Ser o No Ser: La Ciudad Vapuleada. Las Políticas Urbanas Entre Paréntesis
¿Por qué las políticas urbanas, de crecimiento urbano (más que de desarrollo), comienzan (por fin) a estar en el tapete de la discusión ciudadana de éste, nuestro país?
¿Quién formula estas políticas? (Política: arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado) ¿Con qué autoridad o derecho lo hace?, ¿Reflejan lo que la gente, los ciudadanos, piensan o desean?, ¿Generan los procesos que las comunidades urbanas de verdad quieren? Son interrogantes que no tienen respuestas muy claras (iluminadoras), o ni siquiera respuestas (en orden de satisfacción).
En un Estado (el conjunto de órganos de gobierno de un país soberano) como el nuestro, ahora en democracia (doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno), una democracia relativa pero democracia al fin, se supone que el Gobierno del Estado formula las políticas urbanas (lo que es tan básico como importante, dado que la mayor parte de la población del país vive hoy en ciudades, que no son la ruralidad).
Pero dado el ejercicio democrático para regir este Estado, esas políticas han de cambiar en tanto cambian los gobiernos y entonces las orientaciones políticas del Estado (el gobierno de turno, los partidos que los sustentan, los personajes políticos) para vislumbrar qué hacer para vivir mejor en los territorios urbanos, cómo acomodar a estas sociedades urbanas (y por lo tanto ciudadanas) en el tiempo (periodos de gobierno) y en el espacio (geografía y territorio).
No es fácil, y las ideologías (conjunto de ideas políticas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona o colectividad) se cuelan en estos procesos, obvia e inevitablemente.
A lo largo de los años, nos damos cuenta que, después de la dictadura dura que nos tocó en nuestro mejor periodo de la edad (y cuando ‘aun teníamos sueños’), la democracia que retomó el control del Estado no hizo más que reforzar la ideología económica neoliberal que antes impuso a sangre y fuego esa dictadura que acabó con los sueños (y con las ciudades que soñábamos).
Con la dictadura la planificación urbana, muy especialmente, tomó los rumbos del mercado a ultranza, y después el ministerio a cargo mantuvo las políticas neoliberales con mayor o menor disimulo mediante la formulación de varias Políticas de Desarrollo Urbano que procuraron esa vía (sin decirlo expresamente o entre paréntesis). Las PDU de 1979, 1985, y la ajustada de 2014, más el debilitamiento del Estado en su rol ejecutor de antaño, dejando el rol primordial en la vivienda y el urbanismo en manos del área privada, las empresas inmobiliarias, finalmente al mercado puro y duro. La ciudad se entregó a los empresarios privados como se le abre la carnicería a un enorme gato que ha de cuidarla y administrarla a su manera…Y la Gente ¿dónde estuvo?,….el Pueblo ¿dónde estuvo?,…. ¿el Hombre, dónde estuvo?
La planificación urbana es una cosa compleja y algunos de sus instrumentos, como los planes reguladores (calificados oficialmente como “instrumentos de planificación territorial”) son complejos de realizar, y más difíciles de entender por la ciudadanía, que en un sistema político democrático (el gobierno del Estado por el pueblo y para el pueblo) debería ser el sujeto de la planificación y no el objeto.
Por otra parte, la participación ciudadana en Chile es de mentira, no vale nada, ya que puede ser simplemente obviada y, si se da la oportunidad, simplemente no es vinculante por muy razonable y de reconocido sentido común puro que sus planteamientos presenten. ¿Se enteraron los lectores de lo que les respondió recientemente el Servicio de Evaluación Ambiental a los vecinos de la futura “Ciudad del Parque” de la inmobiliaria Aitué, en el núcleo central de Concepción? El sistema de planificación y el sistema de evaluación ambiental son un incordio armado para que solo lo entiendan los tecnócratas (se reconozca o no) y para que siempre se termine favoreciendo el funcionamiento del sistema neoliberal. Nuestra opinión, de ciudadanos de a pie y con otras ópticas (todavía), vale CERO. Si no me creen, bajen y traten de leer en vuestras pantallas la Ley Nº 21.078 o Ley de Transparencia y Mercado del Suelo (también denominada “Ley Caval”). Si eso no es un incordio (que no entendemos quienes trabajamos toda una vida en urbanismo), no sé como pueda calificarse y entenderse sin tener que digerirla durante varios días (y con el apoyo de alguno de los 50 mejores abogados del país). De hecho, hoy hay un conflicto “en desarrollo” entre las inmobiliarias, la Contraloría y el MINVU. Y si los técnicos no entendemos cómo se hacen las cosas, ¿Qué puede decir la ciudadanía?
Para ser prácticos y asociarnos al Sentido Común, los cambios en la planificación urbana deben ser precisos y apuntar a la DENSIDAD (número de viviendas por manzana, número de departamentos por edificio) y a la ALTURA permisible en los edificios. Y saber entender a quien debe apuntar, o donde está el BIEN COMUN: si en las empresas inmobiliarias capitalistas o en los habitantes de la ciudad (o la sociedad urbana allí asentada).
Gracias Carlos por tus comentarios, siempre atinados y positivos para el que escribe.
En este caso, en parte tienes razón con la poca batalla que dan los arquitectos en esta “guerra” de las políticas urbanas, pero estos son, según donde actúen, funcionarios adláteres del gobierno de turno o bien arquitectos teóricos, idealistas o puristas, bien intencionados, pero sin peso político. Y la gente (el receptor pasivo, que debiera ser actor principal): ¿Dónde está? Es que NO ESTÁ. Falta conciencia cívica urbana y organización. Bueno, para allá iremos….
Muy buen artículo, estimado Antonio. Como conclusión, creo que se puede parafrasear lo dicho por el médico, periodista y político francés Georges Clemenceau: «La guerra es un asunto demasiado serio como para dejárselo a los militares», planteando que: «La planificacion urbana es un asunto demasiado serio como para dejárselo a los arquitectos». Esto lo planteo con mucha seriedad pues tengo especial aprecio y respeto por muchos amigos y también parientes, arquitectos. Mi abuelo Miguel Bonifetti fue un destacado arquitecto en Punta Arenas y mi hijo Miguel siguió la vocación de su bisabuelo.
Mea culpa. No mencioné que mi hijo también heredó la vocación de su abuela Luz Sobrino y de su tía Ana Dall’Orso.