«El Socialismo «Democrático» se está tomando el gobierno, esto, más el rechazo a la Reforma Tributaria, ¿llevará al gobierno a Cambiar los ejes de su programa?»

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Experiencias Frustrantes (F) en la Profesión (y la Vida) de Uno.

J. Antonio Zelada Espinosa

Arquitecto Premio Regional de Arquitectura y Diseño Consejo de la Cultura y las Artes 2012

A mis alturas de vida, y en un informal tono de memoria, puedo ya darme el lujo de exponer mis experiencias profesionales. Espero que quienes me lean no piensen que es egolatría; solo las comparto para que los que vienen detrás se preparen mejor que lo hice yo frente a situaciones que, a veces, son un poco ‘límite’.

Porque siempre fui un “bauhasiano”, recientemente busqué en Internet la serie cinematográfica sobre la Bauhaus, y ya he podido ver varios capítulos que me han tocado profundamente. La Bauhaus fue (es) la escuela alemana de arte, diseño y arquitectura más importante que haya funcionado alguna vez, y una de mis reflexiones es más bien una pregunta: ¿cómo pudo Walter Gropius, su creador y gestor en 1919, en los años iniciales, cuando recién concluía la terrible Primera Guerra Mundial, llevar adelante sus ideas pedagógicas sobre el arte en general y en el arte mayor que es la arquitectura? Porque la incomprensión y la oposición a sus ideas en Weimar, donde partió renovando revolucionariamente el instituto de arte existente, fueron tremendas. No obstante, las desarrolló y las puso en práctica, contra vientos y mareas,  y a poco andar la Bauhaus deslumbró al mundo de la cultura como ninguna otra escuela lo haya hecho. Por eso, mi reflexión  es que las cualidades de gestor de Gropius fueron  excepcionales, casi inexplicables,  pues enfrentando tiempos y un contexto tan convulsionado, hizo brillar sus ideas. No fue fácil, entre dos catastróficas guerras mundiales,  inmerso en la Alemania  hitleriana que finalmente arrasara con la Bauhaus, y que después de varios traslados y recreaciones terminara sobre existiendo con sus equipos docentes y alumnos desperdigados por el mundo, principalmente en EE UU, pero trascendiendo en la intelectualidad como tal vez nunca lo hubieren pensado.

De ahí que creo que si los arquitectos no somos  compulsivos en lo profesional, si no de gestión, y si no tenemos mucha suerte (de verdad así lo creo) en nuestras ideas y proyectos, no llegaremos muy lejos. Lo pruebo yo mismo, cuando ya al término de mi carrera puedo decir con mucha franqueza que solo la pude desarrollar en una parte menor de la potencialidad que tenía y que demostraba tener. Es verdad que he tenido éxitos, algunos brillantes, pero mis frustraciones son incontables. Tantas que me limitaré a contar solo tres, para que mis aun jóvenes colegas (ex alumnos, tanto  en la UBB como en la UdeC donde fui fundador de la carrera) vean y aquilaten los imponderables con los que uno se encuentra en la vida profesional, y así sepan, ojalá mucho mejor que yo, superarlos.

La primera experiencia F (de Frustración con mayúscula) que destilaré aquí está ligada a la política económica, con la que nuestra profesión está, quiera uno o no, siempre ligada. En la década de los ‘70, convulsionada que fue, todos lo sabemos, pude sobrellevar dignamente mi ejercicio profesional, no obstante haber estado a punto de terminar si no cesante, fuera del país (trabajaba a tiempo completo en la que es hoy la Universidad del Bio-Bío, y me salvó del “cadalzo” Roberto Goycoolea Infante, el más importante profesor que tenía esa universidad entonces). Pero mi trabajo fuera de la universidad en arquitectura y urbanismo era bien cotizado, y en 1976-77 el Ministerio de Vivienda y Urbanismo me contrató un proyecto muy especial, que fue como la continuación de un estudio que antes habíamos hecho con mis alumnos de la UBB: un plan urbanístico especial para el núcleo central de Concepción. Sucedió que el entonces delegado regional del MINVU, mi muy respetable colega que ya no está con nosotros, Cesar Burotto Manetti, me contrató un estudio para un Plan Seccional del Sector Central de Concepción, en el cual trabajamos un equipo interdisciplinario como siempre lo he hecho en mi oficina, entre ellos Hilario Hernández quien después fuera rector de la UBB, además teniendo como colaboradores a algunos ex alumnos que hoy ejercen con brillo en la región y en el extranjero. Fue un lindo trabajo que proponía una gran peatonalización del centro urbano, intervenciones en algunos nodos estratégicos que apuntaban al desarrollo físico de áreas puntuales, un sistema vial coherente y jerarquizado, etc., etc. Un plan quizá si muy audaz, pero potente. No obstante en aquellos años de dura dictadura y la emergencia de cambios drásticos impuestos desde arriba en la economía nacional y regional, nadie sabía aun “como se iban a dar las habas” en la cosa urbana y habitacional. Así estábamos a punto de terminar ese estudio que nos tenía tan entusiasmados cuando llegó orden desde Santiago para frenar todo tipo de planificación y de proyectos: vino de sopetón la nueva política nacional de desarrollo urbano, donde se abjuraba del planeamiento, del rol del Estado en urbanismo y vivienda, dando casi rienda suelta al uso del suelo urbano (considerándolo un recurso disponible y no escaso) y la predominancia absoluta del mercado en toda la gestión estatal. Se acabó nuestro estudio y “todos para la casa”. Ahora creo que, a esas alturas, estábamos pecando de ingenuos, tanto el mismo César y con mayor razón yo, que siempre he creído que en urbanismo y más aun en vivienda el rol del Estado debe ser fuerte, y más que eso, potente. De nuestro estudio nunca más se supo, ya que no fue terminado, nunca fue expuesto y la orden era esconderlo o hacerlo desaparecer. Así se hizo.

