Editorial: La cosa no es tan simple.
Aun cuando muchas personas señalan con pertinacia que no les interesa la política, la afirmación constituye, sin duda, un sofisma difícil de aceptar. Por lo demás, siempre se espera de “la política” y “los políticos” la solución de los problemas que nos aquejan incluyendo aquéllos que escapan de la esfera de acción de las autoridades y que son, muchas veces, de nuestra propia y personal responsabilidad.
Cada uno de nosotros puede cuestionar a los actores políticos y criticar sus conductas; puede cuestionar la forma de hacer política especialmente en cuanto se refiere a la perpetuación en los cargos, a los hechos de corrupción, a los conflictos de intereses; puede procurar expresar su insatisfacción con la gestión política a nivel ejecutivo, parlamentario e incluso de la administración local; puede, en fin, buscar hacer pública una sensación y un sentimiento que le hacen ver a “los políticos” como una elite cada vez más alejada de los problemas concretos de las personas. Pero, a pesar de todo, no puede eludir una realidad que estará presente permanentemente en casi todos los aspectos de su vida concreta. Salud y educación, previsión, vivienda, transporte, trabajo, medio ambiente, cultura, etc., constituyen áreas de desafíos y problemas con directa incidencia en nuestras vivencias cotidianas, para bien o para mal.
Por lo tanto, no da lo mismo quien nos gobierne y eso tenemos que tenerlo claro.
Definir qué esperamos de un nuevo gobierno puede ser importante para apreciar cuales son las preocupaciones principales de la gente pero ello no puede llevarnos a perder el sentido de lo que significa ser parte integrante de una comunidad. Por supuesto que nuestra tendencia natural es a priorizar los problemas que nos atañen más personalmente o que afectan al entorno más inmediato pero, si tenemos la capacidad moral de elevar la vista para contemplar el panorama nacional con cierta perspectiva, podremos comprender que ese enfoque egoísta e inmediatista puede conducirnos por un camino equivocado ya que nos lleva a resolver de forma parcial “lo urgente” y a postergar permanentemente “lo importante y trascendente”. La conocida frase que señala que el político mediocre sólo se preocupa de la próxima elección en tanto que el verdadero líder es aquel político que se preocupa de la próxima generación, resume cabalmente lo afirmado.
En próximas ediciones de este portal ciudadano, procuraremos aproximarnos a ciertos criterios que consideramos deben orientar en lo sustantivo las políticas de reformas institucionales que el país demanda y las bases para la implementación de un desarrollo económico, social y cultural que permitan al país poner término a una sociedad marcada por el individualismo y la fragmentación social.
A las elecciones de noviembre, seguramente llegará una decena de candidatos a lo menos, entre los cuales tendrá que optar aquella parte de la ciudadanía que asuma la responsabilidad de concurrir a sufragar. Esa opción no debiese responder a una determinación instintiva influenciada por justificaciones superficiales sino a un cierto razonamiento básico fundado en lo que queremos para nuestro país.
Hay algunas cuestiones fundamentales sobre las cuales debemos interrogarnos a nosotros mismos y que nos guiarán a la correspondiente decisión.
La primera de éstas, y que nos sirve para fijar el debido marco referencial, es la siguiente: Más allá de los problemas puntuales del diario vivir ¿Estamos satisfechos con el tipo de sociedad en que estamos viviendo? ¿Creemos que es bueno vivir en un país en el cual las oportunidades de cada persona están determinadas por la familia en que nace, por el apellido que lleva, por el lugar en que vive, por el colegio en que estudia, por la universidad a la cual puede acceder, etc.? ¿O simplemente pensamos que las cosas “son así” y que es problema de cada quien superar las barreras que se le van presentando?
Superada esa definición inicial, corresponde precisar cuál es el postulante apto para conducir adecuadamente la nave del Estado y de las políticas públicas. Ello es bastante complejo e implica evaluar sus aptitudes y conocimientos en los variados campos de la política en general, de la economía, de las relaciones internacionales, de la cultura, para pasar luego a apreciar las coaliciones en que se sustenta y que hagan viables sus propósitos, sus equipos técnicos, su capacidad de liderazgo para imponer autoridad incluso sobre sus propios partidarios, los conflictos de interés en que pueda verse envuelto durante su gestión, su voluntad de dignificar la política enfrentando sin contemplaciones todo acto de corrupción.
La respuesta satisfactoria a lo antes dicho, hará posible abordar los problemas nacionales sustantivos en forma adecuada porque terminará clarificando en pro de quienes se quiere gobernar y que real posibilidad existe de que los sueños, las promesas, los eslóganes, se puedan cumplir efectivamente.
Conciencia ciudadana, compromiso y educación.
Gran Editorial impecable razonamiento…Recomendable.