
¿Qué podemos hacer, señor Mercado?
Uno de los temas que más ausente estuvo del paupérrimo debate de la campaña presidencial, fue el relativo a la descentralización y regionalización del país. El derrotado candidato Alejandro Guillier, como buen antofagastino, fue el único que mostró algo de preocupación sobre un asunto que ya está comprometiendo gravemente el desarrollo del país pero mostró algunas contradicciones y ambigüedades. El problema debiera angustiar a todos los provincianos. No así, por supuesto, a los capitalinos que parecen estar bastante contentos con el actual estado de cosas.
Las cifras a este respecto son más que elocuentes. La “gran metrópoli” cabalga a galope acelerado tras una meta no explicitada: Reunir en la ciudad-capital y pueblos circunvecinos, a más del 50% de la población, cifra que se sumaría a la escandalosa concentración en el lugar del poder político, económico, financiero, cultural y comunicacional.
La prensa tradicional nos trae informaciones inquietantes.
El consorcio TVS, formado por la empresa china Railways Group Limited y el consorcio chileno Sigdo Koppers, ha presentado al Gobierno un proyecto para construir un Tren de Alta Velocidad entre Santiago y Valparaíso. Con una inversión de 1.600 millones de dólares, el ferrocarril, que alcanzaría una velocidad cercana a los 200 kilómetros por hora, estaría en funciones en cuatro años, y, según señaló Juan Eduardo Errázuriz, presidente del grupo Sigdo Koppers, “aportará a la conectividad regional”. Hasta ahí, todo perfecto: inversión privada, costo para el Fisco chileno cero, descongestión vehicular, agilización de la salida de carga por Valparaíso y San Antonio. De concretarse la propuesta, se sumará a la trama que pretende transformar las regiones de Valparaíso, O’Higgins y Metropolitana, en una gigantesca conurbación sin parangón en el planeta proporcionalmente.
Por su lado, la Inmobiliaria AGSA ha puesto en marcha un vasto proyecto inmobiliario a desarrollarse en la zona de Chicureo, en Santiago. Con una inversión de 828 millones de dólares, Santa Elena considera la edificación de cerca de 11.000 viviendas y se sitúa en el segundo lugar del área tras el condominio Piedra Roja. No corresponde, por supuesto, comentar que ambos proyectos constituyen nuevos avances en el proceso de segregación social de la urbe (sectores autosustentables, con colegios, supermercados, iglesias exclusivas), separando debidamente a los ricos de los pobres. Lo que sí debe señalarse es el hecho de que la voracidad de los emprendedores inmobiliarios no tiene límites. Así, cada día van presionando para que más y más hectáreas de suelo agrícola sean fagocitadas por una urbe que se encuentra ya entre las más extensas del orbe. Los problemas subsecuentes se verán más tarde. Llegará el momento en que “los privados” implorarán por recursos públicos para nuevas vías, teleféricos y otros aditamentos menores que ellos, en su momento, no consideraron.
Hasta el cansancio hemos insistido en la necesidad de definir políticas de Estado relativas al uso racional del suelo, de tal forma de avanzar algo siquiera en pro de un desarrollo armónico y equilibrado del territorio.
El señor Mercado, de constante presencia en los medios, actúa conforme a la demanda, es decir da respuestas, hace ofertas, genera iniciativas, en los sectores donde hay dinero. El “tema-país” no es su preocupación pues vive en el aquí y el ahora. Lo que sí le interesa fuertemente es que los “burócratas del Estado” no pongan trabas ni obstáculos a su accionar en pro del progreso de la patria.
Conforme a lo dicho, es fácil constatar un hecho: el señor Mercado es, por su propia naturaleza, esencialmente concentrador. La libertad, o más bien dicho el libertinaje económico, constituye el caldo de cultivo adecuado para que todo el poder de este caballero se radique en ciertos y determinados lugares que son, por supuesto, siempre los mismos. Es preocupante constatar que las personas responsables de diseñar e implementar las políticas públicas, de dotarlas de un cierto sentido de futuro, se enredan constantemente en la adopción de medidas gatopardescas (creación de más y más regiones, elección de gobernadores regionales, etc. ) que solo constituyen apariencias de descentralización que permiten descomprimir ciertas demandas locales pero que se traducen en el hecho incuestionable de que, en la línea gruesa, que es la que realmente importa, todo siga igual. Torcer esa línea, definir un rumbo marcándole el camino al porfiado señor Mercado, solo lo puede hacer el Estado. Ello requiere voluntad política, audacia, coraje, asumir costos, virtudes todas que no se otean en el horizonte.
A otra cosa: el señor Mercado es, además, mentirosillo. Después de golpearnos por meses y meses con los más catastróficos anuncios económicos, al cierre del ejercicio del 2017 nos sale con la noticia de que los resultados en rentabilidad de las Administradoras de Fondos de Pensiones, han sido en este último período los mejores de los últimos nueve años. Influida en parte importante por el mercado accionario local, la rentabilidad real del sistema (descontada la inflación) ha sido de 7,82% elevándose, para el caso del Fondo A, el de mayor riesgo, nada menos que a un 15.44% real. Todo para pensar.
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