«No podemos resolver la crisis climática sin cambiar nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos.»

Naomi Klein.

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¿Quiere viajar?

Ana María Pandolfi Burzio

Docente Inglés, Alemán. Traductora Inglés-Español. Magister en Arte c/ Mención en Lingüística.

¿Y quién no? A todo el mundo le fascina viajar –cerca o lejos- da lo mismo; lo principal es salir al extranjero, aunque estemos pagando todo el año las cuotas de viaje. Pero, dejando a un lado el problema de los pesos, es necesario manejar un léxico mínimo del idioma inglés, por supuesto, o a lo menos, sus equivalentes en castellano.

Para empezar a abordar el tema, debemos comenzar por hacer las reservas aéreas del destino elegido, reservas de hotel, paseos que se pretenden hacer a algunos lugares y un sinfín de trámites más.

En primer lugar, es preciso comenzar por hacer las reservas del vuelo que nos conviene, realizando un “booking” (“reserva” o “inscripción”) en una agencia de viajes (“tour agency”) o, para los más avezados en computación, “on line”, a través del “internet”, o sea, “en línea”, siendo éste último procedimiento bastante más económico y rápido que por medio de una agencia.

Con la finalidad de decidirse por un destino u otro, es posible “bookear” -del verbo inglés “to book” o “inscribirse” en nuestro idioma-, luego de “googlear”, “tuitear” o “whatsapear” (verbos derivados de “google, twitter, whatsapp”, del inglés) hasta que nos cansemos o nos mareen con tantas ofertas turísticas, de modo que nuestro viaje resulte óptimo; además se le llama “tour” con la grafía “tur” en castellano para todos los derivados de esta palabra.

El “turisteo” puede durar desde un fin de semana corto o largo –con “sandwich”– usándose la sigla FDS para “chats” e e-mails, hasta una semana, o un mes, según el presupuesto del que disponemos. Porque “turistear” puede ser muy barato o muy caro, dependiendo de nuestros gustos y posibilidades económicas.

Luego de tomada la decisión del destino, procedemos a enviar un “electronic mail” (“correo electrónico” o abreviado “e-mail”). En España denominan “Emilio” al “e-mail” y se dice así literalmente, por si les toca reservar en ese país.

El precio del vuelo depende también del tipo de “clase de vuelo” que podamos solventar; asimismo varía el valor del “ticket” (“pasaje” o “boleto”). Existen ofertas para las siguientes clases: “economy, premium economy, business, premium business, first class y premium first”, siendo la que encabeza la lista la más económica y la última, la más extravagante en precio. La atención “on board” (“a bordo”) va de acuerdo al precio: en clase económica, si el vuelo es breve, no ofrecen nada al pasajero; en vuelos internacionales muchas veces, tampoco; incluso en vuelos inter europeos el pasajero debe cancelar su consumo, el que frecuentemente es un jugo de polvo –común y corriente– o un sandwich revenido. Esto no sucede en nuestra línea nacional más prestigiosa, por cuanto aunque sea poco lo que ofrecen, nunca tan malo. Las clases más caras atienden al pasajero desde que se ubica en su asiento, hasta que desciende por la manga y lo agasajan con espumantes, licores, bombones, después de exquisiteces de comida como camarones, caviar, langosta, etc., total el pasajero paga por ello.

Con nuestra reserva accedemos al “boarding pass” o “boarding ticket” (“boleto de embarque”) para subir al avión e instalarse en el lugar por el que hemos pagado; claro que los de “primera” para arriba, suben en primer lugar y así sucesivamente el resto de los viajeros por ubicación.

Un vuelo sólo de ida (“one way ticket”) es menos conveniente económicamente que un “round trip ticket” o “vuelo de ida y vuelta” o “vuelo redondo”, como se denomina en algunos lugares por la palabra inglesa “round”.

El día del viaje es menester acercarse a los mesones de la línea aérea escogida para hacer el “check in” o “embarque” a bordo del avión. La hora de presentarse a los “counters” o mesones de embarque es de una hora para vuelos nacionales y para los vuelos internacionales es obligación estar en el lugar con una antelación de dos o tres horas. Es preciso llevar los embarques y documentos: CI o pasaporte y quizás visa turística (permiso especial para entrar al país de destino) en algunos casos. Con la tecnología, es conveniente llevar los embarques ya impresos, lo que puede hacerse desde casa a través de Internet, por el celular o el módulo digital que siempre está a disposición de los pasajeros en el aeropuerto. No obstante la digitalización, ésta no aliviana la carga y las largas filas de viajeros en el aeropuerto, sea por el exceso de gente que viaja, sea por constantes reparaciones y ampliaciones que duran meses y meses, pues nuestro aeropuerto nacional principal está atiborrado de personas que viajan y las mangas no son suficientes. Pero como “la paciencia es la madre de todas las ciencias”, esperamos sin chistar; sin embargo hay reclamos y molestias entre los pasajeros que viajan, ya que en ocasiones hay vuelos sobrevendidos y no se respeta la reserva, o no hay cabida para todos. Actualmente, con las ofertas aéreas actuales, puede ser que todo cambie o vaya a cambiar; mas lo único evidente es que cada vez salen más chilenos al extranjero.

A bordo los pasajeros son atendidos por las azafatas o sobrecargos, términos que son claramente ingleses de “hostess, steward / stewardess”.

Muchos vuelos no son directos; a los directos se les dice “straight flights”, son sin paradas ni conexiones; pero otros, en cambio, sí lo son, teniendo que soportar larguísimas horas de vuelo, no aptas para la tercera ni menos la cuarta edad- según la nueva categorización distributiva etaria por la longevidad de la población. Algunos se refieren a los “mayorcitos” como “la edad dorada” o “los años dorados” –calco traducido del inglés “golden years”, que de “dorados” no tienen nada, pues mucho antes de los 80, comienzan los ayes y los oyes, múltiples problemas de salud y para rematarla, llega una enfermedad que llamamos con cierta comicidad a la “sejuela”, tildando jocosamente como “se jue la juventú”, a la edad avanzada.

Mientras pueda realizar un viaje, siéntese cómodamente en el lugar asignado y con soltura lea un libro, un periódico o una revista y sonría cuando la azafata la ofrezca un jugo “light” o un espumante, lo que depende del pasaje por el cual pagó.

Cuando llegue a su destino final, ya es otro cuento con más terminología en inglés y sus equivalentes castellanos; pero –por alguna razón, no clara aún– las personas prefieren emplear el original. En otra ocasión, probablemente retomemos el tema de los viajes y sus cuitas terminológicas respectivas. Por ahora, ¡buena suerte y feliz viaje!

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