«La verdadera grandeza no es tener poder, sino saber renunciar a él.» Gore Vidal

 

 

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Panorama político actual: Breve análisis comparativo Brasil – Chile

Desde Brasil

En tiempos de transformaciones políticas radicales, graves amenazas a derechos y retrocesos en garantías sociales, esta «ventana» sigue como importante espacio para que podamos presentar algunas reflexiones y proponer debates. Que, al fin y al cabo, pueden pautar algunas de nuestras decisiones y posicionamientos en estos momentos que demandan cambio de paradigmas políticos e ideológicos. Y aún, de la conciencia de que derechos y garantías sociales siempre estarán bajo amenaza y, por lo tanto, nunca estarán, de hecho, consolidados. En ese sentido, presento ahora una breve lectura del panorama político actual brasileño, en relación al chileno, con base en el análisis de Juan Luis Castillo Moraga. En el contexto del embate político entre fuerzas de izquierda y centroizquierda, hegemónicas en la región durante los últimos años, y una creciente derecha liberal y conservadora, buscando resaltar la relevancia de estos dos países.

            A pesar de no compartir fronteras físicas comunes, y puede ser también por esa razón, mantengan un significativo alejamiento en las relaciones comerciales y diplomáticas. Hay que ver que los dos países, durante años, han considerado en mayor medida sus relaciones con naciones de Europa y con los Estados Unidos de América. Brasil y Chile guardan similitudes en muchos aspectos políticos y culturales, especialmente para el presente artículo, en lo que concierne: a la significativa desigualdad social, a la fuerza política y económica de las elites oligárquicas y al carácter aristocrático de la oficialidad de las Fuerzas Armadas. Y, sobre todo, un pasado autoritario y dictatorial reciente que dejó profundas marcas en sus sociedades, con usos políticos que se desdoblan en los días actuales. Cuando, tanto en Brasil como en Chile, gobiernos que guardan estrecha cercanía con esas elites oligárquicas y «aristocracia militar», apoyados por segmentos con fuerte tendencia a las derechas radicales y, por lo tanto, contrarios a eventuales avances en derechos y garantías sociales por parte de minorías y segmentos como trabajadores y estudiantes, por ejemplo.

            En estos días, el gobierno brasileño sigue llevando a cabo su proyecto político, que pasa por el desmonte del Estado. Por medio de sistemáticos ataques a la Educación, trabajo y renta, Medio Ambiente, Cultura y tantas otras áreas ligadas directamente a lo social y, por lo tanto, a las capas menos favorecidas de la sociedad. Siguiendo con iniciativas y políticas destinadas a atender los intereses de las élites nacionales y de grupos vinculados íntimamente al capital internacional. Entre las cuales podemos destacar: el debilitamiento de organismos vinculados a la protección del medio ambiente y los movimientos indígenas / quilombolas y campesinos, en favor de los grandes productores rurales y empresarios de las industrias madereras / mineras; constantes cortes y contingentes presupuestarios en universidades federales y organismos de fomento a la cultura e investigación académica y privatizaciones de empresas públicas estratégicas y sus subsidiarias.

            Mientras el país camina hacia una grave recesión, el gobierno «propone a los trabajadores» que abran mano de derechos laborales conquistados a duras penas, durante años de luchas, a favor de alcanzar espacios en un mercado de trabajo que exige cada vez más calificaciones para salarios cada vez más pequeños. Perdonando las deudas multimilionarias de grandes empresas y propietarios rurales, sometiendo a la población a la idea de una necesaria reforma de la seguridad social que proyecta un horizonte de edad mínima superior a los 65 años para que los trabajadores rurales y urbanos obtengan reducidas jubilaciones. Proponiendo, también, por iniciativa del Chicago Boy Paulo Guedes, Ministro de Economía, el modelo previsional de capitalización, adoptado en Chile.

            El gobierno sigue en un comportamiento belicoso, adoptado todavía durante la campaña electoral, contribuyendo a la cada vez mayor división de la sociedad brasileña. Como fue posible percibir en las recientes protestas ocurridas en diversas capitales durante el mes de mayo. Situación que se agrava aún más cuando percibimos que, en esos primeros seis meses de gobierno, no se presentaron propuestas factibles para áreas como las citadas anteriormente. Que desencadenó un importante proceso de movilización de segmentos de la sociedad vinculados a las mismas, materializado en la huelga general del día 14 del corriente mes.

            Esta movilización gana importancia aún mayor en el escenario de absoluta desorganización de las oposiciones políticas, especialmente aquellas de izquierda y centroizquierda. Que durante la última década orbitaron al Partido de los Trabajadores (PT) desarrollando sus actuaciones en el cuadro político brasileño, en alguna medida, a partir de las acciones de este partido y, consecuentemente, del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Aunque, no siempre, le conferían apoyo absoluto e incontestable. Pero, que, en la realidad actual, no se pueden organizar para proponer -considerando los errores cometidos por los últimos gobiernos, especialmente, en el campo económico- alternativas a lo que se presenta en el actual gobierno. Tampoco construir propuestas transnacionales, a nivel de América Latina, a fin de establecer un nuevo proyecto de desarrollo regional, en oposición a lo que avanza por los países de la región. Insistiendo en disputas internas y/o en el liderazgo de Lula y su posible retorno a la escena política.

