«La corrupción no se combate solo con buenas leyes, también con buenas escuelas y buenas universidades».

Nucio Ordine

 

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¿Quién se atreve…?

Ana María Pandolfi Burzio

Docente Inglés, Alemán. Traductora Inglés-Español. Magister en Arte c/ Mención en Lingüística.

“¿Quién se atreve a ponerle el cascabel al gato?” Tendríamos que partir por saber  de qué tipo de gato se trata: del que va de pandereta en pandereta, de cerco en cerco, del que se come a los ratones, del que vive en arrabales citadinos – gato de barrio o callejero, belicoso, agresivo y mañoso  – y que se nutre de deshechos en los tachos de basura;  o acaso se trata de  un gato doméstico, casero, cariñoso que ronronea cuando su dueño lo acaricia. Nos parece que de todos los mencionados tenemos en  el actual variopinto panorama nacional de ataques y represiones.

El primero va de casa en casa a pasearse y observar el entorno por si encuentra algo interesante, despareciendo tan rápido como aparece; luego retorna a su casa, donde ciertamente está más cómodo y tiene comida diaria asegurada.

El otro gato – el que se come a los ratones – es metafóricamente el que resguarda la casa, en la que se ha avecindado, a fin de  que estos fastidiosos roedores no molesten con sus ruidos ni traigan plagas al hogar.

El gato de barrio es callejero, no tiene residencia fija; llega y se va de un lugar a otro; come lo que encuentra a su paso en basurales o desperdicios domésticos y se refocila por ser habitante de aquí y allá, sin dueño y actuando según su propio albedrío; es sucio, maloliente- ya que nadie lo baña – agresivo y peleador. Se jacta de ser un matón de barrio, hace lo que le viene en gana y se transforma en líder de todos los gatos callejeros de su hábitat.

Por otro lado, el gato doméstico es muy afectuoso con su amo y con quienes lo acogen positivamente; obedece órdenes, es aseado y  extremadamente amigo de la limpieza. Come lo que le den, se ve feliz porque  siente en todo momento el calor de hogar y agradece a quien  lo alimenta y jamás protesta por nada, a no ser que lo provoquen desconocidos, es decir, los que no pertenecen al medio y, en ese caso, puede tornarse hostil, arañar, mostrando los dientes y erizando el pelo de su espinazo. Aflora su agresividad y afán de protesta, viendo que su espacio es invadido y su “familia” es atacada por otros.

Ahora… reflexionemos: ¿A cuál de estas categorías gatunas podríamos pertenecer, los que estamos insertos en esta sociedad? Al parecer, “de todo hay en la villa del Señor”: somos pacíficos, pero si nos atacan, respondemos con violencia inusitada; somos caseros, pero nos gusta recorrer libremente el lugar en que vivimos, sus alrededores conocidos y también desconocidos. Si nos privan de estos derechos, podemos llegar a ser violentos y peligrosos para defender lo que creemos nuestro. Protegemos nuestros lares de plagas, intrusos y maleantes, si alguien pretende atacarnos impunemente.

Quedémonos  entonces en la tranquilidad de nuestro hogar; no salgamos a las calles a provocar reacciones negativas o a apostrofar a quienes lo hacen porque ni el gato líder sabe qué hacer. Nadie “le pone el cascabel al gato”; ni el que manda. Parafraseando el último discurso del Presidente de la Nación, alguien nos envió un whatsapp que resume su último planteamiento público con la perorata, con  la que  la Dra. Ana María Polo cierra todos los días su programa televisivo – popularísimo, por cierto,  y con una gran sintonía –“Caso Cerrado”; nos permitimos citar: “Sea cortés, ande con cuidado, edúquese lo más que pueda, respete para que lo  respeten … y que Dios nos ampare.”

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