“La avaricia rompe el saco”.
De acuerdo a lo que define el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, un refrán es un dicho “agudo y sentencioso”, es decir una frase breve, ingeniosa, que pretende entregar un juicio crítico y moral. Los refranes que más circulan de boca en boca, recogen aspectos de la sabiduría popular y no pocas veces son contradictorios con otros: “Quien temprano se levanta, una bolsa de plata se halla”; “No por mucho madrugar, amanece más temprano”.
La revista financiera Forbes nos entrega periódicamente una lista actualizada de las mayores fortunas del mundo y de cada país. El ranking chileno es conocido: A Diciembre de 2021, entre los siete mayores mil millonarios chilenos aparecían Luksic, Ponce Lerou, Paulman, Piñera, Angellini, un desconocido Jean Eric Salata (radicado en Hong Kong), Yarur y Álvaro Saieh Bendeck. La pesquisa periodística no siempre es fácil ya que las fortunas frecuentemente están diluidas dentro de la familia por causas diversas: casos Solari (Falabella) y Matte (CMPC – Softy).
Un caso que llama la atención es el de Saieh, quien en cuatro meses cayó significativamente saliendo en forma sorpresiva del grupo de los top – seven.
Hombre parco, alejado del mundanal ruido, un día equis se transformó en propietario del Consorcio Periodístico S.A. (COPESA), dueño del diario –papel de mayor circulación nacional “La Tercera” y del grupo Radio Duna. Como muchos hombres de negocios (caso Luksic), desde esa plataforma de lanzamiento pretendía influir en el manejo de la agenda ciudadana creando realidades y climas de opinión favorables al modelo y, por lo tanto, a sus propios negocios.
Su primera opción estratégica, fue la de concretar con El Mercurio S.A.P., un tácito “pacto de no agresión”, comprometiéndose mutuamente a repartirse el mercado y a no tocarse ni con el pétalo de una rosa.
COPESA adquirió la revista Paula, editó un diario financiero, compró la tradicional marca política Topaze y, en un golpe audaz, constituyó una fundación para sustentar el periodismo de investigación a través de CIPER, centro que le exigió cero intromisiones en su labor.
Las huellas de este multimillonario no son fáciles de seguir. Desde su negocio con el magnate de origen árabe Carlos Abumohor para adquirir La Tercera, pasó a unirse a él en el ya desaparecido Banco Osorno y La Unión. Luego adquirió a Francisco Javier Errázuriz los Supermercados UNIMARC y en su afán de expandirse compró la cadena Supermercados del Sur.
de propiedad del fondo de inversión Southern Cross. Su apetito insaciable lo llevó a adquirir el tradicional Banco Concepción que ahora adquiría el nombre de Corp Bank. Los tentáculos del pulpo se siguieron extendiendo y el empresario incursionó en el negocio inmobiliario, en seguros de vida (Corp Vid), hoteles de lujo (Mandarin), fundos, etc. A don Álvaro, el país pronto le quedó chico. Invirtió en el Banco Santander Colombia y compró y adquirió el Helm Bank. Además, era necesario proyectarse y compró un departamento en Nueva York avaluado en 25 millones de dólares. Se paseó por las grandes galerías de arte de la ciudad, invirtió en pinturas valiosas de Fra Angelico, el Greco, Manfredi…
El 6 de septiembre de 2010, en una de sus escasas apariciones públicas, tomó parte en el panel del Club Monetario de la U. Finis Terrae: “En nuestras compañías principales, banco, seguros, SMU, COPESA, el flujo de utilidades es de 440 millones de dólares y el próximo año, conservadoramente, de 500 millones. Entonces, tenemos un problema: ¿Qué hacemos con las lucas?” (versión del periodista Héctor Cárcamo, El Desconcierto, 01.07.2021)
Entonces, se hizo público que Saieh fusionaba Corp Bank con el Banco Itaú, como parte de la negociación, que le permitía al banco más grande de Latinoamérica ingresar al mercado financiero chileno, obtuvo un crédito para los supermercados SMU que avaló con sus acciones en el banco fusionado y emitió bonos que fueron adquiridos por el Grupo Consorcio (banca, seguros), corredores, fondos de inversión de MBI, Compass, Larraín Vial, Fratelli Investment (familia Solari Donaggio), entre otras.
Todo se financiaba con la expectativa de jugosos dividendos por recibir.
Pero la noche se vino de pronto. Los bonos no fueron pagados a su fecha de vencimiento, se descubrió que a través de 18 operaciones se había vaciado la matriz Corp Group Banking traspasando los recursos a empresas relacionadas, se declaró el default, empezaron las múltiples demandas de los afectados, la querella por fraude financiero era inminente. Saieh optó por declararse en quiebra de acuerdo a la legislación estadounidense logrando sustraer así los problemas del ámbito de la competencia de los tribunales chilenos.
Como puede apreciarse, todas sus inversiones fueron de papel. Todas, aventuras que serían financiadas con la llegada de utópicas utilidades, todas en fraude al mercado de capitales. Lo que el ciudadano de a pie se pregunta es: ¿Cómo nadie advirtió lo que pasaba? ¿Cómo nadie vislumbró lo que se venía?
Es curioso, pero los expertos financieros que manejan los fondos mutuos, los fondos de inversión, el marcado accionario, nada pisparon. El poderoso diario El Mercurio, que maneja un cuerpo especializado de “Economía y Negocios”, guardó silencio por años y solo ahora, el domingo 22 de mayo, puso la lápida funeraria a este oscuro episodio en un deslavado reportaje que repite datos de sobra conocidos, pero cuidándose mucho de emitir juicios sobre este tipo de conductas.
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