UN RAYO DE ESPERANZA.
Las elecciones del día 19 de Noviembre serán objeto de muchos y variados análisis y esperemos que también importantes lecciones. En los próximos días y semanas escucharemos diversas opiniones que intentaran interpretar los resultados, de acuerdo a las agendas e intereses propios; sin embargo, el 55% obtenido por los sectores que de una u otra forma dicen representar el progresismo en nuestro País, nos confirma un importante mensaje.
La mayoría de los chilenos y chilenas quieren hoy continuar por la senda de los cambios; y no cualquier cambio. Como señalara la presidenta Bachelet la noche del 19 de Noviembre, el resultado de las votaciones evidencia que la mayoría de la ciudadanía quiere que el país continúe avanzando y consolidando las transformaciones que hacen posible una vida mejor y más justa para todos. Los chilenos y chilenas confirmaron en las urnas el deseo a tener, por derecho, una educación de calidad y sin discriminaciones; una salud oportuna y con buen trato; una economía potente, pero sustentable; pensiones dignas; regiones que puedan determinar los caminos de su propio desarrollo; un país que reconozca y celebre la diversidad y el respeto; donde el dinero no sea la única manera de acceder a las oportunidades; y donde todo niño y niña, sin importar donde nazca y cual sea su contexto, tenga las mismas oportunidades de desarrollarse y surgir.
Desde el primer día del segundo gobierno de Bachelet hemos sido bombardeados de manera orquestada y sistemática por una campaña que cuestionó lo que la ciudadanía realmente quería; durante más de tres años, la mayor parte de la prensa y las encuestas han puesto en duda la voluntad de cambio de chilenos y chilenas, asociando antojadizamente la frustración expresada de diferentes formas, como una manifestación de querer preservar el status quo o incluso retroceder en algunas de las reformas impulsadas por el gobierno de la Nueva Mayoría.
Los resultados del día domingo dejan en evidencia una vez más la gran capacidad de influencia que los grupos de poder tienen y la manipulación de la que podemos ser objeto. La ciudadanía puede, en muchos casos legítimamente, estar frustrada por la lejanía observada entre gobernantes y gobernados. La ciudadanía puede estar cansada y en la mayor parte de los casos justificadamente enrabiada por los abusos observados en muchos de quienes componen la elite política y económica de nuestro país. La ciudadanía puede muchas veces criticar con extrema dureza al gobierno y a los partidos políticos. Sin embargo, estos sentimientos legítimos, no dicen relación con un deseo mayoritario por mantener el status quo; por el contrario, estos sentimientos manifiestan la frustración acumulada al observar que las transformaciones prometidas y anheladas, no se implementan o se ejecutan malamente.
Los resultados del día domingo nos devuelven la esperanza, al confirmar que la mayoría del pueblo de Chile esta aún comprometido con una agenda de cambios económicos, sociales y políticos, que pueden permitirnos continuar avanzando en hacer a nuestro país un Chile más justo, moderno y solidario.
Obviamente, en la mayoría antes mencionada, existen diferentes visiones acerca de la profundidad de las transformaciones requeridas, la rapidez con que estas deben implementarse y la manera en que debieran ser ejecutadas; así como legitimas desconfianzas relacionadas con las formas de hacer política y el real compromiso y vocación de servicio público; y estos serán los principales desafíos de las próximas semanas.
La capacidad de dejar atrás la soberbia, para poner el énfasis en la necesidad de seguir avanzando en los urgentes cambios que nuestro país requiere y la generosidad para establecer nuevos puentes y restablecer las dañadas confianzas, serán claves a la hora de ganar en la segunda vuelta de la contienda presidencial.
En este contexto, sería un paso positivo que el candidato Alejandro Guillier reconozca, con humildad, que requiere de aliados políticos para resultar electo presidente de la República y posteriormente gobernar exitosamente nuestro país. Del mismo modo, sería beneficioso que aquellos que en esta primera vuelta levantaron banderas de cambio distintas a las de la Fuerza de Mayoría, particularmente la Democracia Cristiana y el Frente Amplio, depongan con generosidad intereses particulares, para comprometerse a dialogar en la búsqueda de un consenso que permita seguir avanzando en la senda transformadora.
La responsabilidad en este proceso recae primero en el candidato Guillier, quien reconociendo su condición de político y liderazgo emanado de las urnas el pasado domingo, debe trabajar activamente en facilitar un acuerdo entre las fuerzas políticas progresistas. Del mismo modo, los partidos y movimientos progresistas deben también, con grandeza, mostrar su disposición y buena voluntad a dialogar, estableciendo condiciones razonables, fundamentalmente centradas en la erradicación de las malas prácticas políticas, para llegar a un acuerdo. Y finalmente nosotros, la ciudadanía, debemos movilizarnos en apoyo a este nuevo esfuerzo político transformador, acudiendo masivamente a votar en segunda vuelta.
No se trata aquí de votar en contra del candidato de Chile Vamos. De lo que se trata es de votar, pensado en los más necesitados y postergados, a favor de un nuevo gobierno que profundice la cruzada transformadora en la que soñamos; un gobierno que progrese en las reformas, corrigiendo rumbos y proponiendo nuevas alternativas para avanzar en justicia y equidad.
Reconociendo las diferencias y potenciando las similitudes, la tarea hoy es generar las condiciones para que Alejandro Guillier resulte electo presidente de Chile; y se establezcan bases sólidas para una nueva convivencia política, basada en una renovada ética y vocación pública, ambas indispensables para construir una alianza transformadora, que no vuelva a cometer los mismos errores observados estos últimos años.
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