
SAUDADE
Desde Porto Alegre, Brasil.
La palabra “saudade” es muy usada en el idioma portugués, principalmente en Brasil, donde es una verdadera “institución idiomática.”
Muchos brasileños dicen que esta palabra pertenece solamente al portugués, y que es uno de los diferenciadores frente a otras lenguas (incluso latinas). En rigor no es así (porque la palabra está en el diccionario de Español y también pertenece al gallego), aunque en la práctica parece ser así, debido a la alta frecuencia de uso tanto en la comunicación coloquial como en la literatura lusa. También por la importancia y hasta variedad de interpretación que se da a esta palabra en los países luso hablantes (Brasil, Portugal, Angola, etc.). Entre los hispano hablantes infelizmente esta bonita palabra casi no se utiliza y es substituida por sinónimos como añoranza, nostalgia, echar de menos, etc.
Las opiniones sobre su etimología indican que la palabra deriva del latín “solitatem”, que después pasó para el gallego-portugués “soedade” y “soidade” antes de derivar para la actual “saudade.”
La saudade es siempre una evocación nostálgica de un ser querido distante o fallecido cuya presencia añoramos, o de algo bueno que nos gustaría que se repitiese, o de un local en que gustaríamos de estar nuevamente, etc., sea todo esto posible o no. Cuando es posible, nuestra tendencia es actuar para repetir esa buena situación o presencia evocada. Esa acción, en los países luso hablantes es llamada de “matar la saudade”, o sea, reencontrar un pariente, un(a) amigo(a), un local del que sentimos falta. Cuando no es posible, la saudade que no “matamos” puede permanecer con nosotros hasta el fin de nuestras vidas.
La palabra, en Brasil y otros países luso hablantes, tiene derivados curiosos. Una persona o situación que nunca volverá es “saudosa”, quien añora situaciones pasadas es un “saudosista”, y hasta algunos cementerios son llamados “jardines de la saudade.”
Algunas declaraciones de escritores, filósofos y cantautores brasileños, portugueses y angolanos, son interesantes y también curiosas:
- “El verdadero poeta puede sentir saudade hasta de la saudade.”
- “Saudade y poesía caminan juntas.”
- “La saudade es la musa del cantante. Está siempre aliada a una melancolía, a una tristeza.”
- “Quien nunca tiene saudade de nada, no tiene nada en la vida.”
- “El amor y la amistad tuvieron una hija y la llamaron saudade.”
Algunos de estos artistas, entrevistados por un canal de TV cultural, hablaron también de saudades de cosas malas sucedidas en el pasado, o saudade de algo que nunca sucedió ni va a suceder. Entiendo que ese tipo de opiniones se desvía del sentido original de la palabra ya que saudade no es sinónimo de cualquier recuerdo (bueno o malo) ni de añorar cosas que no sucedieron ni van a suceder.
Como la gran mayoría de las personas, no puedo dejar de sentir grandes saudades de mis padres y familiares que ya no están con nosotros, así como de amigos, o de situaciones que no volverán, como esa de la foto donde mi padre, en su biblioteca, enseñaba a dibujar a sus queridas nietas (mis hijas cuando niñitas). Él parecía también, con su mirar, estar evocando algo bueno y grandioso, como buen idealista y “poeta de aldea”, que era.
Entre tantas otras saudades, evoco a mi Liceo Enrique Molina, de Concepción, donde aprendí a los 11 años de edad, en los años 50, la propia palabra “saudade” en mi primer contacto con el portugués. En la clase de Música, en aquel hermoso Teatro del Liceo (destruido por el terremoto de 1960), el “saudoso” profesor, pianista y compositor, Don Raúl Rivero Pulgar (cariñosamente apodado “El Viruco”), nos enseñó la antigua canción brasileña, con “gusto a fado portugués”, llamada “A Casinha Pequenina.” En el enlace siguiente se puede escuchar a la cantante brasileña Delora Bueno interpretando esta canción en 1955, a pocos años de mi primer contacto con la palabra “saudade.”
En español, la estrofa principal dice así:
“¿Tú no te acuerdas de la casita pequeñita
dónde nuestro amor nació?
Tenía un coquero en un lado,
que, pobrecito, de saudade ya murió.”
Las ruinas del Teatro del Liceo, todavía mantienen mucho de su “saudosa” belleza y majestuosidad. Mis padres, mis tíos más próximos, mi hermano mayor, mi Escuela, mi Liceo (de los años 50), la Universidad de Concepción de los años 60, etc., forman parte del universo de las saudades que no puedo “matar” y las llevaré conmigo para siempre.


Sí, Adolfo. Mi hermano mayor era Eduardo Dueñas Eriz.
Desgraciadamente, falleció en 2009, víctima de cáncer.
Estimado Augusto, una pregunta: ¿Es acaso Eduardo su hermano mayor a quien nombra en su publicación?, saludos desde Chile
Gracias Lautaro por tu amable comentario.
El recuerdo del profesor «Viruco» no me trae la idea de calvicie. Si fuese así, lo habríamos tratado de «pelao Viruco», ya que los cabritos de m… no perdonan nada.
Puede haber tenido poco pelo, o «cabelos ralos», como se dice en Portugués. Era canoso, de pelo liso y de corte riguroso, medio colorado de cara y de ojos saltones, que los aumentaba cuando quería impresionar o asustar a su platea de mocosos desordenados.
Estimado Augusto: Lindo recuerdo de nuestro Viruco, orgullo del Liceo N° 1 de Concepción , gracias por escribir estas palabras, por la saudade que tenemos de aquellos años. Y al mirarnos hoy al espejo ya pelados y cabezones, nos encontramos parecido a él, como en un «envirucamiento» sorprendente.
Gracias por este excelente relato de tu “saudade”. Destila recuerdos, reconocimientos, amor y cariño. La felicidad en su esplendor.
Carlos. Yo soy quien agradece tu generoso comentario. Abrazos.