
Editorial: Culturas e Inculturas
Se ha dicho, ingeniosamente, que la “cultura” es lo que nos queda, a cada uno de nosotros, luego que hemos olvidado todo lo aprendido a lo largo de nuestra existencia. De hecho, en el tiempo moderno, las personas reciben desde su primera infancia una enorme cantidad de conocimientos de toda especie, muchos de los cuales se van diluyendo con el transcurso del tiempo de tal forma que solo permanece en cada individuo un sedimento que marca nuestra relación con el medio en que vivimos.
La “cultura”, en buenas cuentas, no es otra cosa que la expresión, buena o mala, de la forma en que cada sujeto se vincula con su entorno. Así, el respeto o el irrespeto expresan nuestro nivel cultural, el que se hace visible al constatar de qué manera desarrollamos nuestra vida ante nuestra familia, nuestros hijos, nuestros compañeros de trabajo, nuestra comunidad en general.
El 1 de marzo de 2018 nació legalmente el nuevo Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, entidad de denominación más o menos pomposa que deberá enfrentar los desafíos de una sociedad chilena que precisamente en este campo muestra una notoria decadencia.
Es frecuente que en el imaginario colectivo exista una tendencia a identificar “la Cultura” con “el Arte” pero, es evidente, que va mucho más allá.
Largo sería hacer un detallado recuento de nuestras falencias que se inician en el seno del grupo familiar al constatar cómo se tratan entre sí padre y madre, cómo tratan a sus hijos, como tratan a las personas que prestan servicios en su hogar. El proceso continúa en el establecimiento educacional, plantel en el cual las relaciones horizontales entre compañeros de curso están frecuentemente marcadas por la agresividad verbal y física y por la incapacidad de dialogar respetuosamente, actitud que convive en no pocos casos con una docencia autoritaria que desaprovecha la oportunidad de entregar a los educandos valores sociales y morales. El transporte público, por su lado, se caracteriza por el desaseo, la mala educación, el grosero atropello a las normas más básicas del tránsito. Todo lo cual configura un marco de una sociedad amargada en la que, poco a poco, se va consolidando una convivencia caracterizada por el más simplón de los argumentos: “Si los demás lo hacen ¿por qué yo no?
Más grave, aún, es el caso de los medios de comunicación social que, movidos por la necesidad de rating y el afán de lucro, se han mostrado hasta ahora absolutamente incapaces de entregar a través de sus telenovelas, de sus matinales y de otros programas, valores que nos formen en el respeto mutuo, en la convivencia civilizada, en la construcción de una sociedad más humana.
La autoridad (término que incluye no solo al Gobierno central, sino también al Poder Legislativo, a los Gobiernos Locales y Regionales) muestra un menosprecio claro por asumir sus responsabilidades en el terreno descrito, tolerando que los malos hábitos se transformen en inveteradas costumbres que terminan caracterizando a una nación que se mueve frenéticamente en función del consumismo pero que decae paulatinamente como agrupación humana.
Es imprescindible que se tome conciencia acerca de la gravedad de este problema y de la responsabilidad personal y social que a cada uno de nosotros se nos exige y que implica, como se dijo, construir normas de respeto mutuo y de respeto al medio en que se vive.
¿Quiénes darán el primer paso?
Lo que tenemos es una cultura del caos, lo que se asimila al refrán: » a río revuelto, ganancia de pescadores».
Se aglutina por todos lados el desorden, la mala administración pública, la suciedad, tacos automovilisticos por ciudades mal diseñadas, ciudades, villas, poblaciones atestadas de vehiculos, televisión chatarra con su fiel público, autoridades impúdicas y poco responsables, tergiversación de la realidad por los medios de comunicación, robo de nuestros ahorros previsionales por las AFP y sus comisiones, salud segmentada por niveles económicos, ciudades segmentadas por niveles ecónomicos…etc, etc.
Esa es nuestra cultura, la cultura del mas «vivo».
Mantener a la masa apiñada, ensimismada en falsas realidades, gobernada por malas leyes, junta, toda revuelta. Asi es más fácil pasearse entremedio de ellos hurgando en sus bolsillos.
Ahora todos nosotros nos conformamos con tratar de dibujar cultura, tratando de reflejarla en la pantalla de un computador o un telefono asemejandola a nuestros mas nobles sentimientos……lamentablemente la realidad siempre superara a la ficción, es siempre mas cruda y fea.
Cada cual sueña es libre de soñar su propia cultura…hace poco me encontre contemplando un gran número de hormigas, vi como trabajaban, su incesante labor……..
Saludos a todos.
El comentario editorial lleva, inevitablemente, a comparar el comportamiento y la cultura de la mayoría de los chilenos con la de ciudadanos de otros países. Las diferencias son enormes y en Chile nos vamos quedando cada vez más atrás.