«El mayor problema ecológico es la ilusión de que estamos separados de la naturaleza.»

Alan Watts.

Actualmente nos leen en: Francia, Italia, España, Canadá, E.E.U.U., Argentina, Brasil, Colombia, Perú, México, Ecuador, Uruguay, Bolivia y Chile.

FOTO:JUAN DAVID/AGENCIAUNO

LA NATURALEZA HUMANA EN TIEMPOS DE CRISIS.

Nuestro país se ha visto, a lo largo de su historia, afectado por grandes catástrofes; algunas de ellas por causas naturales como los terremotos y maremotos que han desolado en reiteradas oportunidades vastas regiones de nuestro territorio y,  otras, por causas aún por determinar, como el dantesco incendio que sin control asola nuestro Chile desde hace ya varias semanas.

Más allá de analizar cómo y con qué grado de eficiencia ha reaccionado el gobierno, o el nivel de oportunismo con que ciertos sectores políticos de nuestra sociedad han reaccionado frente a esta tragedia, ejercicio que dejaremos para más adelante, creo que es importante detenernos un minuto a observarnos a nosotros mismos.

Estas tragedias, que cada cierto tiempo ponen a prueba a nuestra nación, son también una oportunidad para observar la naturaleza humana y como cada uno de nosotros, orgullosos ciudadanos y ciudadanas, nos comportamos frente al infortunio. El terremoto ocurrido en Chile en el año 2010 nos dio algunas luces acerca del comportamiento humano en tiempos de crisis; los incendios que nos han golpeado desde principios de este año, nos dan una nueva oportunidad de observarnos; observarnos para aprender; observarnos para intentar enmendar rumbos.

Ante la crisis, nos encontramos en primer lugar con la generosidad intrínseca del ser humano. En palabras del filósofo francés Jacques Maritain, “la persona como tal es un todo, un todo abierto y generoso”, en cuyo centro encontramos un núcleo de bondad inherente a la naturaleza humana. Y es esta bondad la que nos permite observar en muchos de nuestros compatriotas una entrega sin límites: la dedicación sin pausa de nuestros bomberos que en forma voluntaria y en interminables jornadas arriesgan sus vidas por extinguir un incendio que avanza sin control; la participación voluntaria de miles de chilenos y chilenas, especialmente jóvenes, que se han unido a la riesgosa lucha por apagar estos incendios; la generosidad de muchos compatriotas que en Chile y en el extranjero organizan campañas para ir en ayuda de quienes trabajan incansablemente por terminar con esta tragedia y de aquellos que han sido afectados por ella. Son estas conductas las que reafirman la esperanza en el ser humano y en su capacidad de avanzar en la construcción de una sociedad más solidaria.

Sin embargo, en épocas de crisis también nos encontramos frente a los aspectos más mezquinos de la naturaleza humana; como lo expresara Maritain en sus escritos, el reconocimiento del núcleo de bondad que reside en la naturaleza humana no nos debe llevar a desconocer los aspectos más trágicos y oscuros que residen en ella. Enfrentados a la crisis, el ser humano tiende también a reaccionar en forma ansiosa, cediendo al temor a lo desconocido y a las presiones que genera la magnitud de la tragedia; dando lugar a mezquindades y pasiones que no se condicen con la bondad a que antes hacíamos mención. El oportunismo manifestado en el alza de precios de artículos de primera necesidad asociados a la catástrofe, la exacerbación odiosa de la división en lugar del exaltamiento de los puntos de unidad, el trato con desprecio hacia nuestras autoridades, la difusión tendenciosa de información y la crítica desmedida y soez en lugar de constructiva, son sólo algunos ejemplos de ello.

¿Qué nos lleva a actuar así? ¿Qué nos lleva a, por un lado, actuar de manera bondadosa y generosa, y, por otro, a  hacerlo de manera mezquina y egoísta? ¿Qué hace que en nuestra sociedad coexistan ambas actitudes frente a la tragedia?

Más allá de aquellos aspectos propios e inherentes a la naturaleza humana, me atrevo a señalar que el marcado énfasis individualista que ha caracterizado el Chile de los últimos 40 años es un factor que exacerba esta dicotomía entre el Chile bondadoso y el mezquino. Una sociedad que tiende a medir el desarrollo en base al lucro y la productividad,  es una sociedad que promueve el egoísmo; una sociedad que da vuelta la cara frente al abuso de la ley por parte de quienes tienen más,  es una sociedad que fomenta la división; una sociedad que premia el oportunismo como si éste fuera sinónimo de inteligencia emprendedora,  es una sociedad que le enseña a sus jóvenes a buscar el bien individual por sobre el bien común.

Pero aún no es tarde. Los actos de bondad y entrega que hemos observado en estos días nos muestran que en Chile aún existe capacidad de construir; aún existe voluntad solidaria y compromiso por ir en ayuda de quienes lo necesitan. La entrega de nuestros jóvenes, es una fuente de esperanza para aquellos que soñamos con seguir avanzando en la construcción de un Chile más justo y solidario.

Y ¿qué hacer entonces?

La respuesta más obvia y de alguna forma la más  sencilla (ya que transfiere la responsabilidad a otros) es: debemos cambiar el modelo; debemos terminar con un modelo capitalista que exacerba el individualismo y egoísmo para pasar a un modelo que se centre en los valores de la equidad, igualdad y solidaridad.

La respuesta menos obvia y más compleja (ya que exige de cada uno de nosotros un esfuerzo diario) es que debemos cambiar nosotros; debemos, sobre la base de la experiencia y la reflexión, cambiar nuestra manera de acercarnos a lo que ocurre en Chile. Debemos hacer un esfuerzo por hacer primar en cada una de nuestras acciones la voluntad de construir. Debemos hacer un esfuerzo por dejar de lado este criticismo desmedido y despiadado que observamos hoy en Chile para dar paso a la crítica seria y constructiva. Debemos hacer un esfuerzo por buscar los que nos une por sobre lo que nos divide.

Y este esfuerzo por cambiar nosotros, sólo depende de nuestra decisión y voluntad.

 

Maroto, Canada.

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