
Moreno y el país que se nos viene.
Esteban Lobos, analista.
El próximo cuadrienio marcará de manera importante la vida del país en cuanto a su crecimiento económico y desarrollo. Si bien tal proceso está siempre marcado por un juego al que concurren diversos actores, es indudable que, para bien o para mal, un papel protagónico lo desempeñará el gran empresariado. La Confederación de la Producción y del Comercio la presidirá Alfredo Moreno, quien fuera Ministro de Relaciones Exteriores durante todo el gobierno de Sebastián Piñera. Sin contendor – a este nivel, los empresarios no tienen problemas en ponerse de acuerdo –, en entrevista “a título personal” concedida a “El Mercurio” dio a conocer como se viene la cosa.
La periodista Pilar Vergara (cosa que ya se ha hecho una costumbre, mala, pero costumbre al fin) parte con una pregunta condicionada afirmando, sin medias tintas, que “el libre mercado… fue el sistema que les permitió desarrollarse a ellos (se refiere a los empresarios) y al país”. Moreno responde: “La economía abierta, con oportunidades para que las personas, las empresas, los emprendedores pudieran crear, hizo que el ingreso per cápita se multiplicara por cinco”.
En la respuesta, y también a lo largo de la entrevista, no hay un juicio crítico, no hay matices, no hay un análisis que sería exigible a un personero de este nivel. A esta altura de los tiempos, cualquiera esperaría una palabra que tocara el tema de la concentración de la riqueza, que aclarara algo tan simple como que el “per cápita” no es más que un promedio que, como todos los promedios, es mucho más lo que oculta que lo que muestra. El hecho objetivo de que una docena de familias concentra un poder financiero indesmentible ni siquiera es aludido o justificado.
Entre entrevistadora y entrevistado se hace un confuso juego de términos dando a entender que “economía abierta” y “libre mercado” son lo mismo. Estos ideólogos del liberalismo económico no hacen referencia alguna a uno de sus términos favoritos claramente ligado al libre mercadismo: la libre competencia. Una y otro entienden que inmiscuirse en ese campo implica adentrarse en un terreno fangoso y tener que entrar a explicar las reiteradas y persistentes colusiones empresariales y a justificar por qué actores relevantes de la economía nacional han demostrado carecer de principios éticos básicos. Si a ello se suma la débil actitud de sus organizaciones gremiales tanto para denunciar como para condenar procedimientos ilegítimos (delictuales en la mayor parte de los casos) , es fácil deducir que no se avecinan cambios que vayan más allá de lo meramente cosmético.
Moreno critica las reformas educacional y tributaria del actual Gobierno, lo que era esperable) para hacer presente que las “incertidumbres” creadas afectan la positiva evolución de la economía y, mete basa en un tema interesante: “las dudas que se plantean sobre el derecho de propiedad en lo que es el agua”. A este nivel, se tiene el derecho de esperar respuestas menos contaminadas ideológicamente y no tan sesgadas en defensa de los intereses de élites privilegiadas. En dos palabras: el agua en Chile es un bien escaso y lo será cada día más; el gobierno militar, como sucedió con otras áreas, la privatizó permitiendo que particulares tuvieran dominio sobre ella con independencia del dominio sobre el suelo ( lo que permite que haya agricultores sin agua y dueños de agua solamente, que comercializan sus derechos abusivamente o no los utilizan); el sector minero ha accedido a estos derechos afectando gravemente el suministro y abastecimiento mínimo de la población; el monocultivo forestal ha contribuido a desecar vastas áreas del territorio mediante la absorción de las napas y corrientes naturales de agua. En suma, a Moreno no le preocupa el “derecho humano” de la población a acceder al agua para su consumo de subsistencia, no le inquietan los complejos problemas mencionados y sólo tiene voz para defender un sacrosanto derecho de propiedad al que sus representados accedieron mediante caminos no muy transparentes.
Es curioso ver como el inminente líder empresarial, que se da tiempo para asumir incluso posiciones políticas contingentes y para descartar de un manotazo los innumerables cuestionamientos que revolotean entre los ámbitos de la justicia y de la opinión pública, no es capaz de mostrar en su extensa entrevista ni siquiera los rasgos y atisbos de un proyecto de sociedad que deje de lado los intereses de clase y se abra a un proceso de integración, basado en la participación, la justicia social y principios morales que no pueden seguir siendo ignorados.
Si un sector predominante del país muestra, a través de su personero más representativo, que no tiene ni siquiera una comprensión elemental de los problemas, conflictos y desajustes que afectan a la comunidad nacional, es poco lo que nuevo que puede aventurarse hacia el futuro. Por supuesto, no bastan los llamados a “crear confianzas”. Ellos no van más allá de constituir palabras de buena crianza sino van acompañados de cambios actitudinales que impliquen avanzar en pro de una sociedad profundamente más solidaria. Simplemente, mientras se insista en creer que Chile es de propiedad de unos pocos, se seguirá marcando el paso y sembrando las semillas de crisis que cualquier día brotarán.
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