
LAS COSAS SE ENMARAÑAN.
René Fuentealba Prado, abogado.
Todo el mundo esperaba que los últimos días sirvieran para aclarar las cosas. Diversos sectores políticos estaban convocados para adoptar decisiones que determinarían los rumbos a seguir. Muchos, ingenuamente, estaban confiados en que la comunidad nacional iniciaría – ¡ por fin ¡ – un proceso de reflexión y de maduración política que hiciera posible discernir de forma razonada y razonable entre diversas opciones. Pero, si sociedades como la francesa, que son frecuentemente vistas en este plano como paradigmáticas, a pocos días de su elección presidencial se debaten en la incertidumbre, acosadas por los extremismos populistas irresponsables, parece que era demasiado ilusorio que el homo chilensis pusiera los pies sobre la tierra pensando y midiendo las consecuencias de sus actos.
Descartando hartos nombres que sólo responden a aventuras personalistas sin destino, el mapa nacional presenta, en la línea gruesa, tres alternativas de las cuales dos responden, en lo general, al llamado de la historia – “centroderecha y centro izquierda – en tanto que la otra pretende agrupar a múltiples sectores de descontentos e indignados bajo el paraguas de “frente amplio”.
En comentarios anteriores, precisamente nos referimos a este grupo emergente señalando que serían capaces de irrumpir innovadoramente en la política nacional si eran capaces de mantener una ética, homogeneizar sus principios y propuestas, y tener la paciencia necesaria para que la semilla fructificara de acuerdo al ciclo natural de las ideas. En verdad, desde el punto ético no hay para ellos juicios de reproche, salvo cuestionamientos que apuntan a la inconsecuencia política como que Revolución Democrática haya participado remuneradamente hasta hace algunos meses en la elaboración de las propuestas educacionales del Gobierno actual y ahora abruptamente las condene con vehemencia. Lo que sí constituye un problema grave, es la heterogénea integración del frente que reúne a doce grupos diversos que no han mostrado en ningún momento “animus societatis”. Eludiendo la dura tarea de esperar y tener paciencia, han optado por lo inmediato y, luego de recibir con vítores a Mayol como abanderado, prefirieron un rostro televisivo respetado y respetable como Sánchez, de mejor pronóstico electoral. Lo que se observa es simple: la ilusión de pasar a la segunda vuelta ha sido desechada y lo que se busca es una cobertura que les permita alcanzar sobre una media docena de diputados, hecho que de producirse les daría una gran capacidad negociadora. Sin embargo, los ánimos están notoriamente a la baja: el principal partido, Revolución Democrática, luego de una arrolladora recolección de firmas, para la elección de su directiva nacional, pese a que se podía votar por internet, registró un 80% de abstención.
La “centroderecha” aparece con las cosas más claras: Un abanderado ya proclamado, apoyado por las nomenklaturas de los dos partidos tradicionales y los tres desafiantes ( los Kast y Ossandón) que han exigido se respete el compromiso de realizar primarias, en las cuales es difícil que alguno de ellos gane pero que, de haber debate, seguramente les permitirá rayarle la pintura por ambos lados al hasta ahora favorito. Lo preocupante para el sector es el hecho de que la UDI, el principal partido, carente por ahora del generoso apoyo empresarial, haya tenido enormes dificultades para reunir las firmas requeridas por la legislación vigente y, también, el estancamiento de Piñera en las encuestas ya que no consigue ampliar su abanico y se consolida en el voto duro y tradicional de la Derecha.
La Nueva Mayoría gobernante busca sobrevivir en un mar proceloso que era inimaginable. La “unidad” entre sus integrantes está lejos de responder a convicciones y concretos acuerdos programáticos y, si es que al final se da a lo menos en el plano parlamentario, va a estar motivada fundamentalmente por las conveniencias electorales. Siendo clara mayoría social, les resultaría intolerable perder la mayoría en ambas cámaras. El Partido Comunista, aliado menor pero electoralmente importante, juega sus propias cartas trabajando acuerdos con el Partido Progresista de MEO a espaldas de sus aliados y, en una arriesgada maniobra, rompe la línea oficialista haciendo posible el rechazo a la propuesta de reforma educacional. El Partido Radical, engolosinado con la postulación presidencial del senador Guillier, no atina a percatarse de lo que está sucediendo. Los mismos operadores de encuestas que levantaron su candidatura como la espuma, la han congelado y hecho retroceder distanciándola notoriamente de Piñera luego de un momento de virtual empate. La empresa Cadem, claramente ligada a los intereses de Piñera, que ha entregado cada lunes sus evaluaciones, rompió su rutina y las adelantó para antes de la realización del Comité Central del Partido Socialista con el claro propósito de influir en su decisión. La determinación de este Partido, que celebró regocijado en 1999 el regreso del socialismo con Lagos a La Moneda, y que en 2005 aplaudió unánimemente su Gobierno, resulta difícil de entender. En el breve debate interno, sus opositores argumentaron que en las encuestas Guillier aparecía mejor aspectado, asumiendo la permanente actitud de la Derecha y renunciando a su opción de ser conductores políticos. Una decisión en primarias, por lo menos habría salvado la dignidad del ex mandatario Ahora, que la Nueva Mayoría logre cuadrar el círculo es casi imposible. Guillier ha dicho que si la Democracia Cristiana quiere pacto parlamentario, debe ir a las primarias y aceptar el nombre que en la oportunidad se decida. Por ahora, todo indica que Carolina Goic irá directamente a la primera vuelta – con o sin acuerdo parlamentario – y que, gane o pierda, sacará una importante cifra. Si gana, contará con la adhesión más bien forzada pero poco entusiasta, de los adherentes a Guillier. Si pierde, sus partidarios tampoco de sumarán con fervor a su adversario. Una fuerte abstención, sin duda. Para Sebastián Piñera, la mesa estará servida. Tras cada gobierno de Bachelet, un gobierno de Derecha. Pero, como dijo sobriamente Lagos, “la vida continúa”.
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