
Ricardo Lagos y los “constructores de altares”
Ricardo Lagos no goza de fama y popularidad en este último tiempo, muchas de las críticas que se realizan a la Concertación y al ciclo político post dictadura, léase transición a la democracia, se focalizan en dirigentes políticos como Lagos.
Las nuevas generaciones, entre ellos los hijos de la transición, y algunos viejos cuadros que hoy reniegan de la política de los noventa, ven en Lagos a aquel político que tuvo la capacidad de combatir la dictadura, pero que con el transcurrir de los años terminó abrazado a los grandes empresarios y gobernando con las políticas neoliberales, muchas de las cuales fueron criticadas por el mismo en algunas de sus publicaciones.
¿Hasta qué punto esas críticas son validas? El gobierno de Lagos tuvo mucho de simbólico. Fue el primer presidente proveniente del mundo de la izquierda que llegaba a La Moneda después de la caída de Salvador Allende y de las gestiones de los DC Aylwin y Frei tras el fin de la dictadura. Por otra parte, Lagos encarna esa especie de políticos en extinción. Aquel que compatibiliza las tareas políticas con las del intelectual que constantemente está pensando y escribiendo sobre el país y los temas que están en boga. En esa labor, Lagos es difícil de superar. Tiene esa condición de hombre de Estado que lo sitúa por sobre lo coyuntural o de las peleas artificiales. Esa tarea le ha significado ser el político chileno más reconocido a nivel internacional. Guste o no, no existe actualmente ningún político nacional que tenga el reconocimiento externo que posee el ex mandatario.
Su capital cultural, simbólico y político es difícil de superar. Pero aquello no es suficiente en los tiempos que corren. Las críticas más fuertes vienen desde su propio sector, que decir de quienes se sitúan fuera de la Nueva Mayoría, por ejemplo del variopinto Frente Amplio. Para muchos de sus detractores, Lagos es el aliado de los empresarios, el responsable del transantiago, el que endeudó a los estudiantes y familias con los bancos, quien destruyó los ferrocarriles y así suma y sigue. En el actual escenario, Lagos es visto como una (mala) reminiscencia de la política de los acuerdos, consensos y transacciones. Lagos es del pasado, de la elite y eso por estos días es una carga pesada y negativa. Aquello no suma, más bien resta.
Mientras Lagos busca debatir y plantear ideas, el resto (con excepción de Atria e Insulza) prefiere la frase para la galería y el lugar común; mientras Lagos habla y escribe sobre políticas públicas y de Estado, el resto con suerte escriben alguna columna o prefieren el Twitter; mientras algunos buscan caer bien hablando del/al pueblo o la ciudadanía (contra los poderosos), Lagos le habla a todos y mientras Lagos mantiene su ceño fruncido y mal genio, el resto esboza sonrisas y busca caer simpático, eso trae votos y notoriedad.
Por eso para que leer sus propuestas (si es que alguien las lee) o si lo que propone es beneficioso o regular para el país. En consecuencia, el juicio de la historia (como si esta fuera un tribunal) con Lagos parece ya escrito y sentenciado, aunque un porcentaje de aquello se mueve en la antipatía con su persona, la caricatura y ligereza para destacar los déficit de su gestión; de ahí el cuidado de algunos (una nueva generación) con menospreciar el pasado (a otra generación), ya que eso puede conllevar un actitud y práctica mezquina que termine por anular el presente.
Danny Gonzalo Monsálvez Araneda
Déjanos tu comentario: