«En último término, la democracia es una cultura de vida. Si sus valores de respeto y tolerancia no los inculcamos  desde la familia y la escuela, estaremos dejando que la barbarie y la violencia se impongan»

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EL ESTRÉS DOCENTE: ¿MITO O REALIDAD?

Paola Tapia López

Profesora Educación General Básica Mención lenguaje. Máster en Investigación de la didáctica de la lengua y la literatura. Doctora en Investigación de la didáctica de la lengua y la literatura.

Los cambios que se están produciendo en la sociedad actual están dando lugar a que surjan problemas que afectan a la labor docente, llegando a incidir en su salud: la indisciplina del alumnado, la delegación de responsabilidades educativas propias de la familia al docente, el cambio de los valores y las relaciones sociales, la escasa valoración del profesorado, la diversidad de alumnado, el trasvase de responsabilidades al docente por falta de personal especializado etc.
Todo ello ha dado lugar al hecho de que se produzca un cambio en las causas de las bajas laborales entre los profesionales de la educación, pues cada vez son más los docentes que al desarrollar su labor padecen dolencias de tipo psicosocial que han desplazado a enfermedades tradicionales.

Si partimos de la base de que el papel de estos junto con la labor de los progenitores es vital para la educación de las nuevas generaciones y que los roles del profesorado en la actualidad están siendo cambiados, perdiendo su posición de autoridad y reconocimiento, nos daremos cuenta de la gravedad del problema, pues nos encontramos con un colectivo docente que encuentra obstáculos a la hora de desempeñar su trabajo siendo preocupantes los problemas de salud psíquica, dolencias que actualmente se consideran como propias de la actividad docente.

Al analizar las Investigaciones sobre la satisfacción profesional del colectivo docente, un grupo de investigación   afirma: “Aunque de manera general sabemos que la principal base del malestar docente es ambiental, ligada a las circunstancias mismas de la enseñanza, y a las presiones  que  recaen  sobre  ellos.  Nunca  como  ahora  habían  estado  sometidos  este  colectivo  a demandas tan intensas y contradictorias por parte de la administración, de los alumnos, de los padres y de la sociedad en general” (Fierro, 1991).

“Veeman (1984) realiza un trabajo donde revisa una serie de estudios sobre problemas percibidos por los profesores, entre los que destaca la motivación del alumnado, relación con los padres y colegas de la profesión, carga docente e insuficiencia de material. Esteve (1998) considera que la falta de recursos materiales y la escasez de instalaciones y las condiciones de trabajo influyen en el malestar docente. Marchesi (1990); Evans (2000); Dinham y Scout (2000) y Bogler (2001) señalan varios factores que influyen en las condiciones laborales y satisfacción del profesorado, como los incentivos económicos, la formación, la promoción profesional y el reconocimiento social.

El estrés laboral  actualmente constituye uno de los focos de atención, puesto que se ha convertido en  uno de los principales aspectos que compromete no sólo la salud del trabajador si no la productividad y competitividad de las  organizaciones.  En este marco, la docencia  es una profesión que muestra un alto riesgo de presentar estrés laboral  debido a la naturaleza del puesto y al entorno de trabajo, a continuación daremos algunos ejemplos que propician el estrés laboral entre los docentes.

  • La excesiva carga de trabajo y falta de tiempo: el caso de los estudios  realizados en Chile alrededor de la mitad de los profesores trabajaban en promedio 40 horas a la semana; esto, sin considerar que también le tienen que dedicar tiempo extra no remunerado fuera del horario de trabajo a  actividades docentes como  preparación de clases, preparación de material didáctico, trabajo administrativo, atención a alumnos y padres fuera del horario laboral; agreguémosle a esto que la mayoría llega a casa a cumplir con obligaciones domésticas, esto junto con el tiempo de traslado termina dejándoles muy poco espacio entre todas sus actividades para descansar y relajarse.
  • Materiales de trabajo inadecuados o insuficientes: los profesores no cuentan con espacios propios como sala de profesores, baño de profesores, etc., además  de que tienen que lidiar con material didáctico insuficiente y/o inadecuado e incluso se llegan a reportar casos en que los propios docentes tienen  que aportar el material didáctico.
  • Exigencias ergonómicas: el estar de pie  por largos períodos,  el forzar la voz continuamente y el desempeñarse en ambientes ruidosos.
  • Falta de control y autonomía: la falta de capacidad que tienen los docentes de decidir sobre la forma en que desarrollan sus propias tareas.
  • Relación con los alumnos: excesivo número de alumnos por profesor, las dificultades de aprendizaje de los alumnos, su indisciplina, su falta de atención, motivación e interés.
  • Presiones sociales y personales: una jerarquía administrativa rígida y falta de apoyo de los superiores, la carencia de cooperación  por parte de los padres de familia, ausencia de apoyo pedagógico de especialistas en el establecimiento y  la falta de reconocimiento y valorización social hacia su profesión entre otros factores son las principales causas generadoras de dicho padecimiento en los docentes.

