
CHILE Y LA CUESTIÓN MAPUCHE
Sergio Moffat López, arquitecto, Director del Centro de Estudios Urbano Regionales de la Universidad del Bío Bío.
A propósito de la campaña presidencial y de las manifestaciones de violencia que afectan a empresas y contratistas forestales en la Araucanía y en el cono sur de la región del Biobío, hemos observado un incremento en el debate periodístico sobre el tema. Y digo debate periodístico y no ciudadano, porque han sido los medios de comunicación los que se han destacado por relevar el tema y por requerir pronunciamientos a los actores políticos sobre la materia. Sin embargo, salvo muy contadas excepciones, estos requerimientos a los candidatos se han centrado en pedirles que se definan sobre la existencia, o no, de un fenómeno terrorista y la consecuente aplicación de la ley ad hoc que persigue estos delitos.
En mi opinión, esto muestra cuan alejados están los medios de comunicación en Chile de contribuir eficazmente a informar y a generar una opinión fundada sobre el acontecer nacional y como el debate suele enfocarse en lo más llamativo, que suele estar ligado a los efectos y no a las causas de los problemas sobre los que se informa.
En el caso del mal llamado “problema mapuche” estamos, sin lugar a dudas, frente a la agudización del descontento socio territorial de un sector de la población nacional que arrastra una larga historia de maltrato por parte del Estado de Chile, empezando por la falta de reconocimiento de su identidad cultural. En pleno siglo XXI, Chile no reconoce que en su territorio conviven diferentes pueblos con orígenes e identidades culturales distintas, que debieran tener derechos políticos como tales y que enfrentan, en el caso de los mapuche, la expansión de un sistema productivo de monocultivo industrial que destruye la biodiversidad tan apreciada por su cosmovisión.
Pero esto que afecta a los mapuche, y a otros pueblos originarios, también nos afecta como sociedad chilena, puesto que perdemos la oportunidad del enriquecimiento que supone el dialogo intercultural, aprendiendo de nuestras distintas culturas. Por supuesto esto es más evidente respecto de los que no pertenecemos a algunos de los pueblos originarios que no estamos, como ellos, obligados a ser interculturales.
Al respecto, la Unesco y distintos organismos internacionales han reconocido, por ejemplo, la existencia de las llamadas ciencias endógenas que son aquellas que se generan del conocimiento y la sabiduría de las culturas y naciones indígenas originarias.
En el caso latinoamericano, especialmente en los países andinos, se considera al paradigma “del vivir bien” como una alternativa al desarrollo de origen eurocéntrico, por tanto, el desarrollo endógeno puede contribuir a elaborar alternativas a un estilo de desarrollo depredador que prevalece en nuestro continente.
Lamentablemente existen aún en nuestro país una serie de prejuicios que nos impiden avanzar, como lo han hecho, por ejemplo, otros países en América y Oceanía, en distintas formas de reconocimiento de los derechos sociales, culturales y políticos de los pueblos originarios.
Tal vez el primero de esos prejuicios es el desconocer nuestra raíz indígena y suponernos todos blancos europeos trasplantados en el continente americano. En una entrevista la poetisa mapuche, Graciela Huinao, miembro de la academia de la lengua lo dijo gráficamente, al señalar que el problema de los chilenos es que cuando nos miramos al espejo en vez de ver un mestizo vemos a un ario.
Hace ya algún tiempo el Intendente Huenchumilla realizó una propuesta para abordar el tema, partiendo de una cuestión básica y evidente, que es que la sociedad chilena enfrenta un problema político y no policial. Su propuesta, con la que seguramente se podría tener distintas aproximaciones, tiene el enorme mérito de abordar los diferentes aspectos que se relacionan con las demandas del pueblo mapuche y que tienen su origen en el despiadado despojo del que fueron objeto en el siglo 19. No se trata y eso es evidente de retrotraer todo a los inicios de la república ni de crear un Estado dentro del Estado, sino de abrir un camino de solución que implica reconocimientos, autonomías y conformación finalmente de un Estado plurinacional. Lamentablemente, antes de que pudiese entregar oficialmente su propuesta el intendente Huenchumilla fue destituido. Esperamos que en estos tiempos electorales se abra la posibilidad, a pesar de estas primeras señales desalentadoras, de un debate serio que permita avanzar en la construcción de un país diverso, pero al mismo tiempo más integrado.
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