«El mayor problema ecológico es la ilusión de que estamos separados de la naturaleza.»

Alan Watts.

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EDITORIAL: JUGAR CON FUEGO

En el país se ha ido creando la sensación de que nosotros somos absolutamente ajenos a lo que sucede más allá de nuestras fronteras. A ello contribuye, sin duda, la mediocridad constante de los informativos de televisión que, embriagados por el rating, rellenan sus espacios con noticias policiales, de farándula, de escándalos,  pero cuyos periodistas responsables no son capaces de ver un poco más allá de su nariz. Si a lo dicho se suma el hecho de que la prensa escrita se limita simplemente  a transcribir lo que les entregan las agencias de noticias, la comprensión y la reflexión sobre la realidad internacional de los ciudadanos chilenos es más bien pobre.

En general, conflictos graves como los de Siria o los que se viven en el África subsahariana son presentados a través de hechos circunstanciales sin que esté de por medio un análisis que los sitúe en un contexto que permita su adecuada comprensión. El caso de Rodrigo Duterte, presidente de Filipinas, superó todos los límites  de la imaginación  cuando ha confesado que él, por sus manos, ha asesinado a un elevado número de delincuentes y para además precisar   que, tal como Hitler dio muerte a tres millones de judíos, él, por su lado,  estaría “feliz de masacrar” a tres millones de drogadictos en su país.

Si bien tales casos (y muchos otros) configuran un panorama preocupante, los anuncios de Trump, propios de un matón de barrio, constituyen una amenaza a la sustentabilidad de un mínimo de paz en el mundo si se tiene en debida consideración el peso específico que los Estados Unidos, la mayor potencia del planeta, tienen actualmente.

Lo grave es que el Gobierno del país del Norte carece de toda política racional dadas las notorias carencias intelectuales de su líder que no tiene la capacidad necesaria para tratar de entender la complejidad de las relaciones internacionales, y se mueve, por tanto, a los manotazos y las amenazas.

Algunos datos hablan por sí solos. El presupuesto militar para 2018, llegará a los 603.000 millones de dólares contra 58.000 millones de Rusia. La Armada estadounidense será dotada de 74 unidades adicionales, alcanzando las 355 unidades de combate. La Fuerza Aérea obtendrá 100 nuevos aparatos de última generación para llegar a los 1200. Durante toda la Segunda Guerra Mundial, más las guerras de Corea y Vietnam se lanzaron explosivos con una potencia total de  11 megatones originando 44 millones de víctimas fatales. Hoy, el arsenal nuclear disponible alcanza a los 18 mil megatones.

Mientras Trump preanuncia acciones contra Corea del Norte, el líder de esta país,  Kim Jong-Un expresa que si su país es atacado muchas ciudades de EE.UU. serán reducidas a cenizas.

Si se consideran las enormes cifras que las naciones destinan cada año  a una carrera armamentista sin sentido y de cuyas consecuencias nadie podrá salir indemne, que superan latamente el billón (millón de millones) de dólares, es fácil colegir que si un diez por ciento de esos recursos fuesen ocupados en un combate a fondo contra la pobreza, ese flagelo que consume la vida de comunidades enteras en África, Asia y América Latina podría desaparecer en el corto plazo.

El difunto Papa Paulo VI expresó en su histórica encíclica Populorum Progressio que el verdadero nombre de la paz es el desarrollo, entendiéndolo no como un mero crecimiento estadístico promedio sino como un desafío de justicia que asegure respeto a la dignidad de cada uno de los seres humanos.

Lamentablemente, muchos de los conflictos que reverdecen en la actualidad están alimentados por la prepotencia y los prejuicios nacionalistas a lo que se suma el apetito insaciable de grandes consorcios económicos  transnacionales que, para allegar buenas utilidades a los bolsillos de sus accionistas, no han titubeado ni titubearán en el futuro en derribar gobiernos o conducir a los países a la guerra sin medir las consecuencias si ello se le considera necesario para controlar recursos escasos como el petróleo y el agua.

El camino de la sensatez y de la paz es difícil. Pero, si no se toma debida conciencia de los riesgos inminentes que amenazan al género humano es posible que una torpeza irresponsable sea la chispa que incendie la pradera.

Construir una cultura del respeto y del diálogo es una tarea que debemos comenzar ahora. Mañana puede ser muy doloroso.

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2 Comentarios en EDITORIAL: JUGAR CON FUEGO

  1. Buenas Editoriales, buenos artículos, felicitaciones a la ventana ciudadana.
    Muy educativa y formadora, especial para jóvenes, ojalá la visiten, la lean y participen.

  2. Este editorial es tan certero, que en realidad nos debe hacer pensar más seriamente sobre nuestra propia situacion nacional chilena, que tambien está padeciendo de graves condiciones socio-político-económicos. Para colmo, tambien el ejercito chileno se está movilizando en dirección al norte. ¿Aprenderemos algun día a salir de la mediocridad?.

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