
ÉTICA EN LAS COMUNICACIONES SOCIALES
Un destacado colega y amigo me hace llegar un documento titulado “¿Qué lugar deja al periodismo la inteligencia artificial?”, del que es autor Juan Pagola Carte. Y me pide que se lo comente. Como el tema me parece de una gran trascendencia, intentaré esbozar mi opinión a través de esta vía, que me parece la más adecuada para abrir un debate participativo.
Sin duda que las nuevas tecnologías nos han cambiado la forma de captar la realidad y de expresar nuestras ideas. Con la inteligencia artificial se nos achica el mundo y podemos ampliar nuestras relaciones, conocimientos, intercambiar ideas, analizar situaciones y prever muchas cosas del futuro. Si formulamos una pregunta, sobre cualquier tema, la respuesta la tenemos en segundos si recurrimos a las nuevas tecnologías. Pero, ¿Quién nos certifica que la respuesta es la adecuada? ¿Cómo sabemos si es verdad todo lo que circula por las redes sociales gracias a estas tecnologías?
Hay muy pocos elementos que podrían garantizar que los hechos relatados en las redes, son realmente verdaderos.
En las escuelas universitarias de periodismo, los primeros elementos que te enseñan se refieren al “periodismo informativo” y al “periodismo interpretativo”. Es decir, ya hay una división importante entre la objetividad de un hecho y la subjetividad del testigo. Porque, ni siquiera la “máquina humana” es perfecta en esas cuestiones. Cada ser humano tiene sus intereses, sus debilidades, su formación desde la infancia, sus hábitos, costumbres y preferencias. De ahí entonces que estemos en la duda permanente sobre la verdad absoluta.
De lo dicho se desprende entonces que lo que circula por las redes sociales es un cúmulo de “opiniones y relatos subjetivos”, de comentarios de difícil credibilidad. Por lo consiguiente, para encontrar lo que más se acerque a la verdad, al relato objetivo, al aporte real de elementos para crear opinión, en definitiva para alcanzar la credibilidad, es necesario buscar en los medios de comunicación oficiales y reconocidos, porque se ciñen a los preceptos legales que la propia sociedad se da para su convivencia en desarrollo, en progreso y en paz. Y quienes son los responsables, son profesionales formados en el conocimiento, en la ética y en la moral.
La potencialidad de la inteligencia artificial está basada en su capacidad de almacenamiento y ordenamiento del enorme conjunto de ideas e informaciones generales que la sociedad despliega cotidianamente. Y, además, en la enorme rapidez de su propio desarrollo y perfeccionamiento técnico para hacerlo.
De ahí entonces que los preceptos éticos y morales que enmarcan la convivencia social, se van quedando atrás, muy alejados de la realidad que se está viviendo. Y este sistema lleno de imperfecciones, provoca un problema muy serio en el seno de las sociedades.
El delito cibernético ha crecido enormemente. Las policías han debido realizar esfuerzos mayúsculos para conformar equipos de expertos que permitan descubrir a quienes delinquen. Equipos que sean capaces de marchar al mismo ritmo de los avances tecnológicos que se emplean.
En el campo de la comunicación social, del periodismo, ocurre exactamente lo mismo. Las escuelas de periodismo deben esforzarse por nivelar el conocimiento con la tecnología, manteniendo los niveles éticos y morales que son tan necesarios en una sociedad sana. Porque el delito también llega al mundo de la política en forma de “expertos en mentir”. Existen organizaciones que, aprovechándose de los avances de las nuevas tecnologías, manipulan voluntades tergiversando realidades. ¿Cuántas veces hemos oído hablar de las llamadas “fakes news”, noticias falsas?
Nosotros mismos hemos sido testigos y víctimas de estas prácticas. Mediante el uso de esta falsa realidad, y la repetición constante de las mentiras, se van transformando en realidades creíbles y asumibles por la sociedad o por una gran mayoría de ella.
Hay intereses personales o de grupos que se aprovechan de esta vía inmoral. Y se aprovechan de que los marcos legales que la propia sociedad se da, van siendo superados por realidades falsas que opera la impunidad.
Los medios de comunicación y los periodistas tienen que promover, en consecuencia, que la sociedad vuelva a los cauces de la moralidad y la ética. Se debe reforzar su formación en las universidades y modernizar la legislación. Se debe fiscalizar el uso y abuso de los medios tradicionales y las redes sociales, muchas veces manejados por inescrupulosos delincuentes que son amparados por un sistema inmoral de convivencia social.
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