Una segunda  experiencia F fue cuando en 1990, ya  a fines de la dictadura militar, el gobierno y la Municipalidad de Santiago  convocaron a un concurso nacional  para idear una obra que celebrara el quinto centenario del descubrimiento de América el año 92, con aun dos años por delante. Se trataba de una gran obra arquitectónica, paisajística y escultórica, con bases técnicas un poco libres, pero en un lugar bien determinado, el Parque Almagro, en el encuentro del parque con  la Avenida Bulnes  que conecta con el Centro Cívico de la capital y el Palacio de La Moneda. Pues bien, a mí, adicto a los grandes concursos de arquitectura o paisajismo como he sido, me brillaron los ojos, y juntos con el arquitecto Pedro Orellana y el escultor Enrique Ordoñez  postulamos con una obra escultural-arquitectónica: la Plaza del Encuentro. En el inicio del parque configuramos una plaza cuadrada que era, de modo físico pero con abstracción como todo arte, una pirámide maya invertida, es decir, que en vez de subir, bajaba algunos niveles, estando circundada por una columnata greco-romana de mármol y donde, en vértices opuestos, se miraban frontalmente la humanidad indo-americana con la humanidad hispano-europea, ambas representadas en sólidos bloques pétreos regulares de gran envergadura, con relieves esculpidos con figuraciones de hombres y mujeres con los elementos más significantes de sus respectivas cosmovisiones.

La plaza, en suma, eran varias explanadas con grecas de mármoles coloridos con trazas prehispánicas, plataformas con muros bajos ricamente revestidos y con la gran columnata circundante de esbeltas columnas marmóreas. Lo digo hoy sin ninguna modestia: un proyecto espectacular que ganó con la unanimidad absoluta del jurado, compuesto por grandes figuras del ámbito nacional del área plástica y también cultural. Lejos, sin oponentes aproximados, nuestro proyecto pencopolitano, provinciano, pero con las trazas de la historia y del mundo, fue premiado con el primer lugar.

En esos días vivíamos las postrimerías del gobierno pinochetista  derrotado en las elecciones presidenciales, y en Santiago el ambiente era, a lo menos, extraño. La exposición oficial se hizo en la Casa Colorada, pero sin bombos ni platillos, quizá porque los ganadores éramos regionales y no los del clan del reino capitalino. Notamos claramente el extraño hálito de “cosa que se acaba y viene otra nueva”, todo muy indeterminado (la entrega del gobierno era cosa de días). Estando nosotros doblemente felices con la llegada de la democracia y con el gran premio en nuestras manos, la primera circunstancia nos jugó una mala pasada, ya que si bien se nos premió,  a los pocos días el nuevo Alcalde de Santiago, nominado por don Patricio Aylwin como Presidente recién elegido, fue Jaime Ravinet (entonces ad-later de la nueva concertación ganadora). Al comenzar su gestión declaró abiertamente que él no consideraría las obras proyectadas por el gobierno anterior, sino que partiría con sus propias ideas. Y así se acabó la Plaza del Encuentro, quizá la obra más importante que mis partners y yo hayamos nunca diseñado, y menos construido. Frustración de las grandes, en verdad, con verdadera mayúscula.

