
NOS VA QUEDANDO POCO TIEMPO PARA REACCIONAR
Entre los varios libros que escribió el científico inglés James Lovelock están los dos más trascendentes: “GAIA”, en colaboración con la microbióloga estadounidense Lynn Margulis, y “La Venganza de la Tierra” [1]. Nos referiremos en el presente artículo a este último.
La hipótesis de Gaia de James Lovelock (1919 -) y Lynn Margulis (1938 – 2011), afirma que el planeta Tierra en su totalidad, incluyendo todos los seres vivos, los océanos, rocas y la atmósfera, funciona como un súper-organismo con interacciones físico-químicas y biológicas que modifican activa y permanentemente su composición para asegurar su supervivencia a través de una dinámica cibernética retroalimentada siempre en búsqueda de un entorno físico y químico óptimo para la vida [2] [3]. El nombre de Gaia corresponde a la diosa griega de la Tierra, la Pachamama, según la cosmovisión de muchos pueblos originarios.
La edad de nuestro planeta se calcula en unos 4.500 millones de años, durante los cuales la temperatura del Sol ha aumentado en el tiempo por su actividad de combustión de hidrógeno. Pero sin embargo la vida en nuestro planeta ha ido cambiando la composición de los gases presentes en la atmósfera, y así se ha logrado moderar y atenuar los efectos de la radiación solar, regulándose la temperatura de la tierra en las etapas más recientes de su evolución. De ese modo, la temperatura se ha mantenido relativamente constante durante la evolución de la vida, con una media de 13ºC.
Los niveles globales de nitrógeno (79%), oxígeno (20,7%) y dióxido de carbono y otros gases en menor cantidad (0,03%) se ha mantenido relativamente constante desde la existencia de vida en la Tierra, durante los últimos 2.500 – 3.000 millones de años. Pero no siempre ha sido así. La Tierra ha sufrido períodos más fríos más calientes, intercalados entre numerosas glaciaciones provocadas por fenómenos naturales, como impactos de grandes meteoritos (que causaron la extinción de los dinosaurios) y grandes erupciones volcánicas, y con variaciones importantes en la proporción de la mezcla de gases.
Pero veamos ahora que ha pasado con la Tierra a partir de la Revolución Industrial en el siglo XVII, pasando a resumir en este breve espacio lo expuesto por Lovelock en su libro “La Venganza de la Tierra”. Su visión sobre el cambio climático es pesimista (o realista), compartida hoy por la mayoría de los científicos (salvo, claro, por los ‘científicos negacionistas’ reclutados por los miembros del Heartland Institute) [4], y destaca la actitud de los políticos y CEO’s de grandes grupos trasnacionales que ignoran o no quieren saber nada de este espinudo tema. No descarta que aún tendríamos algún tiempo (poco eso sí), por lo menos para mitigar el problema que puede resultar en una catástrofe hacia la mitad del siglo XXI.
La mayor amenaza para Gaia -la Pachamama-, es el aumento de la temperatura media terrestre por las modificaciones ambientales causadas por la actividad humana. A ello se suma dependencia de los humanos del carbón y del petróleo como las fuentes principales de energía y la baja incidencia que han tenido las energías renovables, llamadas en Chile renovables ‘no convencionales’ (ERNC), como la solar y la eólica, entre las más importantes.
La temperatura media de la tierra ha ido aumentando desde los albores del siglo XVII por el creciente consumo de carbón para alimentar las máquinas de vapor desarrolladas a partir del invento del inglés James Watt que comenzaron energizar las industrias sustituyendo de modo creciente el trabajo humano, y más adelante por la invención de los motores a combustión interna, por Nicolaus Otto y Rudolf Diesel, que continuaron quemando los derivados del petróleo –hasta hoy- luego del descubriendo de los yacimientos de Texas en Estados Unidos. Es así que ya sobrepasamos la primera barrera de aumento de temperatura de 1°C y estamos avanzando con bastante rapidez hacia la segunda, la de 2°C.
Todo ello a raíz que ya superamos la barrera de concentración de dióxido de carbono en la atmósfera de 400 ppm (partes por millón) (vamos en 418 ppm) de este gas que es el principal que provoca el conocido “efecto invernadero” y consecuente aumento de la temperatura media de la Tierra. El modelo predictivo desarrollado por Lovelock fue probado incrementando progresivamente el calor del Sol y manteniendo la temperatura constante pero incrementando el nivel de dióxido de carbono, tal como sucede hoy en el mundo real. El modelo demostró una buena capacidad de regulación tanto en los ecosistemas marinos como en los terrestres. Sin embargo, cuando el nivel de CO2 se acercaba a las 500 ppm, la regulación empezaba a fallar y se producía una repentina y violenta subida de la temperatura. La causa era el colapso de los ecosistemas marinos (pág. 59 y 60).
El modelo se ajusta sorprendentemente bien al comportamiento observado y previsible de la Tierra. El punto de inflexión, 500 ppm de dióxido de carbono, comportaría -según el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC)-, un aumento de temperatura de unos 3°C. Y nos estamos acercando peligrosamente a dicho punto de inflexión. Se ve probable que en unos pocos años más, cuando la abundancia de CO2 supere las 500 ppm, entraremos en la fase en la que las temperaturas se elevarán hasta un nuevo estado estable, quizá entre 6 y 8°C más que hoy. Y si somos tan insensatos como para seguir intentando el resto de las zonas habitables del planeta y seguir contaminando la atmósfera, puede que se produzca el colapso definitivo, nos comenta Lovelock. Vemos entonces que nos puede quedar poco tiempo para reaccionar si no queremos los desagradables cambios que se nos vienen encima (p. 102).
Lovelock ha recalcado que el mayor problema de la humanidad –coincidiendo con la comunidad científica-, es el crecimiento de la población. Nos dice: «La gran fiesta del siglo XX, con su extravagante despilfarro y sus juegos de guerra, se ha acabado. Ahora es el momento de limpiar y sacar la basura» (p. 221). Ha dicho también que: … “hemos crecido en número hasta el punto que nuestra presencia afecta al planeta como si fuésemos una enfermedad. Tal como en las enfermedades humanas, hay cuatro posibles salidas: destrucción de los organismos invasores que causan la enfermedad; infección crónica; destrucción del huésped; o simbiosis, es decir, el establecimiento de una relación perdurable y mutuamente beneficiosa entre el huésped y el invasor”.
Su lenguaje, siendo científico, es sencillo y muy claro, perfectamente comprensible para un lector medio. A la vista de las actitudes de los políticos y economistas comunes y corrientes que notamos a nuestro derredor en esto de las crisis globales en Chile y en el mundo, no me (nos) queda otra que coincidir con el pesimismo vanguardista de James Lovelock.
Referencias:
[1]http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-46112007000300014
[2]https://mon.uvic.cat/tlc/files/2016/06/GAIA-lovelock_margulis_gaia_2__contra-versus.pdf
[4]https://laventanaciudadana.cl/el-negacionismo-y-los-negacionistas/
Otra lectura:
Incluye entrevista a James Lovelock: https://youtu.be/Fg-3wBBpM_M
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