«No podemos resolver la crisis climática sin cambiar nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos.»

Naomi Klein.

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¿Quo vadis Chile?

Patricio Schwaner Saldías

Docente de Filosofía Universidad Católica de la Santísima Concepción

El movimiento social que ha venido gestándose en los últimos meses, poco a poco ha dejado en evidencia ciertos matices de equivocidad. El primero guarda relación con la posición radical que ciertos grupos han venido asumiendo, situándose en la intransigencia y en la intolerancia. Basta caminar por nuestra ciudad para ser testigos In situ del nivel de destrucción de las calles, señalética pública, semáforos, locales comerciales, entre otros. Este fenómeno que ha sido descrito con un fuerte componente sociológico y cultural ha ido sembrando una ira desmedida, que con el pasar de las semanas se ha vuelto cotidiana. De hecho, existen lugares de la ciudad donde se ha legitimado abiertamente la destrucción y hasta se ha escuchado decir que constituyen ejes fundamentales de reunión para manifestantes, sin que exista la más mínima preocupación por quienes viven a escasos metros del lugar; con esto hago alusión a la Rotonda Paicaví, que ha sufrido una violenta destrucción con el pasar de las semanas.

El segundo matiz guarda relación con que, si bien es cierto que existe una demanda legitima y entendible, no es razón suficiente para privar a otros de sus derechos fundamentales, tales como: libre desplazamiento, adquisición de bienes o servicios, entre otros.

De algún modo estamos volviéndonos una sociedad más ideologizada y esto debiera preocuparnos, sobre todo cuando lo que queremos cuidar es el ejercicio democrático. Salta a la vista y no con connotaciones favorables, que ideologización hay de sobra, resultaría interesante preguntarle a cada ciudadano que opinión le merece el caos y la destrucción y de que forma cree que existirá una salida razonable al conflicto. Finalmente, por eso habitamos un sistema democrático, porque creemos profundamente en las ideas, pero sin caer en la desmesura.  

En el arte es habitual escuchar la expresión Horror Vacui aludiendo al temor o miedo al vacío, de modo tal que se procura exageradamente llenar todo espacio, aun cuando se caiga en el exceso. Si aplicamos esta misma teoría a la realidad que está enfrentando nuestro país, quizá podamos entender un poco más el cómo ha venido desencadenándose.

Particularmente desde el fenómeno social, es evidente este temor al vacío, hay una necesidad imperiosa de llenar los espacios, de copar las veredas, de naturalizar y expresar, sin embargo, tiene que existir un punto de equilibrio, un espacio donde podamos sentarnos a reflexionar, un marco evidente para propuestas y una posibilidad de encuentro; algo así como la legitima relación entre forma y fondo, que tanto se ha discutido con el pasar de los meses.  

En mis paseos por la ciudad me ha tocado leer la frase: “La historia es nuestra”, que si bien sirve para animar a quienes se manifiestan, resulta un tanto pretenciosa si consideramos todas las visiones existentes. Sin embargo, ahora que estamos Ad portas de finalizar el año 2019 considero necesaria la urgencia de una racionalidad critica, descubriendo la importancia de sentarnos a mirar lo que se ha hecho, junto con la proyección de lo que imaginamos para el mañana.

Hoy más que nunca debemos recordar que no podemos construir un modelo de sociedad desde la intransigencia. Esto es válido para todos los sectores políticos, pues todos son de algún modo responsables de lo que ha venido sucediendo en las calles de nuestro país. Por esto, les invito a que nos preguntemos: ¿A dónde vas Chile?

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