Finalmente, una tercera F. Desde el comienzo de la carrera de Arquitectura en la Universidad de Concepción (fue en 1992 y era la única carrera tradicional que la UdeC no tenía), de la cual fui uno de los dos fundadores a petición del rector Augusto Parra, comenzamos a poner en el tapete la necesidad de adecuar un plan urbanístico para la ciudadela universitaria, para su crecimiento controlado y su desarrollo físico estratégico. Pese a la publicación urbi et orbi de documentos tan importantes al respecto como el Manifiesto I, no fuimos escuchados hasta el año 2008, cuando desde una unidad especial de la ya crecida Facultad, le propuse al rector de entonces estudiar, en serio, un plan para el desarrollo físico del Campus, donde con un crecimiento ya casi descontrolado,  se ocupaba cada rincón disponible sin una idea matriz que mantuviera la unidad y la calidad del Campus, que antes partió trazándose con las ideas de Karl Brunner para después seguir con las de Emilio Duhart y Roberto Goycoolea, en los años ‘60, ideas que generaron la zona central hoy más importante, con urbanismo y arquitectura de alta calidad. El rector Sergio Lavanchy aceptó el desafío y conformamos un equipo profesional especial, con los mejores docentes arquitectos, geógrafos e ingenieros de tres facultades más alumnos tesistas, equipo que pudo operar semi-autónomo, con un financiamiento y un plan de trabajo de tres años acordado con el rector. 

Sin embargo, simultáneamente y con extremo sigilo, algunas autoridades  estaban gestionando un proyecto de urbanización y loteo de las grandes propiedades rurales que posee la UdeC en la cadena de cerros del Alto Caracol, donde aparecía también la idea de un barrio industrial tecnológico llamado parque científico tecnológico, como un producto un tanto secundario de la urbanización en gran escala de esos suelos (la superficie es mayor que todo el sector central de la ciudad baja).  Nuestra posición frente a eso fue cautelosa, nos opusimos desde que nos enteramos de esa idea y quisimos asumir dentro de nuestro estudio esa tarea, pero de otro modo y con otro enfoque conceptual, lo que nos fue negado. Igual lo hicimos, pero cuando estábamos a punto de concluir el estudio Plan del Campus y presentarlo formalmente a las autoridades y a la comunidad universitaria para después poder acoger sus  demandas y luego aprobarlo como un instrumento de planeamiento oficial (que permitiera  con pensamiento y fuerza configurar el mejor campus universitario del país y seguir así desarrollándolo con óptima calidad), el Plan fue bloqueado, se le quitó el financiamiento programado y hasta hubo un intento de acusarnos de malversación de recursos (nunca hubo una sola observación en las revisiones que periódicamente hacía la tesorería central). Entendimos finalmente que todo fue por nuestra manifiesta e inclaudicable oposición a manejos poco claros, que en nuestra visión  irían en perjuicio de la Universidad y de la ciudad. Así entonces también se tiró por la borda el trabajo de selectas personas que en casi tres años mostraba un espectacular desarrollo. El estudio fue anulado y no se permitió su término. Siendo yo el principal responsable del mismo, y un tanto asqueado por lo que sucedía, dejé entonces voluntariamente la universidad.

 Y el único estudio urbanístico serio, después del plan de Duhart y Goycoolea, desapareció como si nunca se hubiera hecho…¿Frustración F?,…la máxima, obviamente. Pudo ser el mejor trabajo de mi vida profesional, pero las “F” existen, nos abruman y nos duelen.

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2 Comentarios en Experiencias Frustrantes (F) en la Profesión (y la Vida) de Uno.

  1. Gracias Pedro por tu buen comentario. En dos de esas grandes frustraciones «F» estuvimos juntos, ambos hemos estamos ligados a la docencia de la arquitectura ya por mucho tiempo, y siempre nos ha preocupado el buen desarrollo profesional de quienes fueron nuestros alumnos, por eso es bueno advertirles como viene el mundo después de la universidad: no siempre es miel sobre hojuelas….

  2. comparto estas lineas de un gran Arquitecto, y que además tengo el privilegio de ser su amigo y compadre. Como bien lo relata en su texto para que a los jóvenes, llegado el momento de situaciones parecidas, los encuentre mejor preparados. Yo solo puedo agregar que de vivirlas de nuevo no cambio nada de lo que realizamos, y puedo seguir mirando a la cara a mis amigos y los demas. Antonio no lo cuenta, y es otra historia que tal vez yo deba escribir, pero llegado el instante crucial para dar luz verde a la materialización de las obras, todo el equipo no transó en las ideas, conceptos básicos y éticos que rodean cada propuesta en este oficio, y eso implico que no se construya. Si era el costo por actuar correcto,con gusto lo pagamos sin dar un paso para atrás.
    Y feliz de tener un colega como Antonio a mi lado.»

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