
Los desafíos ambientales de Chile post Covid-19
- La pandemia ha puesto a prueba al sistema de salud, a la economía y a la sociedad chilena, impulsando también la reflexión sobre nuestro comportamiento en el planeta.
En las ciudades del sur de Chile y, sobre todo, en sectores rurales del país, la leña ha sido desde siempre un elemento central en la economía doméstica. Por ser un elemento de combustión económico, abunda en los hogares de miles de familias, que no sólo calefaccionan sus casas con este fuego, sino que también cocinan y secan la ropa, entre otras actividades.
Pero en los últimos años, el uso de la leña se ha convertido en un dolor de cabeza, por su enorme capacidad contaminante, tanto a nivel de atmósfera como intradomiciliario, generando diversas campañas que buscan la reducción y control de uso.
Leña y combustibles fósiles
“Estamos trabajando desde 2019 para tener una solución definitiva al problema de la leña. No basta con prohibir o regular la leña, debemos además entregar sustitutos eficientes para que las familias tengan alternativas concretas para reemplazarla y a costos que no impacten negativamente su bolsillo”, dijo el biministro de Energía y Minería, Juan Carlos Jobet, tras presentar una mesa de trabajo, que busca mejorar la calidad del aire en algunas ciudades del sur de Chile.
Esta mesa de trabajo busca asegurar la implementación, monitoreo, seguimiento y evaluación de las medidas para acelerar la descontaminación en la zona sur, además de coordinar y focalizar los recursos financieros de los ministerios, los municipios, gobiernos regionales y el sector privado dedicados al combate de la contaminación para aumentar y acelerar medidas.
Otra medida impulsada por el Estado, es el cierre de todas las centrales a carbón al año 2040, cuya primera fase al 2024, que inicialmente incluía ocho centrales equivalentes al 19% de la generación con este energético, hoy contempla el cierre de 11 plantas, que representan el 31%.
El retiro de las centrales a carbón y su reemplazo por energías renovables, permitirá dejar atrás centrales contaminantes, las cuales son rechazadas por las comunidades locales, pues emiten gases de efecto invernadero, son más caras y han hecho al país dependiente energéticamente. Éstas serán reemplazadas por energías como la solar, termosolar, eólica, hidroeléctrica o geotérmica, las cuales no contaminan, son más amigables con el entorno, no emiten CO2, son más baratas y se basan en recursos que Chile tiene en abundancia.
Baja en la contaminación
Una reflexión habitual el 2020, fue que el encierro estaba ayudando a bajar los niveles de contaminación en el mundo. “En diversas zonas del mundo, especialmente las que están o han estado en cuarentena, como China, España, Estados Unidos y Chile, se han generado disminuciones importantes de contaminación. Pero esta situación no puede ser tomada como la cara amable o positiva del coronavirus”, indica Estefanía González, coordinadora de campañas en Greenpeace Chile respecto de las consecuencias ambientales que ha tenido la propagación del Covid-19.
Y agrega que, “la verdad es que los esfuerzos por disminuir la contaminación causante del cambio climático, deben ser producto de medidas de carácter global y no el resultado de una pandemia. El coronavirus y el cambio climático han dejado en evidencia que ambos no conocen fronteras, que afectan por igual a la humanidad y que sólo acciones coordinadas y decididas, son las que producen cambios relevantes para enfrentarlos”.
Bajo esta mirada, entonces, las disminuciones de CO2 de estos meses en cuarentena serían transitorias, por lo que, superada la crisis, existiría entonces el desafío de pensar a largo plazo y dar un paso definitivo en la adopción de políticas, que garanticen la sostenibilidad del planeta.
Mejor manejo de la basura
Otro de los desafíos que esta pandemia generó y que, sin duda, impactó en la comunidad y provocó cambios en materia de reciclaje, es el aumento de la basura. Estar en casa supuso un alza en la generación de basura, tanto orgánica como inorgánica, que nos obligó a asumir nuevas conductas, como reciclar, reutilizar y compostar.

De esta forma, si aprendimos a gestionar nuestros residuos adecuadamente, podremos enfrentar el calentamiento global y combatir eficientemente el cambio climático y con ello cuidar el planeta. Esto a nivel ciudadano, pues a nivel público existe, por ejemplo, la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor, la cual obliga a las empresas a hacerse cargo de los residuos que generan y establece metas de recuperación de seis productos prioritarios: Aceites Lubricantes, Aparatos Eléctricos y Electrónicos, Baterías, Pilas, Neumáticos y Envases y Embalajes.
Además, esta ley establecerá un sistema definitivo de recolección puerta a puerta, una mayor infraestructura de las empresas recicladoras y mejores condiciones para los Recicladores de Base. La idea es que, cuatro de cada cinco hogares del país, tenga este tipo de recolección, pero mientras tanto esto ocurre, se establece la obligación de instalar en el 75% de las comunas del país, de aquí a tres años, 350 nuevos puntos limpios.
“El rol del Estado debería contemplar elaborar las políticas públicas que vayan direccionando el actuar de la sociedad. Así como ayer una política pública generó las condiciones para exigir el uso del cinturón de seguridad o prohibir fumar en ciertos lugares, así el Estado debería impulsar políticas que limiten la contaminación, que frenen los impactos ambientales y sociales negativos de las empresas, que promuevan el uso de espacios naturales, y así muchos más”, indica el académico Óscar Mercado, director del Programa de Sustentabilidad UTEM y presidente de Red Campus Sustentable.
Como vemos, aquella frase que indica que “los tiempos de crisis siempre ofrecen oportunidades”, podría implicar que esta pandemia nos entregue oportunidades y cambios, tanto en la conducta de las personas, las empresas y el Estado, las cuales podrían dejarnos comportamientos, proyectos e iniciativas que solo traigan beneficios a nuestro entorno y al planeta.
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