
De identidad extremista
Asumir de manera radical una pertenencia puede hacernos sectarios e intolerantes. Invocando las identidades se puede llegar a perseguir a los otros, incluso asesinarlos sin remordimiento. Este extremismo identitario construye una visión sesgada y distorsionada del entorno.
El mundo simplemente se concibe en buenos y malos, sin ningún matiz. A título de estas identidades se repudia la violencia de unos pero se abraza y se avala paradójicamente cuando la misma proviene de los que simpatizamos. Algunos suelen ondear las banderas de identidades que ni siquiera son las suyas, siendo considerados por éstas como ajenos, pero que ante la necesidad de abrazar causas que consideran legítimas, son capaces de tornarse incluso más fanáticos e intransigentes que quienes pertenecen a dicha identidad.
En “Identidades asesina” Amin Maalouf señala: “Los que pertenecen a la misma comunidad son <<los nuestros>>; queremos ser solidarios con su destino, pero también podemos ser tiránicos con ellos: si los consideramos <<timoratos>>, los denunciamos, los aterrorizamos, los castigamos por <<traidores>> y <<renegados>>. En cuanto a los otros, a los que están del otro lado de la línea, jamás intentamos ponernos en su lugar, nos cuidamos mucho de preguntarnos por la posibilidad de que, en tal o cual cuestión, no estén completamente equivocados, procuramos que no nos ablanden sus lamentos, sus sufrimientos, las injusticias de que han sido víctimas. Sólo cuenta el punto de vista de <<los nuestros>>, que suele ser el de los más aguerridos de la comunidad, los más demagogos, los más airados”.
Todo lo que en este contexto resulta ser un riesgo para “nuestra nación”, “nuestra tradición”, “nuestra etnia”, se torna una peligrosa amenaza, invocándose como lícita cualquier acción en su contra. “Y como todos los que los rodean comparten ese convencimiento, los autores de la matanza suelen tener buena conciencia, y se extrañan de que los llamen criminales. } No pueden serlo, juran, pues sólo tratan de proteger a sus ancianas madres, a sus hermanos y hermanas, a su hijos”. Así, chocan por un lado los que se amparan en la legítima defensa y por el otro quienes se arrogan obrar para auto tutelarse, haciéndose completamente difusos e inseparables los conceptos de justicia y venganza, pretendiendo los simpatizantes de los unos y los otros, bien lejos del sufrimiento, como espectadores de un macabro reality, resolverlo todo de manera superficial y simplista, con hashtag# o cualquier otra manifestación en redes sociales, tomando partido, sin razonar en lo más mínimo, más allá de la histeria virtual.
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