
ANÁLISIS POLÍTICO
El sorprendente caso de John Doe y los “Panama Papers”.
II.- Los niños buenos se van al Paraíso.
René Fuentealba Prado, abogado.
En general, las personas tienen la convicción de que los “paraísos fiscales” son pequeñas islas escondidas en algún lugar en la inmensidad de los Océanos y que, para subsistir, ofrecen algunos beneficios tributarios. Sin embargo, la realidad es muy distinta. La nómina incluye localizaciones inimaginables. Los beneficios no solo son impositivos. Los clientes no son simplemente abuelitos en el ocaso de sus vidas. La red es amplia y los fines perseguidos son bastante más variados.
El periodista Nicholas Shaxson, en su trabajo de investigación “Las Islas del Tesoro” (FCE 2014), permite construir una nómina no exhaustiva pero bastante decidora de “paraísos fiscales”. A las sobradamente conocidas Islas Vírgenes, Islas Caimán, Mauricio, Bermudas, etc. se suman Hong Kong, Luxemburgo, Islandia, Irlanda, Bahamas, Dubai, Gibraltar, Panamá, Andorra, Liechtenstein, Monaco. Los Estados Unidos contribuyen con los Estados de Delaware, Wyoming y Nevada, además de la isla de Manhattan. Suiza y Holanda no se quedan atrás y Gran Bretaña aporta al listado con la City de Londres. La lista es larga, Cual más cual menos, ofrece exenciones tributarias y, por supuesto, un beneficio invaluable: la “confidencialidad”.
Esta realidad permite la “triangulación financiera” de tal manera que, si no fuera por la intromisión de John Doe y su camarilla, sería casi imposible seguirle la pista a estos capitales. En muchos casos el camino seguido es el siguiente: tributo legalmente en el país, saco al exterior importantes sumas de dinero, constituyo sociedades en alguno de estos paraísos y hago que estas sociedades inviertan en el país de origen inicial sujetándose a los beneficios y garantías que se le otorgan “a la inversión extranjera”.
Los llamados pactos de Bretton Woods, de 1944, procuraron regular la cooperación internacional estableciendo un estricto control de los flujos financieros internacionales dando origen a la “era dorada del capitalismo” que siguió al término de la Segunda Guerra Mundial. A partir de 1970, esta realidad sufre un drástico cambio. Como señala Shaxson en la obra antes mencionada, un ejército de abogados, contadores y banqueros, fue estructurando un nuevo sistema basado en la necesidad de desarrollar una globalización de las finanzas lo que requería, como condición de su éxito, una creciente desregulación del mercado de capitales. La “City de Londres” abrió generosamente sus puertas a la banca estadounidense para que pudiera escapar de las estrictas restricciones de su país. Se suponía que el naciente sistema extraterritorial eliminaba la “doble tributación” y, consecuentemente, promovía la eficiencia económica. La realidad dijo otra cosa. La extraterritorialidad pocas veces agregó valor y, por el contrario, siempre redistribuyó la riqueza hacia arriba y los riesgos hacia abajo creando un nuevo “invernadero mundial” para el delito. El abogado estadounidense John Moscow, en 1997, sintetizó el problema de esta forma: “El dinero es poder, y estamos transfiriendo este poder a cuentas bancarias corporativas manejadas por personas que están exentas de responsabilidad en el sentido más puro de la palabra – la rendición de cuentas – y en consecuencia son irresponsables.
Grandes empresas, tales como Enron, Parmalat, Long Term Capital Managment, Lehman Brothers, Lockheed Martin, la ITT (actor importante en las operaciones destinadas a desestabilizar el Gobierno de Salvador Allende), la francesa Elf, entre innumerables otras, fueron la expresión de la utilización de la extraterritorialidad con fines non sanctos. Países en vías de desarrollo, como los africanos Gabón y Angola, fueron víctimas de sus operaciones. Se ha estimado que la fuga real de capitales, a partir de una cuarentena de países africanos, para el período 1970-2004, alcanzaría, con sus intereses, a la increíble cantidad de 607.000 millones de dólares. Durante el mismo tiempo, la deuda externa total de estos países, correspondiente a ayuda financiera recibida como contribución a su desarrollo, alcanzaba a 207.000 millones de dólares. La diferencia estriba en que los activos en el exterior pertenecen a las élites acaudaladas de estas naciones en tanto que el peso de las deudas recae sobre las espaldas de toda su población incluyendo, por supuesto, a los más pobres.
El cuento es complejo y de nunca acabar.
Si se siguen las pistas de este tráfico financiero – la ruta del dinero es mucho más interesante que la ruta de la seda – es posible constatar que estos recursos giran en torno a la especulación del petróleo, el tráfico de armas, el tráfico de drogas, la mantención de milicias armadas insurgentes, el sostenimientos de cruentas dictaduras en diversos rincones del mundo, etc.
Las cuestiones que surge tras conocerse el escándalo de los Panama Papers, son: ¿Qué hacen nuestros empresarios chilenos nadando subrepticiamente en este mundo de la extraterritorialidad? ¿Se habrán preguntado alguna vez a donde van a parar sus capitales sacados silenciosamente del país? ¿Se habrán interrogado, desde un punto de vista ético, a qué tipo de causas están sirviendo con su dinero?
La primera respuesta que se ha recibido de parte de este grupo de inversionistas emprendedores, es que se trata de dineros obtenidos lícitamente, que han tributado legalmente, que están en su derecho al optar por el tipo de operaciones financieras que más les convienen…. Pero ¿Por qué razón todo se ha hecho para callado? ¿Por qué razones no han invertido esos recursos en proyectos de desarrollo de su propio país?
Tienen derecho a hacer lo que deseen con su dinero. Legalmente es cierto. Pero, entonces, que no aparezcan optando a responsabilidades públicas, que no aparezcan tratando de influir en la opinión ciudadana mediante el uso y abuso de sus medios de comunicación, que no aparezcan encabezando las organizaciones empresariales y pidiendo garantías, que no aparezcan dictando cátedras de ética empresarial, que no se muestren como deportistas ejemplares preocupados del sano desarrollo de los niños chilenos.
Pero, lo curioso ( y es lo que más debiera llamar la atención ) es que la prensa seria en pocos días borró de sus páginas, de un solo plumazo, este escándalo mayúsculo sin preocuparse, ni por un instante, de pesquisar con verdadero celo profesional sus variadas aristas.
Gracias por su artículo. Qué tema interesante, que ha quedado bajo la alfombra tan rápidamente. Es difícil no ser suspicaz, y preguntarse quienes están detrás de este silencio …, a quiénes favorece .
Ojalá que medios como Ciper y por qué no, la misma Ventana ciudadana, contribuyan para seguir informando , y manteniendo el tema vigente.
Gracias ….