 El trabajo de Jenkins y Calhoun (1991) realizan una interesante agrupación de causas empleando las siguientes categorías, que vienen a coincidir con las definiciones anteriores:

  1. Sobrecarga laboral.
  2. Falta de control sobre las actividades y los resultados.
  3. Insuficientes satisfacciones en el trabajo.
  4. Conflictos de rol.
  5. Cambios rápidos e imprevistos.
  6. Conflictos interpersonales.
  7. Expectativas irreales.
  8. Sentimientos de inadecuación.

Son variadas las causas que pueden producir el estrés docente, y no todas influyen del mismo modo en las personas ya que cada docente tiene unas características personales diferentes.

Entre los estresores en el ámbito escolar se pueden explicitar, según Guerrero y Vicente: las  condiciones  de  trabajo,  las  presiones  de  tiempo,  el  devaluado  contexto  escolar,  el conflicto o ambigüedad de rol, el nivel de participación en la toma de decisiones, los sistemas de premios, la autonomía en el ejercicio de la actividad profesional, la evaluación del profesorado, la relación profesorado/alumnado, la falta de promoción y el apoyo que recibe de la organización, la autoestima o la orientación vocacional, las dificultades en el manejo de las interacciones en el aula, los problemas y la falta de disciplina, la apatía, los bajos resultados en las evaluaciones, los abusos físicos y verbales, la baja motivación del alumnado, las presiones temporales, la baja autoestima y estatus social, los conflictos entre el propio profesorado, los cambios rápidos en las demandas curriculares, etc.

El profesor no trabaja con máquinas o números, sino con personas. Él a su vez también es una persona, con sus dudas, miedos, anhelos, ideales. Cuanto mayor es su expectativa e implicación con la docencia, más probable es que su “ideal docente” choque con la realidad de la enseñanza, exponiéndole a la frustración y a la sensación de fracaso. Así, excelentes docentes que ponen su cerebro y su alma al servicio de la vocación son víctimas del Síndrome de Burnout o síndrome del trabajador “quemado”.

El docente es un modelo que proyecta sobre sus alumnos, no sólo sus conocimientos sino también su propia forma de ser, su filosofía de la vida, sus valores y actitudes, y su estado de ánimo. Un docente estresado tendrá dificultades para transmitir eficazmente. Su salud laboral y psicológica afectará directamente a la calidad de sus enseñanzas.

Aparte de las dificultades y conflictos normales de cualquier persona, el docente se enfrenta a un número elevado de alumnos, y a menudo a la desmotivación, el desinterés, y los conflictos y problemas de conducta. Su trabajo no consiste exclusivamente en impartir clase; debe preparar, actualizar conocimientos, corregir exámenes y trabajos, evaluar, atender tutorías y revisiones, reuniones de equipo. La sensación de presión puede verse aumentada por las reformas educativas, la innovación, la investigación y la exigencia de calidad.

El orgullo personal del trabajo bien hecho se ve apagado por las pocas expectativas de promoción y por el escaso reconocimiento social. Sigue vigente el tópico de las “largas vacaciones del maestro”. La valoración y el fruto de su labor no suelen ser inmediatos. De hecho, pocos alumnos satisfechos con su profesor se lo hacen saber.

Todo este conjunto de elementos acaba generando agotamiento físico y emocional, irritabilidad, despersonalización, tristeza, desmotivación y ansiedad. La merma de autoestima puede llevar al docente a un estado en el que le resulta difícil reconocer sus éxitos, magnificando cualquier mínimo error y percibiendo situaciones normales como muy amenazantes.

La sensación de fracaso profesional y la insatisfacción con el trabajo le puede llevar a adoptar una actitud muy crítica con su entorno laboral, a la vez que carente de propuestas. El absentismo, el abandono o la jubilación anticipada empiezan a barajarse como posibles salidas a una situación que le desborda.

Las estrategias para combatir el estrés son múltiples. En el plano físico se orientan a la relajación, la respiración, el ejercicio, el descanso. Otras propuestas se dirigen a la formación en temas específicos, como las estrategias para tomar decisiones, resolver problemas o gestionar el tiempo. Estas últimas puede ayudar decisivamente a optimizar el aprovechamiento del tiempo, marcar objetivos y detectar prioridades, planificar y eliminar los malversadores del tiempo, y buscar la eficacia sin caer en el perfeccionismo.

El apoyo psicológico puede abordar técnicas de autocontrol emocional y trabajar la motivación y el autoconcepto, fortaleciendo el sentimiento de valía y reduciendo el de indefensión. El aspecto cognitivo es clave, ya que el pensamiento actúa como un filtro que precede a las respuestas emocionales y fisiológicas propias del estrés. Es preciso atajar los pensamientos negativos y obsesivos, y reestructurar algunas ideas irracionales. Es posible adoptar un enfoque positivo y constructivo no sólo sobre la docencia sino ante la vida en general. La actitud personal es fundamental en la prevención y tratamiento del estrés, así como en la mejora de la calidad de vida y del desempeño profesional.

Vale la pena recordar que la docencia es una actividad clave para el desarrollo humano. Una labor que despierta vocaciones, alumbra ideas en la mente de muchos discípulos, generando libertad, progreso y bienestar social. Esa noble profesión, lejos de “quemar”, debe llenar de orgullo a quien tiene el privilegio de poder ejercerla.

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