«La injusticia en cualquier parte, es una amenaza a la justicia en todas partes».                                        

Martin Luther King

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DE INTERRUPCIONES Y DE VIDA

Andrés Cruz Carrasco

Abogado. Doctor en Derecho (Universidad de Salamanca). Magister en Filosofía moral (Universidad de Concepción). Magister en Ciencias Políticas, Seguridad y defensa (ANEPE). Máster en Política Criminal (Universidad de Salamanca).

No es fácil referirse a un acto como el aborto. De aprobarse el proyecto sobre la interrupción voluntaria del embarazo, con sus limitadas tres causales, no impedirá que el fenómeno siga ocurriendo. Cuando estemos fuera de estas situaciones, muchas mujeres seguirán acudiendo a cómodas clínicas para practicárselo cuando tengan los medios para ello, pero otras miles continuarán dependiendo de parteras y de otros que lucrando con su desesperación las pondrán en riesgo ante la ineficacia de la autoridad sanitaria y sus débiles programas de prevención y educación sexual. A los que hemos sido padres, y hemos escuchado esos latidos de ese ser que se encuentra esperando su momento en el vientre de su madre, no nos puede ser indiferente lo que ocurra antes de su nacimiento, pero tampoco respecto de lo que pase después.

Las tres causales contempladas en el proyecto que se encuentra entrampado en el seno de la burocracia legislativa no son más que la manifestación de un mínimo reconocimiento de la mujer como ser humano. Nadie puede imponerle a ellas ningún credo o dogma para obligarlas a poner en riesgo sus vidas, escarmentarlas para conducirlas a padecer un calvario, para terminar dando a luz un ser que no sobrevivirá o someterla al castigo y el peso de tener que desenvolverse toda su vida haciéndose cargo de las consecuencias de una acción tan violenta como una violación, y de la que valga dejar bien claro que es una víctima y que no está demás decir que no existen manifestaciones “normales” o “anormales” de la misma. Es crimen. Nadie, parapetado detrás de una sotana, una iglesia, una ideología, cualquiera que esta sea, está legitimado moralmente para obligar a una mujer a sufrir, más aun cuando este sujeto es un hombre, y que nunca se hará responsable de ese niño y del sufrimiento de un entorno humano. Ni siquiera somos capaces de hacernos cargo de miles de niños que siguen esperando que algo ocurra en los centros dependientes del Estado, de quienes ya nos olvidamos, dirigiendo ahora nuestra indignación hacia otra causa, dejándolos llorar en silencio y abandonados, como siempre. Es la mujer la llamada a tomar una decisión, de la mano de su pareja si está presente.

El tratar de dilatar esta discusión o darla por terminada en el caso de aprobarse esta propuesta, en nada contribuirá para enfrentar esos cientos de miles de abortos que se consuman anualmente y que pareciera que muchos prefieren hacer cuenta que no existen, por imponer a otros sus creencias doctrinarias y morales. Yo no celebro nada, pero más vale abrir los ojos ante la realidad, aunque duela, en lugar de seguir siendo apáticos e hipócitas.

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