
¿Quién quiere apostar?
En un mundo globalizado y farandulizado, con una fuerte tendencia a la ludopatía, las “casas de apuestas” invitan al público a participar pronosticando los eventuales resultados de toda clase de eventos deportivos y electorales. Lo que es ya un hábito en los países europeos amplió su cobertura a la primera vuelta de las presidenciales chilenas, pudiendo demostrar que los participantes estaban bastante informados. Salvo el caso de José Antonio Kast que sorprendió con su cuarto lugar, los gringos acertaron con precisión en el orden de llegada de los candidatos. Las noticias que llegan desde Londres dan un leve favoritismo a Guillier. ¿Será tan así la cosa?
Hay ciertos datos duros con los cuales trabajar. Pero, a tales datos es necesario agregarle algunas apreciaciones o sensaciones bastante subjetivas, por lo demás.
Sebastián Piñera logró 2.417.216 votos, lo que significó un 36,64%. No existe ninguna razón para pensar que esa cifra base pudiera alterarse. Más bien podría incrementarse un poco en la medida en que el trabajo de Ossandón en comunas como Peñalolén y Maipú que no le fueron favorables en esta primera vuelta, rinda frutos. Después de los duros ataques del senador a Piñera durante las primarias, es difícil pero es bastante probable.
En el mismo sector, José Antonio Kast obtuvo 523.213, es decir un 7,93%, votación proveniente de una derecha más dura e integrista en lo valórico pero en parte importante de la “familia militar” y sus alrededores. Es posible que una fracción menor de este candidato no concurra a apoyar a Piñera (por lo que estiman el incumplimiento de los compromisos que habría adquirido en las elecciones del 2009) pero esa deserción será claramente compensada con el aporte de Ossandón.
Partiendo de la base de que no habrá un incremento significativo de los votantes en relación con la primera vuelta, parece razonable apuntar a que el candidato de la “centro-derecha” se consolide en torno a un piso de 2.950.000 votos como mínimo y de 3.050.000 votos como techo.
El panorama del senador Guillier es más complejo. Su punto de partida es de 1.497.116 votos (22,70%) más 24.019 votos ( 0,36%), alcanzados por Navarro, aporte a todas luces irrelevante. Lo dicho suma 1.521.135 sufragios (23,06%). Por su marcado carácter ideológico de extrema izquierda, no deben considerarse los 33.690 sufragios de Artés (0,51%) que, en nuestra opinión, se abstendrán de concurrir, votarán en blanco o anularán.
La pesca del postulante de la “Fuerza de la Mayoría”, se orientó primero a los terrenos de Marco Enríquez-Ominami y Carolina Goic. El resultado de la primera vuelta para MEO fue de 376.471 (5,71%) que, pese a su decisión inmediata de sumarse a Guillier no son tan fácilmente endosables ya que tienen una connotación generacional o de simpatía personal. La votación de Goic fue levemente superior (387.780 con un 5.88%) debiendo entenderse que quienes quisieron descolgarse en castigo a las actitudes y posiciones adoptadas por el PDC, ya lo hicieron. Pero, además debe considerarse que la desorientación e insatisfacción de militantes y simpatizantes lleve a no pocos a abstenerse, votar en blanco o anular.
Así, la “Fuerza de la Mayoría” debería contar con un piso mínimo de 2.235.000 votos y un techo de 2.285.000 sufragios.
Echadas así las cartas y reiterando nuestra estimación de que no habrá un aumento significativo de sufragantes, el ganador requerirá alcanzar 3.298.000 votos, por lo que Sebastián Piñera se encontraría a entre 248.000 y 348.000 sufragios de la meta y su contendor, Alejandro Guillier a entre 1.020.000 y 1.066.000.
Pero, las llaves del resultado final están en manos del emergente Frente Amplio. Con 1.336.824 votos en primera vuelta, Sánchez alcanzó nada menos que un 20,27%. Si bien, por orientación general, este universo debería ser visto como más afín a la candidatura Guillier, la heterogeneidad de los partidos y movimientos que lo integran hacen particularmente difícil predecir las conductas individuales para el próximo 17 de diciembre. La conducta plebiscitaria digital efectuada entre sus bases, fue de poca participación efectiva en un mecanismo caracterizado por preguntas confusas y alternativas contradictorias y más pareció destinado a guardar las apariencias que a tomar decisiones. Hasta muchos de sus más altos dirigentes lo cuestionaron e hicieron risión del mensaje entregado a sus bases (“si bien es cierto….no es menos cierto… sino todo lo contrario”). Se estima que, si un 75% concurriera a votar por el senador oficialista, el resultado final sería milimétrico.
En este aspecto, cabe comentar lo siguiente. El Frente Amplio ha logrado un crecimiento explosivo ya que en sus filas hay dimensiones de protesta, de conexión y cambio generacional y de cansancio y hastío con lógicas y liderazgos gastados. El problema es que, tanto para gobernar como para ser opositor, se requiere tomar decisiones y, obviamente, las decisiones tienen costos y precios a pagar. La joven dirigencia del Frente está jugando mucho a una línea de conducta prístina e incontaminada que resulta muy autocomplaciente pero que muestra rasgos de inmadurez y de incomprensión de la realidad compleja de un país que no conocen ni entienden cabalmente. Chile es, obviamente, mucho más que demandas estudiantiles y las medidas radicalizadas tienen consecuencias.
En lugar de ambigüedades, se esperaba de ellos definiciones claras en un sentido o en otro, ya sea porque estimaban que un candidato era menos malo, ya sea porque querían jugar a radicalizar el proceso.
En ese punto estamos. ¡Hagan juego, señores!
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