«No podemos resolver la crisis climática sin cambiar nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos.»

Naomi Klein.

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Un Panzer para Chile? (Maroto, Canada)

Una rápida pasada por google nos enseña que la palabra Panzer significa blindado; proviene del término alemán Panzerkamfwagen y se refiere a los tanques o vehículos blindados de combate que se usaron en la segunda guerra mundial y que se caracterizaban por su velocidad y maniobrabilidad. Los Panzers no actuaban en forma individual sino que en unidades móviles que,  con solidez y apoyadas por la aviación y las tropas motorizadas,  se concentraban en atacar un punto específico del enemigo hasta sobrepasarlo.

La gran época de los Panzers fue efímera, durando aproximadamente entre 1940 y 1944. Ante la rápida modernización de la guerra,  los Panzers perdieron su superioridad ofensiva y empezaron a depender de otros para mantener su posición de primacía. Los Panzers enfrentaron, además,  problemas importantes de comunicación que comprometían su capacidad de actuar en equipo, desafíos logísticos que en ocasiones les quitaban capacidad de decisión, una disminuida capacidad de abastecimiento o autonomía y una lejanía con la infantería (los soldados de a pie), que enfrentaban muchas dificultades para seguirlos. Así las cosas, ya,  a finales de 1944, los Panzers pasaron a un segundo plano, y pese a algunos intentos de último minuto por modernizarlos para la próxima campaña, su historia ya estaba escrita y se transformaron en interesantes piezas en los museos de guerra.

Jose Miguel Insulza es nuestro Panzer. Un político de larga data, que incursionó en política de la mano de la Democracia Cristiana, para después formar parte del MAPU y finalmente incorporarse a las filas del Partido Socialista, donde ha militado por más de 40 años. Fue asesor del canciller Clodomiro Almeyda durante el gobierno de Allende, estuvo exiliado en Italia y México durante la dictadura, y con el retorno de la democracia ocupó importantes cargos y ministerios en los gobiernos de Aylwin, Frei y Lagos, tales como Ministro de Relaciones Exteriores, Ministro Secretario General de la Presidencia y Ministro del Interior. Posteriormente, fue Secretario General de la OEA por dos períodos (2005-2015) y, más  recientemente,  Agente de Chile ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, nombrado por el gobierno de la Presidenta Bachelet.

Insulza, después de un largo periodo de reflexión o indecisión, se ha incorporado finalmente a la carrera por el sillón presidencial. En este esfuerzo, busca primero consolidar su base de apoyo en las primarias del Partido Socialista y, posteriormente, el respaldo de todas las fuerzas progresistas. Miembro de la tradicional elite política chilena, es considerado un político serio, con gran capacidad negociadora, y una importante destreza política para defender posiciones y pasar a la ofensiva. Sin embargo, ¿qué distingue hoy a nuestro Panzer criollo del resto de los candidatos? ¿Cómo podría Insulza responder a las demandas y nuevas expectativas de la ciudadanía?

Si bien pertenece a los políticos tradicionales, aquellos de las decisiones a puertas cerradas tan criticados por el Chile de hoy, cuenta con la ventaja de no arrastrar el pesado lastre de Lagos y, además, el beneficio de estar aún asociado a gestiones relativamente exitosas en los cargos que ha desempeñado. Su paso por la OEA fue discreto. Terminó su segundo período con algunas críticas por no haber dado al tema de las violaciones de los derechos humanos la importancia que se merece,  pero sin grandes desaciertos.

Su estilo político, que deberá necesariamente reinventar si quiere tener posibilidades en las elecciones del 2017, es en algunos aspectos similar al de Lagos. En su caso, proyecta un perfil de estratega, con dejos de  paternalismo autoritario; una imagen de político deslenguado, caracterizado por su tozudez y en ocasiones poca flexibilidad; es bien recibido por las elites empresariales que no ven en él una amenaza para sus intereses y se mueve con comodidad en ese ambiente.

Genera menos aversión que otros en las estructuras partidarias socialistas y demócrata cristianas. Sin embargo no se le ve como un líder político carismático, que movilice, motive y apasione a la ciudadanía.  Aun cuando hemos señalado en artículos anteriores que la elección del candidato no debe basarse sólo en la fiebre de las encuestas, es importante mencionar que Insulza no aparece favorecido por más del 1% del apoyo de los encuestados, situación que obviamente él espera cambiar ahora que ha anunciado su decisión de competir.

En lo referente a propuestas para un futuro eventual gobierno, su larga historia y experiencia política lo hacen más conocido políticamente que Guillier. Sin embargo, Insulza tiene la imperiosa y urgente necesidad de salir al ruedo de la campaña con fuerza y capacidad propositiva. Las frases de conveniencia político electoral, los intentos por diferenciarse del que fuera su mentor (Lagos) y de tomar distancia del que es su gobierno (el de Bachellet y la Nueva Mayoría), no serán suficientes para darle la base de apoyo que requiere para erigirse como EL candidato para competir con Piñera.

La tarea que Insulza tiene por delante no es nada fácil: debe,  en corto plazo,  sintonizar con la ciudadanía; demostrar que aún tiene la sensibilidad política que alguna vez mostró en épocas de crisis; exhibir capacidad real de adaptarse a un nuevo ambiente político y de demandas ciudadanas; proponer y ofrecer respuestas sólidas y fundamentadas a los temas que hoy apremian a chilenos y chilenas; convencer que es un genuino representante del progresismo, dispuesto a sacrificar la amistad con quienes detentan el control económico del país, en pro de avanzar en una agenda de gobierno que realmente haga frente a los desequilibrios y desigualdades que afectan a nuestra sociedad.

¿Será Insulza capaz de mostrar que es un Panzer 2.0, remozado y renovado, y no una interesante reliquia política cuyo lugar pertenece más a los museos de la política tradicional que a la contienda electoral del 2017? La respuesta está en sus manos, y cuenta con escasos cuatro a seis meses para mostrar a la ciudadanía por qué un Panzer podría ser lo que Chile necesita.

Maroto, Canadá.

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