Los problemas de la inmadurez.
El tradicional diccionario de la Real Academia define la “madurez” como el “buen juicio o prudencia, sensatez”. Si, por el contrario se busca la explicación de la palabra “inmadurez” la respuesta es obvia: “falta de madurez”. Un viejo profesor universitario, tratando de fijar en sus alumnos el sentido de la responsabilidad, les repetía incansablemente: “la madurez es aquella etapa de la vida humana en que somos capaces de prever (pre – ver) las consecuencias de nuestros actos”. Así, el niño que escala un muro o trepa un árbol, a su edad aún no imagina el riesgo de una caída, en tanto que el estudiante de educación superior debe saber que el incumplimiento de plazos o el simple hecho de no estudiar, traen sanciones que se traducirán en malas calificaciones.
Estas disquisiciones surgen de uno de los hechos más preocupantes de la política chilena en el último tiempo: la lastimosa (y hasta vergonzosa) peregrinación de algunas figuras de la derecha chilena a rendir pleitesía a Jair Messías Bolsonaro, probable nuevo presidente de Brasil.
El senador Manuel José Ossandón y el propio Presidente de la República, se apresuraron en reverenciar al eventual ganador de los comicios del mayor país de Sudamérica, justificando su inmediato aplauso en la lucha contra la corrupción o en la correcta propuesta económica (neoliberal y privatizadora) del postulante, sin siquiera formular reserva o crítica alguna a sus planteamientos antidemocráticos, totalitaristas, racistas, xenófobos y misóginos. Solo días más tarde, ante el vendaval de juicios negativos, buscaron aclarar sus dichos señalando que sus expresiones habían sido “sacadas de contexto”.
Por su lado, el ex candidato presidencial José Antonio Kast anunciaba una pronta visita a Bolsonaro, en una operación política que fue comunicacionalmente abortada por el sorpresivo adelantamiento de la actual presidenta de la UDI. Uno y otra no ocultan sus ambiciones presidenciales y, al parecer, están dispuestos a todo para concretarlas. El razonamiento muy básico de ambos es evidente: se trata de conquistar el llamado “voto duro”, para encabezar al sector, sea o no vía “elecciones primarias”.
Kast es, sin duda, un outsider, ajeno a toda responsabilidad colectiva. Su abandono de la UDI le ha permitido operar con la más absoluta libertad promoviendo sus postulados nacional – populistas, hasta ahora con relativo éxito. La senadora procura pelear ese espacio convencida de que, a fin de cuentas, una radicalización de la confrontación política le dará favorables dividendos en la hora final. Interrogada acerca de si planteó al líder brasileño alguna preocupación por sus posturas extremistas, su pueril respuesta, que lo dice todo, fue: “como yo no hablo portugués y él no habla español, no pudimos conversar mucho”.
Ni Kast ni van Rysselberghe han mostrado hasta ahora capacidad alguna para medir las consecuencias de sus actos. La polarización extrema, por supuesto, puede servir para ganar elecciones pero causará un daño irreversible a la democracia y a la convivencia nacional.
El tour a Río de Janeiro ya está produciendo efectos y está causando heridas graves en la coalición gobernante. Hernán Larraín Matte ha dicho: “El liderazgo de Bolsonaro no coincide con los mínimos de ChileVamos: defensa de los derechos humanos, de la diversidad, respeto a todas las personas” Jaime Bellolio, por su parte: “Si van Rysselberghe gana la elección interna, deberé reconsiderar seriamente mi permanencia en el partido”. La historiadora e ideóloga del liberalismo, Lucía Santa Cruz ha sido más explícita: “Me molesta muchísimo que una buena política económica quede en manos de personas que conciben el liberalismo en forma muy limitada. Las posiciones no económicas de Bolsonaro atentan contra todos los principios fundamentales del liberalismo: igualdad ante la ley, respeto, tolerancia, democracia, derechos humanos. Sus dichos sobre homosexuales, extranjeros, torturas y dictaduras, son anatemas de los principios a los que una derecha liberal debe adherir”. “El concepto de conservador le queda grande. (Para él) las personas dejan de considerarse miembros de una comunidad para considerarse miembros de grupos específicos con muy poca conciencia de lo que implica ser parte de una nación”.
Cuando, a pesar de todos los pesares, sectores crecientes de la comunidad han ido adquiriendo conciencia (real o aparente) de la significancia del respeto irrestricto que se debe a los derechos humanos, no nos es lógico permanecer impávidos ante los oscuros nubarrones que ponen en cuestión un régimen de libertades reconquistado tan dolorosamente. El feo incidente de homenaje a un gran violador de los derechos humanos, ocurrido en la Escuela Militar; el débil y casi nulo compromiso de los personajes arriba mencionados, con la democracia; los brotes verdes del anarquismo irresponsable; nos demuestran palmariamente que las convicciones democráticas están muy lejos de haber echado raíces profundas en la cultura valórica del país.
Media docena de generales en servicio activo se vislumbran como ejes del futuro gabinete de Bolsonaro. Se reúnen periódica y clandestinamente según ha denunciado la revista “Época”. Todo esto ¿No nos dice nada?
Ya va siendo hora de que abramos los ojos y tomemos conciencia de lo que puede avecinarse. Nuestras debilidades de hoy pueden traer consecuencias. ¿Cuándo madurará nuestra clase política?.
Creo que el problema va mas alla de nuestra clase politica o del gobierno de turno. Creo que estos personajes solo llegan al poder gracias a nuestra sociedad actual, lo que algunos llamamos la «sociedad de lo inmediato». Esperamos cual quinceañeros que algun personaje venga y nos solucione el problema de inmediato, como cuando la niña o el niño creia que al tener sexo automaticamente se volvia adulto. Gracias a eso logramos ser representados por personajes como estos los cuales nos venden sus ideas y les creemos porque es empresario, porque le ha ido «bien» en la vida, porque tiene ideas tradicionalistas, cuando en la realidad son las personas mas individualistas que pueden ser. Bolsonaro, Trump, Piñera, etc. Son solo niños jugando a dirigir una sociedad igual o peor de inmadura que ellos donde la mayoria se siente inconforme y se sienta a esperar que el «niño» de 16 sea mas maduro, cuando desconocemos lo malvado que puede ser.
Una Editorial que ilustra con «madurez» y recta racionalidad el impacto de bolsonaro en Chile y, sus posibles consecuencias.