
¿TE GUSTA ESTE MODELITO?
Análisis económico
Esteban Lobos, analista económico.
Está cerca de culminar la primera etapa del “proceso constituyente”. Una de las notas llamativas radica en la escasa participación de la ciudadanía. Los grupos de debate, a duras penas, han logrado acercarse a los quince asistentes. La carencia de una temática ordenada, en la que se analicen los aspectos fundamentales de la institucionalidad, ha encauzado el debate, tal como se preveía, hacia la expresión bastante desordenada de sentimientos y aspiraciones, sin que se vislumbren las consecuencias de cada proposición. La tarea pendiente: ¿Qué es y qué pasa con el modelo económico?
La sociedad chilena, a través de las distintas manifestaciones que hacen presente los diversos grupos de interés, ha cuestionado reiteradamente el “modelo económico” consagrado por la Constitución de 1980. Sectores importantes han denunciado el “modelo neoliberal” acusándolo de ser el responsable de todos los males del país, al tiempo que otros lo han defendido con fuerza señalando, sin ambages, que toda alteración de las reglas del juego frenará el crecimiento económico y derivará en un ambiente tóxico de incertidumbre.
Pregunta clave: ¿Quién es el poseedor de la verdad?
Para responderla, lo primero que se debe dejar establecido es que la economía, como toda ciencia social, y al contrario de lo que dogmáticamente afirman algunos gurúes, no es una ciencia exacta. Basta ver las predicciones de los expertos, y su interminable proceso de corrección de sus proyecciones, para confirmar tan elemental aseveración.
Otro aspecto definitorio, radica en dejar establecido en qué consiste “el modelo”. Una aproximación básica lleva a precisar que todo modelo socio-económico implica determinar cómo se organiza la actividad económica en una sociedad dada y, como consecuencia lógica, cual es el cuadro de relaciones que se establece o promueve entre los diversos actores del proceso. Todo ello lleva a definir qué bienes son los que se producen y quienes son los llamados a tomar opciones por unos u otros. No se trata, obviamente de elegir entre la bebida equis y el jugo zeta, sino de optar entre una economía agraria o manufacturera, entre ser un país productor y exportador de materias primas en bruto o una nación que decide incorporar conocimiento, tecnología, a lo que vende. ¿Quién lo define? ¿El mercado? ¿El Estado actuando como empresario o el Estado a través de una planificación indicativa? Las consecuencias no dejan de ser importantes.
La producción de bienes, con más frecuencia de lo previsto, afecta a las comunidades aledañas, las cuales no están dispuestas a pagar el precio de la contaminación tóxica o de la destrucción de su habitat. También, debe tenerse presente que esta producción naturalmente genera utilidades, a veces bastante cuantiosas. ¿Cómo se distribuyen, entre los diversos factores que han concurrido al proceso productivo, estos excedentes? No debe olvidarse que el empresario, dueño del capital, de la iniciativa y del riesgo, es sólo uno de los actores que concurren a la actividad. Las entidades financieras aportan lo suyo, generalmente con riesgos muy acotados. Pero, por último y lo más importante, los trabajadores y la comunidad son actores primordiales. Los trabajadores, porque su concurrencia directa y personal hace posible que se produzcan determinados bienes y servicios. La comunidad, de manera un poco más imperceptible, aporta a través de los caminos, puertos, servicios, etc. para hacer llegar lo producido al consumidor final.
Como se puede observar, el modelo económico tiene muchas complejidades y, entre soluciones posibles ( el “mercado” en un extremo, el Estado en la otra punta) hay una gama innumerable de propuestas intermedias cada una con sus particulares beneficios y sus propios problemas.
Lo que los economistas enciclopédicos olvidan ( u ocultan ) es que la implementación de un determinado modelo en el ámbito de la economía, trae consecuencias sociales reales, concretas, efectivas, para la comunidad. La apropiación de los excedentes, generados en torno a la especulación financiera o a la compra de fuerza de trabajo al menor costo posible, si bien puede ser legal, genera descontento, insatisfacción, injusticia, resentimiento.
Si en verdad se quiere construir una sociedad estable, la búsqueda de la equidad social es indispensable. De lo contrario, se estará edificando sobre arena y el resultado será una comunidad tremendamente fragmentada con todas las consecuencias que ello implica.
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