
Toda lección deja una enseñanza
Las elecciones primarias del pasado Domingo 18 de julio tuvieron una significativa importancia. Por un lado, quedó categóricamente demostrado que la ciudadanía tiene interés en participar en la adopción de decisiones que considera claves para la marcha del país y la inesperada participación de más de tres millones de votantes así lo confirmó. Por otra parte, quedó claro que se respira un aire de rechazo al actuar de los partidos políticos tradicionales.
Los cuatro derrotados vistieron camisetas de colectividades que llevan largos años ocupando muchos espacios de la política nacional.
Joaquín Lavín, el eterno candidato de la UDI, pese a haber contado con importantes recursos económicos y con el grosero apoyo de los medios de comunicación de siempre, nuevamente se transformó en un fiasco. No le fue posible borrar su pasado asociado a la dictadura pese a un trasvestismo que lo llevó a declararse primero como bacheletista y ahora como socialdemócrata, factor que, sin duda, afectó su credibilidad. El RN Mario Desbordes cometió dos incalificables errores: asumir el Ministerio de Defensa y postular a la presidencia de su partido para sufrir una derrota a manos de sus opositores internos. Con Briones, de Evopóli, que nunca agarró vuelo, el camino quedó despejado para el autodeclarado independiente Sebastián Sichel.
En la acera de enfrente, el golpe lo dio el frenteamplista Gabriel Boric al superar por amplio margen al alcalde Daniel Jadue haciendo trizas las encuestas que lo mantuvieron en la pole position por más de un año. Para justificar su caída, Jadue apuntó, desde la misma tarde del informe oficial del Servel, a que había sido víctima de una sistemática campaña por parte de los grandes medios de comunicación (lo que en parte puede ser cierto) centrada en el anticomunismo ambiente. Sin embargo, ese factor oculta otros elementos evidentes entre los cuales destacan los propios errores del postulante y de su partido. Nadie puede desconocer que el PC no estuvo claramente comprometido en el proceso (figuras relevantes como Claudia Pascual y Marcos Barraza no se vieron), sus rudos ataques a su propio compañero de fórmula imputándole responsabilidades graves fueron expresión de su pérdida de control, su actitud relativizando el atropello a los derechos humanos en países sometidos a dictaduras personalistas de su simpatía, terminaron hundiéndolo. Lo dicho, lo demuestra el hecho de que en pocos meses perdió más del 30% de los sufragios con los cuales había ganado en Recoleta.
Las primarias dejaron ya instalados dos candidatos formales siendo muy probable que, además de la veintena de nombres que aspiran a la Primera Magistratura, surja una candidatura a la izquierda de Boric (¿Sharp?) y otra a la derecha de Sichel (J.A. Kast). Mientras tanto, la centro-izquierda se verá obligada a resolver lo más atinadamente posible entre Paula Narváez, Carlos Maldonado y la actual presidenta del Senado Yasna Provoste quien el Viernes 23 aceptó postular. Este sector que por años ha ocupado un importante espacio en la vida nacional, no puede renunciar a representar a los ciudadanos que rechazan una polarización extrema que dañaría al país. Nos guste o no nos guste, parece altamente probable que noviembre nos vea constatando la irrupción de los históricos tres tercios que configuraron al Chile de la pre-dictadura.
Sebastián Sichel tendrá problemas para amparar bajo sus alas al votante de derecha. Su calificación de Pinochet como “el hombre más malo de la historia” constituye un aporte significativo a J.A.Kast y el inmediato apoyo recibido de parte del Juan Sutil, presidente de la poderosa Confederación de la Producción y del Comercio, y de Nicolás Ibáñez Scott, parecieran confirmar que era él y no Lavín el preferido por los “poderes fácticos”. Dura será su tarea de convencer a la opinión pública en cuanto a que es “independiente” y que no es el heredero del neoliberalismo.
Gabriel Boric tampoco la tendrá fácil ya que necesita imperiosamente crecer hacia el centro. Si el PC toma la dirección de su campaña y, en consecuencia impide que el candidato reafirme los puntos de vista que lo separaron de Jadue durante las primarias, el daño será fuerte. Aunque muchos miren con simpatía la irrupción de una nueva generación en la función pública, el grueso de las personas, más temprano que tarde, exigirá gobernabilidad.
El destino de una eventual candidatura única de la centro-izquierda estará marcado por la capacidad que tengan sus partidos para dejar de lado prácticas que la comunidad ya no tolera, abandonar su burocratismo parlamentario e insertarse en el seno mismo de la sociedad.
Lo que el país debe tener claro es que con 1.300.000 sufragios o con 1.700.000, simplemente no se gana. La reposición del voto obligatorio configurará un nuevo panorama y quien logre tener una buena lectura de lo que está pasando tendrá la última palabra.
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