
¿Y SI NO ME GUSTA NADIE?
A solo semanas de las primarias y a escasos meses para las elecciones presidenciales, la pregunta acerca de por quién votar, se hace cada vez más frecuente. Al pensar en una respuesta, y sin perjuicio de las definiciones que aún están pendientes, el abanico de precandidatos que se nos presenta no resulta muy alentador.
Ciertamente, ninguno de los precandidatos ha exhibido un porte de estadista, o al menos lo que en la política tradicional se entiende por esto; claramente, no se observa a ningún precandidato demostrando un evidente liderazgo natural, capaz de cautivar, motivar e inspirar a la ciudadanía; y los foros de radio y televisión de las últimas semanas han dejado en evidencia que quienes hoy aspiran al sillón presidencial carecen en su mayoría de profundidad, solidez y sabiduría en temas de estado y navegan en este proceso electoral haciendo uso (y en la mayor parte de los casos abuso) del oportunismo político y el sentido común (o la falta de este).
Y si a esto sumamos las rencillas políticas dentro de Chile Vamos y la Nueva Mayoría, los cuestionamientos éticos que enfrentan constantemente algunos de los precandidatos, y las interrogantes que despierta el Frente Amplio, no es fácil decidir por quién votar; ya sea que como ciudadanos nos sintamos más cercano a los pensamientos de derecha o de izquierda, no parece haber un candidato “obvio” a quien apoyar.
¿Qué hacer? Asumiendo que nos interesa participar del proceso electoral y que votar nulo no es lo queremos hacer, no nos queda más que realizar un esfuerzo adicional por intentar encontrar aquellos elementos que nos lleven a decidir por algún candidato en particular. Y es aquí donde creo que al menos debemos tener en cuenta los siguientes criterios:
La integridad y sentido ético; en el Chile de hoy, en que observamos con preocupación tanto en el ámbito privado como público, cómo existe la tendencia a relativizar el contenido ético de nuestras conductas, es imperativo escoger a quien creamos que representa de mejor manera la integridad en el ejercicio de la función pública. Quienes hoy aspiran a ser elegidos como presidente(a) de la República, deben ser medidos no solo por la estricta legalidad de sus acciones, sino que también por la intencionalidad de estas y la percepción que de ellas se tiene; y esto debe también exigirse a quienes configuran su entorno. La función pública, requiere de un compromiso absoluto, no negociable, con la ética y la moral. Al escoger nuestro candidato, debiéramos tener esto como un elemento fundamental para guiar nuestra decisión.
La visión de país y el bien común; quien finalmente sea nuestro candidato debiera ser capaz de pensar en el País como fin último de su relato. Obviamente, cada candidato tendrá un programa y propuestas específicas acerca de cómo hacer de Chile un país mejor, pero estas debieran estar siempre gobernadas por criterios inclusivos y de solidaridad. Cualquier candidato que abierta o solapadamente promueva el individualismo que genera desigualdad y falta de equidad y el sectarismo que fomenta la división y exclusión, no está pensando realmente en el País, sino que en agendas particulares que responden a mezquinos intereses económicos, ideológicos o religiosos.
La capacidad de conformar equipos; gobernar es una tarea compartida, en la que cada uno de nosotros tiene parte de la responsabilidad. Un candidato no gobernará por sí solo; quien aspire a ocupar el sillón presidencial debe tener no solo el compromiso de la ciudadanía, sino que además la capacidad de formar un equipo que equilibre adecuadamente la experiencia y capacidad política con la competencia técnica e idoneidad profesional. No se trata aquí de descartar a los jóvenes por inexpertos, ni a quienes llevan ya muchos años en la política por el simple hecho de ser políticos; se trata de sumar e integrar a todos aquellos que pueden con honestidad aportar en hacer de Chile un país mejor. No debemos olvidar que al elegir a nuestro candidato, también elegimos a su entorno y son estos últimos los que influirán significativamente en la marcha del país.
El nosotros por sobre el yo; finalmente, al elegir un candidato, debemos hacer el esfuerzo de hacerlo pensando no en el “yo” sino que en el “nosotros”. ¿Quién le hará mejor al país? ¿Quién está mejor posicionado para resolver mejor las situaciones de desigualdad e injusticia que aún existen en nuestra patria? ¿Quién representará mejor los intereses de los postergados y excluidos? No estoy eligiendo un presidente para mí. No estamos votando por quien pueda reportarnos mejores beneficios personales. Estamos eligiendo a quien pueda pensar en nuestro país como un todo, en que nadie sobra; y por lo tanto, al elegir por quien votar, debemos dejar por un momento de lado nuestros intereses individuales, para hacerlo pensando en lo que es mejor para nuestro país y para quienes más lo necesitan.
La falta de un candidato “obvio” por quien votar no es lo ideal pero tampoco es el fin del mundo; esta situación nos obliga sí a hacer un esfuerzo mayor por encontrar a aquel candidato que estimamos merece nuestro apoyo; apoyo que se inicia con el voto y debiera continuar manifestándose activamente durante los cuatro años de gobierno. Los meses que aún quedan para la elección representan nuestra oportunidad de descubrir aquellas diferencias que nos permitirán ejercer nuestro voto de manera informada y comprometida. No los dejemos pasar.
Maroto, Canadá.
Lucida columna . Y nuestro desafío principal , pienso, porque todas.os estamos inmersos y permeados por esta cultura y sociedad individualista, es salir de mi ombligo , de la decepción porque no hay un candidato o candidata que me guste 100 %, y pensar en el que le hará mayor bien al país, con sus desafíos y toda la diversidad que nos compone hoy día .
Qué buena…toda la razón.