que este episodio no termine sólo en el retiro de la designación antes mencionada, sino que dé lugar a un debate profundo y serio que permita avanzar en una legislación moderna que nos permita prevenir y en su caso sancionar, situaciones como la recién acontecida.

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2 Comentarios en NEPOTISMO

  1. Una vez más, el pueblo chileno es testigo de los graves errores gubernamentales chilenos. Pero, desafortunadamente, aparte del autor de este artículo tan interesante, NADIE DICE NI HACE ABSOLUTAMENTE NADA. ¿Es que la ciudadanía ya no se inmuta de los abusos de poder realizados por los politicos de hoy? Talvez esa sea la razón de que los legisladores chilenos se aprovechen y violen cuanta ley se les ponga por delante. El NEPOTISMO no debiera permitirse en absoluto, porque tenemos muchas personas adecuadamente educadas y con la experiencia necesaria par cumplir con las responsabilidades que se le están dando a familares incapaces.

    La experiencia tenida en Agosto de 1982 con el fraude al Banco de Talca por Miguel Juan Sebastián Piñera Echeñique, infringiendo los Artículos 26 y 26 bis de la Ley General de Bancos, nunca tuvo en la ciudadanía el más mínimo significado, razón de volver a elegir a ese personaje como presidente del país. Si esto no tiene validez alguna, con mayor razón tampoco tendrá un significado el nombramiento de su hermano Pablo como Embajador de Chile en la República Argentina.

  2. Bueno, claro y muy preciso.
    El resto, es intentar justificar lo injustificable.
    Este artículo, es sin dudas un muy buen aporte, se debería recomendar su lectura.

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