En vísperas de las elecciones presidenciales argentinas, el actual gobierno brasileño sigue firme en su proyecto de consolidar un bloque, de lo que percibo hasta el momento, como una «derecha populista» -término que pretendo explorar en un próximo artículo- en el subcontinente latinoamericano. Contexto en que la «asociación» con el gobierno chileno es fundamental. En ese sentido, a partir del precioso análisis de Juan Luis Castillo Moraga, en el artículo «Panorama Político Nacional», publicado en el sitio Le Monde Diplomatique – edición chilena, que logró sintetizar muy bien el cuadro político vigente en Chile, pude percibir que éste es muy similar al que vivimos en Brasil. Donde gobiernos sin propuestas sólidas y factibles para áreas con relevante impacto social, se sustentan en proyectos que buscan atender a los intereses de grupos vinculados íntimamente al mercado. Desconsiderando, en absoluto, a las minorías y las capas trabajadoras. Actuando por medio de acciones de carácter autoritario y buscando implementar el miedo en relación al «peligro rojo», en las «entrelíneas» de nuestras frágiles democracias institucionales. Cometiendo toda «suerte» de errores y contradicciones, causando retrocesos significativos en lo que se refiere a las políticas sociales, derechos y garantías; alcanzados, repito, a duras penas durante los últimos años, sobre todo, tras el fin de las dictaduras. 

Mientras, en ambos países, las oposiciones no presentan frentes amplios con propuestas capaces de enfrentar el débil desempeño de los actuales gobiernos, que buscan afirmarse en el poder. Incluso ante la ineptitud –especialmente en el caso brasileño- política y administrativa de los representantes máximos del Poder Ejecutivo federal.

De hecho, necesitamos cambios sustanciales en paradigmas que, actualmente, llevan a nuestras sociedades a procesos que tienden a acentuar un escenario de aislamiento, violencia y desigualdad social. Para que seamos capaces de enfrentar la «ola extremista de la «derecha-populista”» que hoy se levanta. Y de conducir a nuestros países y, consecuentemente, a toda América Latina, a un desarrollo sostenible y, principalmente, que esté más orientado a la atención de las demandas sociales y garantía de los derechos humanos, que al mercado.

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12 Comentarios en Panorama político actual: Breve análisis comparativo Brasil – Chile

  1. Las publicaciones del periodista norteamericano Glenn Greenwald en su site «Intercept», han dejado por tierra gran parte de los argumentos de Bolsonaro y aliados en los tres poderes del Estado de Brasil, inclusive el judiciario. Todo indica que el centro absoluto del fraude y corrupción generalizados en el país está en la derecha y ultraderecha que eligió (también fraudulentamente) a Bolsonaro y aliados golpistas en la presidencia de la república. El ex juez Moro, «que mandó preso a Lula, en realidad siempre fue un muchachote derechista, «viudo» de la dictadura militar y nunca un «juez imparcial. Con sus acciones ilegales, aceleró la prisión de Lula, favoreciendo descaradamente a la candidatura de Bolsonaro.
    Hay semejanzas entre Brasil y Chile, pero también grandes diferencias, históricas, culturales y políticas.
    Puede ser que una gran semejanza esté en los grandes intereses corporativos y multinacionales que en el fondo orientan el pensar y las acciones de las derechas en el poder, con todo lo que eso significa: gobernar para las corporaciones y nunca para las mayorías de los ciudadanos. El lucro corporativo es el «Dios» de esa gente. Los seres humanos y la Naturaleza son apenas recursos (descartables) para maximizar ese lucro. Sobre todo con un correligionario como Trump, tan desonesto e incompetente como ellos, dando las cartas en la nación más poderosa del mundo desde la que se mandan las directrices principalmente para América Latina.

  2. Yo le quitaria lo de «derecha populista», y dejaria el término populismo a secas, porque es el populismo de cualquier signo el que al final produce el atraso de los pueblos. Por otra parte, ya va siendo hora que los ciudadanos internalicemos que los militares no son ni arbitros ni tutores de las insituciones democráticas. Mucho material para discutir y analizar

    • Hola, Carlos.

      Gracias por sus comentários.

      Sí, és verdad! Tenemos mucho material para discutir y analizar.

      El populismo tiene muchas caras, especialmente, en la historia de la América Latina. Por esto, creo que és posible una análisis más detenido sobre cada caso específico. Quanto a los militares, de facto és um fenômeno muy característico de nuestras democracias el papel de árbitros y tutores que las sociedades atribuyen a los militares y los mismos también así entienden. Tienes razón, amigo, ya va siendo mismo esta hora.

      Abrazo.

  3. Se las mandó señor Wagner con este comentario, ojalá los pseudo políticos chilenos leyeran a autores como usted.
    Felicitaciones , gran trabajo!

  4. Exelente esfuerzo por comprender realidad de nuestra empobrecida; políticamente,social y sociológicamente, hablando de nuestra, a pesar de lo0s pesares, America Latina

    • Muchas gracias, Pedro.
      Vivimos un momento de grave crisis. Tenemos todos el deber de buscar soluciones democráticas.

  5. Interesante análisis, le´el del señor Wagner mas arriba y nos muestra un brasil en idénticas condiciones, sólo el matiz es que Bolsonaro muestra las cartas de una derecha mucho mas agresiva , pero tan reaccionaria como la nuestra.
    Y una Izquierda en banca -rota producto de la corrupción y ahora para mayor desgracia ligada al narco-tráfico.
    Qué grave, única solución: la civilidad

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